lunes, noviembre 21, 2011

¿Dónde están las Llaves?



Cuando los adultos no se comprometen con su familia y no ejercen su autoridad, el hogar se convierte en un lugar inseguro e impredecible. Cualquiera puede entrar y llevarse lo que quiera ¿Quién guarda y cuida de nuestra casa? ¿Dónde están las llaves?


martes, noviembre 15, 2011

Eurotunel

El domingo pasado, atravesamos el canal de la Mancha bajo agua. No es la primera vez, pero en esta ocasión lo hemos hecho montados en el coche. Esto tiene algo de especial también, ya que el tren es diferente y parece más bien una nave marciana o algo por el estilo. El caso es que el trayecto fue rápido y cómodo. Casi no nos enteramos la verdad sea dicha. Después al salir, la carretera estaba directamente conectada a las vías hacia París, de modo que salimos disparados sin problema. A ver si un día vemos un tunel similar entre Andalucía y Marruecos.

lunes, noviembre 14, 2011

¿De dónde viene el gusto?


Después de pasear bastante por el centro del a ciudad, el frío se fue levantando y asimismo el apetito. El hombre le dijo a la mujer; -me apetecería meterme en algún sitio para comer, ¿a tí que te apetece?- La mujer se quedó pensativa y le dijo: -me apetece presa ibérica-. Tras la revelación de tal deseo atávico, ambos evitaron el contacto visual y cabizbajos, quedaron imbuidos en una especie de trance hipnótico. Los dos estaban pensando lo mismo, pero la mujer decidió de nuevo declarar los sentimientos: -¡Cómo nos gusta lo bueno! Después de vivir como emigrantes durante una década en el norte de europa, ambos no podían evitar su querencia adquirida. Estimulado por el chocante sueño gastronómico, el marido quiso reflexionar en alto mientras intentaban decidir dónde comer: -si fuera sólo el gusto, entonces no nos motivaríamos, quizás es el hábito... Creo que hasta cuando a uno le gusta algo tiene que aprender a convertirlo en una costumbre, sino uno nunca tendría la fuerza suficiente para ir a buscar y pagar lo que sea por lo que uno quiere de verdad- Mientras filosofaban se acabaron tropezando con una plaza llena de cafés y restaurantes que parecían prometedores. De nuevo se miraron brevemente, y como dos mártires frente a sus captores, se decantaron por uno de ellos a sabiendas de que más que un ágape aquello iba a ser un sacrificio.

sábado, noviembre 12, 2011

El Dentista Asesino


Después de muchas diatribas acabó pidiendo una cita. Ella no sabía si aquella clínica dental era un agujero para  abusadores o un escondrijo para psicópatas. Pero en el fondo sentía un profundo miedo de ser liquidada con precisión científica. Una imagen de horror empezó a formarse en su mente conforme se iba acercando paso a paso a la clínica: limpia y certeramente un individuo en bata blanca la clavaba una aguja en su boca y con una siniestra sonrisa se despedía de ella.  El hombre le decía; -tranquila, todo pasará pronto-, y poco a poco todo a su alrededor se desvaneció. Cuando M llegó a la puerta del dentista, sus piernas temblaban como un flan y su corazón parecía querer salir de su pecho a toda prisa. Todo se fue ralentizando y casi como en una película de cine mudo, gesticuló algo a la recepcionista. Su cara perdió toda expresividad humana y se convirtió en un trozo de cartón. El dentista apareció enfundado en un traje verde de cirujano y con una actitud comprensiva la llevó a una habitación privada. M balbuceó que había venido a consultarle sobre unos implantes, pero que en realidad no estaba segura de si quería hacerse algún arreglo bucal. Después de un breve intercambio de palabras el dentista recaló suficientes datos como para tomar en serio la ansiedad de M. La invitó a venir una vez más para hablar tranquilamente sobre el tema y poco después me llamó a mí para consultar sobre la salud mental de la paciente. Yo le dije que la vería sin problemas si a ella le parecía bien. Cuando M reapareció por la clínica, seguía aterrorizada por los mismos pensamientos. Lo que mi colega había percibido como ansiedad, en realidad era algo más. La paranoia burbujeaba en su mente como una botella de cava recién descorchada. Por suerte, M tuvo el valor de sentarse frente a mí durante muchas ocasiones para desvelar su sólida creencia de que el señor dentista iba a convertirla en el conejillo de indias de un experimento letal. A través de sus miedos M reveló un gran valor y capacidad de supervivencia, y sus traumas vividos mostraron en nuestras sesiones cuáles eran los cimientos de su catastrófica forma de pensar. Los resortes que disparaban la alerta y el pánico en la mente de M, se fueron desactivando. Hoy, M va a ver a su dentista para realizar el primer implante. Me pregunto qué ocurrirá. 

martes, noviembre 08, 2011


Café Rouge

Había salido de la unidad de rehabilitación varias veces durante breves periodos de tiempo. Tras unas horas debía de retornar a las afueras de la ciudad, donde le esperaba ese hospital oscuro y perdido entre bosques. A pesar del progreso de los últimos meses cada salida la hizo sentir cada vez más frágil y vulnerable. Por eso, me pidió que la próxima sesión consistiera en pasear por el centro de la ciudad. R era una mujer menuda y pálida, de aspecto demacrado y con andares de autómata. Todo en ella era escaso; desde su estatura corporal hasta su correspondiente medida intelectual. Sin embargo, emocionalmente hablando, su espíritu emergió en dicha salida a la calle. Ella floreció como un capullo en la aurora del día cuando entramos en la cafetería francesa y la invité a un pastel de chocolate y una infusión. Al poco de sentarnos, su nerviosismo restaba poder a sus movimientos. Sus dedos apenas ejercían fuerza suficiente para sostener la taza entre sus manos. Antes de entrar me dijo que temía ahogarse con la comida y que creía que todo el mundo sabía que ella estaba loca. Después de la batalla con la paranoia, consiguió a duras penas tragarse el pastel a toda prisa. R dejaba guiarse por mis instrucciones y fue capaz enfocar su mirada a los paseantes y a la bonita decoración del café. Sentada frente a mí, con esa postura casi fetal, me hizo sentir que estaba mirando hacia una proyección moderna de un personaje londinense de Oliver Twist. Al final, salió de aquél lugar con una sonrisa de triunfo. Cuando volvimos a la planta y ya todas las puertas y cerrojos nos resguardaban del mundo exterior, R confesó que se había sentido normal.
Sobre Banderas, Propaganda y Vergüenza

Siguiendo una vez más con la idea de que lo que se presenta y ofrece al público es un producto que puede ser aceptado o rechazado (dos extremos de un contínuo), me pregunté el otro día si sería inapropiado colgar banderas en el cumpleaño de mi hijo Avicena. Al fin y al cabo ellos y su madre se vuelven a Andalucía muy pronto. Desde el primer momento como hasta el último sentí vergüenza al pensar sobre la idea. Me imaginaba la cara de los ingleses con acierto: autismo y shock, rechazo y silencio. Los españoles: caras de decepción y críticas, muchas críticas. Esto es todo lo que me encontré. Sin embargo, al mismo tiempo pensé que si en lugar de ser andaluza, mi mujer hubiera sido de Estados Unidos, ¿cómo hubiera reaccionado el personal si hubiera colocado banderitas gringas? Pues muy distinto, de hecho nadie hubiera puesto caras raras. Esto y mucho más me motiva a ser como soy. Una fiesta privada no es lugar para propaganda, pero tampoco es lugar para el rechazo. Por lo tanto, no podemos dejar a los gringos y los británicos ser los únicos en mostrar símbolos, que al fin y al cabo los han inventado los andaluces. Las banderas andaluzas son los primeros estandartes europeos. No tiene sentido esconderlos envueltos en vergüenza. Hay que airear la vergüenza y dejar que se seque, bien seca. Y las arbondairas, que son banderas de paz, que ondeen y que luzcan como buenas mozas.

domingo, noviembre 06, 2011

La Culpa la tienen Algunos

Por no crear acusaciones particulares diría que desde la invasión española los andaluces nos hemos olvidado a marchas forzadas de muchas cosas y entre otras de nuestra universidad y de nuestra cultura universitaria milenaria. Este traje que véis es el que los graduados andaluces usaban para celebrar sus méritos antes de que los españoles nos lobotomizaran. Gracias a su nueva y avanzada cultura, nos hicieron dedicarnos a otros menesteres como por ejemplo vivir en un güeto en un gélido burgo de la meseta tras una deportación en masa, o ser un siervo de la gleba, que en términos prácticos era lo mismo. El caso es que desde que nos forzaron a adorar ídolos de madera y darnos latigazos para merecer ser hijos de su divinidad, los ingleses como siempre nos han acabado tomando prestado nuestros hábitos y ahora nadie diría que este al fín y al cabo es el traje andaluz por excelencia.
Salud Audiovisual

Desde hace un tiempo me siento mucho mejor. Creo que me concentro mejor y tengo más tiempo para todo. No sé porqué será, a lo mejor tiene que ver con que ya no veo la TV.