tag:blogger.com,1999:blog-363634442024-03-19T09:47:23.233+01:00Después de la DiásporaEl mundo visto por un alienista andaluz.Unknownnoreply@blogger.comBlogger569125tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-59263681302101468082023-12-05T19:35:00.009+01:002023-12-07T21:36:08.047+01:00La Moratoria<p style="text-align: justify;">Efrasio y su hijo Avicena estaban en un viaje interestelar que aunque no los había estrellado letalmente contra ningún meteorito u otro objeto celeste, sí que había salido horriblemente mal. Se supone que tenían previsto transportar a miles de pasajeros que debían recoger en el sistema solar Amil C. Pero en el transcurso de que tuviese lugar el deseado evento, sucedió algo imprevisto. Se habían desplazado muy lejos para llevar a cabo un cabotaje muy especial, y era la primera vez que Avicena participaba en una aventura de esta categoría. El chico debía tener unos dieciséis años y según las leyes educativas de la época, la prioridad era su vocación, por tanto, se le permitía pasar a realizar actividades de seguimiento de profesionales veteranos para después de unos años, volver a estudiar teoría y obtener su título de oficial de astronomía. Avicena había nacido en las inmediaciones de Próxima Centauri. No había conocido el planeta Tierra. Hacía muchas generaciones que su familia había dejado atrás el sistema Solar primigenio. La historia humana seguía hacia adelante, pero más allá de los confines del Sol y sus planetas. Al fin, la simiente humana se había podido desligar de su jaula de oro, de su nido primordial, para poder adentrarse por el oscuro espacio interestelar de la Vía Láctea.</p><p style="text-align: justify;">Padre e hijo se encontraban bastante perplejos ante la situación. Acostumbraban a hablar de ciencia y filosofía, y debido a que al fin y al cabo, vivían en una nave espacial, tenían mil y una ocasiones para encontrarse en medio de largas tertulias, mientras se dirigían a recoger a los pasajeros que les esperaban a varias horas-luz de distancia. Había en efecto, mucho tiempo para intercambiar ideas, pero sobre todo, para realizar observaciones astronómicas alucinantes, por el espacio interestelar. La gigantesca nave, que tenía varios kilómetros de largo, llevaba incorporada una gran tecnología para poder acumular datos de aquella región del espacio. Ellos estaban encargados de asegurarse que todos los instrumentos hacían su trabajo, los cuales eran controlados remotamente por un ejército de astrofísicos del Instituto de Astronomía de Andalus, la ciudad de donde procedían. </p><p style="text-align: justify;">Las más recientes discusiones entre padre e hijo estaban relacionadas con la expansión del universo y la posibilidad de que algunos retazos de esa inflación que ha experimentado el cosmos en sus momentos iniciales, pudiese haber generado algunas anomalías locales y otras de más largo alcance que fuesen responsables de su accidentado viaje. Pero Avicena era extremadamente inteligente, y tenía sus propias preocupaciones científicas. Como muchacho atrevido, hoy le había preguntado a su padre qué pensaba sobre la existencia de vida humana en otros planetas desconocidos. Efrasio le contestó con gusto, siempre orgulloso de que su hijo tuviese curiosidad y la expresase abiertamente:</p><p style="text-align: justify;">-Creo que en relación con lo que hemos estado hablando, el universo es o puede ser, un lugar isótropo, es decir, es igual por todos lados, independientemente de a dónde mires, todo es exactamente igual. Por lo que respecta a la existencia de vida, a grandes rasgos y siguiendo la lógica de la materia y los fenómenos físicos, si hay vida, entonces la debe de haber por todos lados donde haya materia. Debe de encontrarse en todas las direcciones, allí donde haya planetas y soles, y yo diría que de la misma forma y manera en que se nos presenta a nosotros...</p><p style="text-align: justify;">Avicena se quedó pensativo, y después se le ocurrió imaginar todo tipo de variantes humanas, asunto que no pudo contener y tuvo que compartir con su padre...Efrasio le contestó de una forma proporcional y contenida...</p><p style="text-align: justify;">-En efecto, puede que haya seres como nosotros con cuatro brazos, o mujeres con seis pechos, pero esencialmente eso no cambiaría nada. La arquitectura fundamental debe ser la misma. Igual que las estrellas, los planetas y las galaxias responden a los mismos parámetros y procesos subyacentes...allí donde mires, todo lo que ves, debe de estar fabricado de la misma manera...Por otra parte, y saliendo por peteneras, te diría que incluso en nuestra cultura antigua ya se adelantaron a todo eso de la diversidad biológica, aunque a lo mejor fuese una forma hiperbólica de entender la epopeya humana...según parece, los gigantes llamados Hecatonquiros que defendieron a Zeus contra Cronos, tenían cien brazos y cincuenta cabezas...y no me voy a extender en mencionarte los muchos personajes mitológicos que conoces de sobra, mitad hombres, mitad caballos o cabras...En cualquier caso, esto lo digo porque creo que quizás sean formas inconscientes de reflejar a través de la psique colectiva, una dinámica cósmica pero en versión terrícola. </p><p style="text-align: justify;">Avicena ignoró la parte más pedante narrada por su padre, y se enfocó en lo que le interesaba -Pero papá, eso significa que somos más vulgares de lo que pensamos....</p><p style="text-align: justify;">-Efectivamente, y ¡qué observación tan brillante! En cualquier caso, es muy posible que a nadie le apetezca pensar mucho en eso. Tiene que ser bastante desagradable para la mayoría, sentir que su propia existencia es vivida exactamente igual, por seres que experimentan las mismas emociones que nosotros, en miles de millones de partes del cosmos, miles de millones de planetas...¡qué vulgaridad!...</p><p style="text-align: justify;">-Es verdad, no suena nada apetecible pensar, que en realidad los humanos seamos criaturas abundantes, como átomos de hidrógeno, e indistinguibles los unos de los otros. Es decir, que nuestra vida pueda no ser especial de ninguna de las maneras...-Avicena se quedó absorto, asombrado de la agudeza de sus propios pensamientos.</p><p style="text-align: justify;">-Efectivamente hijo...pero muy a pesar de eso, nos sentimos únicos e importantes, y lucharemos contra el hecho de que no seamos más que clones, por siempre jamás. A propósito de cuestiones peliagudas. Como ya sabes, el ordenador científico ha arrojado una serie de conclusiones respecto a lo que nos ha ocurrido...nos hemos perdido tras sufrir una leve turbulencia y creo que va a ser momento de que hable con el resto de la tripulación, porque de momento somos nosotros los que sabemos lo que ha pasado, pero el resto de la tripulación está en Babia. He pensado en que hagamos una reunión mientras almorzamos con los oficiales. ¿Quieres estar presente?</p><p style="text-align: justify;">-De acuerdo papá.</p><p style="text-align: justify;">-Además hay algo adicional que contar, pero que no te he revelado todavía. Creo que te va a gustar bastante, pero me la quiero reservar para cuando hablemos a la tripulación...</p><p style="text-align: justify;">A Avicena se le iluminaron los ojos....se quedó absorto, tratando de imaginar qué podía ser...Pero tendría que esperar un poco. Tras varias horas, terminaron las labores de mantenimiento de los aparatos astronómicos y se fueron al salón comedor donde Efrasio había convocado a los oficiales de abordo. Había un oficial por cada departamento, de modo que se encontraban en una mesa redonda de veinte comensales y una mesa igual pero más pequeña de unos diez ocupantes, para los jóvenes que quisieran escuchar la discusión. Todos eran hijos de los oficiales o bien familiares indirectos. Efrasio habló en andaluz para todos, ya que el castellano era la lengua internacional espacial. Todo el mundo entendería el andaluz...era el inglés neyorquino del mundo moderno. </p><p style="text-align: justify;">-Queridos compañeros, os he convocado esta tarde para daros la última estimación del ordenador astronómico. Antes de daros las noticias he tenido una reunión bastante larga con los científicos de mi departamento, con los que he discutido en profundidad los datos, hasta que todos hemos alcanzado un consenso. Han sido muchas horas de trabajo, bajo presión y mucho nerviosismo como podéis entender. Todos estamos muy confusos. En cualquier caso, quisiera definitivamente afirmar que hemos experimentado una especie coletazo errático inflacionario que localmente, es decir, por donde pasábamos en ese momento, nos ha lanzado a una región extrema del cosmos a la que no es técnicamente posible llegar por medios humanos. Hemos tenido que viajar a velocidades superiores a la de la luz, por un estiramiento anormal del espacio, lo que nos ha hecho caer por la cuneta, por decirlo así, y derrapar hasta un paraje por completo desconocido. Estamos literalmente en la vecindad de una estrella muy parecida al Sol, lo cual no es nada de extraño, ya que el Sol es una estrella bastante común, como sabéis. Lo único de peculiar es que hemos estimado su edad, y al parecer está en un periodo crítico, en el que puede que experimente una expansión inesperada en cualquier momento y absorba a todos los planetas circundantes. Curiosamente, estamos muy cerca de uno de esos periodos críticos...y para colmo creemos que hay vida en el planeta que tenemos a unos días de distancia. Os pido permiso para realizar una exploración del mismo, ya que es la primera vez que la humanidad se enfrenta al potencial encuentro con otras formas de vida. Hemos visitado muchos mundos en los últimos miles de años, pero nuestra civilización humana nunca había encontrado nada parecido, según indica el ordenador. Hace siglos un físico llamado Alcubierre, ya predijo la posibilidad de viajar a velocidades hiperlumínicas, pero sus elucubraciones se consideraron ciencia ficción...</p><p style="text-align: justify;">-Doctor Efrenio, disculpe mi interrupción. Creo que lo que comparte con nosotros es sin duda un hallazgo científico sin precedentes, pero como capitán de esta nave, entienda que me siento abrumado al saber que estamos más allá de las cartas astrónomicas, en un posible universo paralelo donde la luz de nuestra galaxia nunca ha llegado, ni llegará jamás. Creo que es momento de llorar y tomar consciencia de que nunca volveremos a ver Próxima Centauri, La Tierra o ni siquiera a nuestros seres queridos. Honestamente, creo que no nos interesa lo más mínimo el conocer a otras formas de vida, o lo que quiera que exista ahí abajo...-Su tono de voz se fue quebrando conforme iba hablando y el capitán Gastón Faubert, de origen argentino, tuvo que parar de hablar debido al torrente de lágrimas que asomaban por sus mejillas, y el nudo que se le había formado en la garganta.</p><p style="text-align: justify;">-Tiene usted razón señor Gastón. Lo siento mucho, creo que he ido demasiado rápido. Quizás debemos de tomarnos las cosas un poco más despacio. En cualquier caso, solicito permiso para reunirme con los oficiales de mayor rango del ejército, de psicología, medicina y de astrobiología para planear una visita al planeta. Por cierto, si no os importa, he bautizado al planeta con el nombre de Barbate. Un pueblo del sur de Andalucía, la Andalucía de nuestros antepasados...Todos aceptaron la propuesta. Psicología sabía de antemano las intenciones del doctor Efrasio, pero hubo que aparentar cierta espontaneidad...</p><p style="text-align: justify;">Hicieron una votación y se aprobó la preparación de un contingente excepcional de exploración de Barbate. También se aprobó un plan para informar a la tripulación de la situación, con psicología tomando el mando del plan y otro plan para estudiar la posibilidad de analizar con detalle las ondas gravitatorias locales con el objetivo de un posible retorno al punto de partida, con el liderazgo de los astrofísicos. </p><p style="text-align: justify;">La hueste elegida, consistía en un grupo heterogéneo de robots, ciborgs, militares, científicos y oficiales médicos. Descendieron en varias naves que llevaban armas pesadas y escudos electromagnéticos. Lo que encontraron les hizo palidecer. Todos llevaban cámaras insertadas en sus cuerpos....con lo cual Efrasio y Avicena tenían un seguimiento directo 24/7, de las aventuras del equipo explorador. </p><p style="text-align: justify;">Los astrónomos de la nave se encerraron en su departamento, con toneladas de alimentos y mantas, creando una especie de pequeño búnker que pronto apestaría a tigre, como es lógico. No querían abandonar las pantallas. Sentían que iban a dejar a sus compañeros abandonados si no tenían contacto visual constante con ellos. Avicena estaba alucinado....Los exploradores liderados por los inmortales robots y los ciborgs, iban abriendo camino. Todo parecía extrañamente familiar. Plantas que parecían árboles o hierba. Bosques, lagos y mares. Cielos azules y nubes blancas. Pronto aparecieron aves y animales que pastaban o que parecían predadores. Después de varios días sin grandes incidencias decidieron hacer un campamento más estable y con estrictas medidas de seguridad. Se apostaron allí y dejaron que los ciborgs ampliaran el radio de exploración. Varios grupos biónicos se dirigieron a los diferentes puntos cardinales partiendo del campamento. La nave nodriza había lanzado varios satélites y cientos de drones, para cubrir por GPS la actividad de los exploradores en todo momento. De ese modo, y cubriendo todas las eventualidades, al fin hicieron contacto con inteligencias extraterrestres...El niño se acordó de las sabias palabras de su padre...un mundo isotrópico, igual al norte, que al sur, que al este o al oeste.</p><p style="text-align: justify;">Fueron momentos apoteósicos. Increíble para todos y cada uno de ellos. Tanto los de la nave nodriza como los del campamento base. Los ciborgs tomaron posiciones a varios kilómetros de lo que parecía una aldea y unos habitantes de la misma totalmente sedentarios. Tenían animales para pastoreo y terrenos de cultivo. Recintos amurallados, escasa tecnología y una vida más bien ruda, pero atemperada por emociones y sentimientos propios de un espíritu humano...Fue una especie de extraño espejismo. Los humanos sólo habían visto la vida de la Edad Media de la Tierra en las películas y aquello era como una vuelta al pasado...una extraña vuelta a un pasado que podían ver y oler. </p><p style="text-align: justify;">Los ciborgs hicieron de perfectos ojeadores. Tomaron notas detalladas de los hábitos y cultura de los humanoides que poblaban aquella aldea y reportaron con fidelidad todo lo que vieron sus avezados cerebros electrónicos. Posteriormente, hicieron contacto con más aldeas y áreas urbanas, pero dado que aquél grupo fue descubierto primero, decidieron poner todo su esfuerzo en estudiarlos a ellos con más ahínco. Aquello parecía definitivamente un viaje en el tiempo, lo cual creó una gran confusión y extraña angustia en todos los hombres. No sabían si quizás estaban en la Tierra, aunque realmente no tuviese ningún sentido pensarlo. En sus mentes era imposible concebir el volver al pasado exactamente en su propio planeta de origen, cuando en realidad lo que habían hecho era alejarse muchísimo en el tiempo y el espacio. Pero la confusión los llenó de dudas y disforia. </p><p style="text-align: justify;">Tras varios meses de observaciones con las cuales habían analizado las características anatómicas, funcionales y psicológicas de aquellos seres, los humanos decidieron acercarse ellos mismos al pueblo, pertrechados con trajes especiales y bajo la celosa protección de sus robots. El aire era respirable, pero se mantenían aislados por cuestiones de seguridad microbiológica. De modo que si salían al exterior iban enfundados en unos equipos que a parte de ser perfectamente estancos, creaban una total transparencia, lo cual los hacía completamente invisibles para los ojos de las criaturas autóctonas. De este modo, los ojeadores humanos se infiltraron como espías de otra dimensión en las vidas de aquellos pueblerinos....Lo que veían y escuchaban no dejaba de sorprenderlos. Cada día suponía el registro y la constatación de la universalidad de la Historia. Cada hallazgo era cotejado por los equipos multidisciplinares de la nave nodriza, que aunque no eran ni mucho menos antropólogos o expertos en ciencias humanas, se documentaron con las bases de datos disponibles para cotejar los hallazgos empíricos con sus enciclopedias. Todo sucedía tal y como se narraba en las bases de datos. Avicena no salía de su asombro. Los niños de la aldea eran una delicia de observar. Los adultos, con sus rituales y rutinas suponían un disfrute y un contínuo reto moral a los silenciosos observadores, por muchos motivos. Sus enfermedades, disputas y tragedias eran vividas, necesitando una gran dosis de autocontrol. Espiarlos suponía crear una experiencia para la cual ninguno se había preparado, ni siquiera los psicólogos. Averiguar sus intimidades, desvelar sus mentiras y engaños, era como levantar la última barrera de la mente humana a su propio autoconocimiento. </p><p style="text-align: justify;">Al cabo de un año, todos sentían un gran cariño por los aldeanos. Era difícil no entrar a interactuar con ellos. Tanto los exploradores como los de la nave nodriza los veían ya como si fueran sus tatarabuelos, o como si fueran personajes de cuento que habían decidido materializarse en un parque temático. Habían estudiado al detalle su lenguaje y podían traducir al instante su lenguaje oral. Dada la falta de peligros significativos y bajo el control robótico, todos los de la nave pudieron hacer visitas y después retornar sanos y salvos a la seguridad de la nave nodriza que orbitaba fielmente alrededor del planeta Barbate. Descender al planeta era como ir a las vacaciones más increíbles jamás soñadas. Y más aún para el joven Avicena y sus amigos adolescentes. Después de estudiar la aldea, a la cual llamaron "La Viña" por los viñedos que tenían, visitaron muchas otras aldeas e incluso ciudades. El planeta Barbate había abierto los corazones de los hombres del espacio a un nuevo modo de concebir la realidad. Aún así, supieron contenerse y no dejarse llevar por los impulsos. Hubo muchas discusiones de carácter ético en cuanto a los derechos que podrían tener o no tener de interferir, biológica, psicológica y culturalmente con aquellos seres extraterrestres.</p><p style="text-align: justify;">Entre tanta emoción, papá y Avicena, como buenos astrónomos, acabaron recordando que debían de retornar a comerse el coco con el asunto de la extraña causa que los propulsó a velocidades hiperlumínicas más allá del universo conocido. Efrasio y el equipo, tras varios meses de obsesión por aprender de Barbate, fueron retornando a sus estudios y cálculos que les permitiese entender las causas de su viaje por el espacio-tiempo. Hicieron un acuerdo con los demás departamentos de reunirse periódicamente para informar de los progresos. Los psicólogos habían recomendado que era necesario proporcionar medios para gestionar el impasse existencial en el que se veían inmersos y para ellos el primer paso era normalizar su situación dedicándose a observar el microcosmos humanoide de Barbate. Pero no debían quedarse estancados en eso. </p><p style="text-align: justify;">-Papá, supongo que vas a dar tu próximo informe ya mismo. Me pregunto si me puedes dar un adelanto. Estoy preocupado con todo lo que está pasando. Tengo sentimientos encontrados, ¿sabes? No sé si deberíamos quedarnos aquí y mezclarnos con esas gentes. Podríamos ayudarles y hacer sus vidas más fáciles. No sé, ¿tú qué piensas?</p><p style="text-align: justify;">-Hijo, la verdad es que planteas algo tentador sin duda alguna. Pero lo que tengo para compartir no trae más que confusión a la ya difícil situación...la estrella que calienta a Barbate va a experimentar una expansión importante, en los próximos meses. Está llegando a un punto de inflexión que supone el fin de Barbate tal y como lo conocemos. Notamos grandes cambios en la actividad de la corona y en capas inferiores que nos dicen que la catástrofe es inminente...</p><p style="text-align: justify;">-No puede ser...todo nos pasa a nosotros...nos perdemos en el espacio, nos encontramos con gente a las que no podemos hablar, ni relacionarnos con ellas y ahora que les tenemos cariño van a ser achicharradas por un mezquino sol moribundo y egoísta...-Avicena rompió a llorar con la mirada perdida.</p><p style="text-align: justify;">-Lo siento Avicena -dijo su padre con voz temblorosa- yo tampoco lo entiendo. Tengo más noticias sobre las anomalías inflacionarias del espacio que pueden clarificar algo de lo que nos pasó al llegar aquí, pero esto que te cuento es más urgente....creo que es todo lo que debo de divulgar por el momento. </p><p style="text-align: justify;">-Vale papi, si quieres háblame sobre lo que has encontrado. Tengo la impresión de que te vas a referir al comienzo del universo para explicarme lo que nos ha pasado...</p><p style="text-align: justify;">-Hijo eres un as. Es cierto, tengo que hablarte sobre el comienzo del universo... Cuando el universo se formó, el nivel energético era tan grande que quizás aquello se parecía bastante a lo que ocurre en los modernos aceleradores de partículas...las cosas se manifestaban de forma que la gravedad y los estados cuánticos estaban más integrados. Quizás haya habido burbujas de ese estado inicial que no hayan acabado de evolucionar como el resto de las regiones, y nos hemos tropezado con algún área del universo todavía bastante cargado de energía primigenia, quizás en forma de energía oscura. Esa región particularmente activa ha podido cogernos a nosotros por medio, justo cuando ha experimentado un estirón....lo mismo hemos sido nosotros los que lo hemos alimentado con el gran tamaño de nuestra nave y su poderoso campo magnético. Para explicarte de forma simple lo que ha podido pasar te doy el ejemplo de la superficie de un papel, como el espacio de referencia donde vivimos. Ahora coges ese papel y lo doblas y doblas, como cuando hacemos un origami. En realidad estás creando un cuerpo de tres dimensiones, con un objeto de dos dimensiones. El moverte a través de ese espacio bidimensional, no te permite ver el camino que tomas a través del cuerpo tridimensional, pero si por la razón que fuese, por esa extraña cantidad extra de energía que se encuentra concentrada en alguna región del espacio, se uniesen algunos puntos de esa superficie doblada, puede que apareciéramos en un punto geográfico muy apartado de nuestra geografía original, aunque en realidad, desde el punto de vista del cuerpo tridimensional, estuviésemos más o menos por el mismo sitio. No sé si me explico...Eso me lleva a tener que buscar otra área de gran energía para retornar a un punto geográfico similar por el cual llegamos hasta aquí. Tenemos que afinar con nuestros detectores de materia oscura si queremos volver a casa...pero esto supone hacer un experimento que puede poner en grave peligro la vida de los tripulantes de ésta nave...</p><p style="text-align: justify;">-Me parece una idea bastante sensata papá, vale la pena arriesgarse. Creo que te entiendo perfectamente. Estás hablando de una anomalía que se muestra a través de un fleco del espacio-tiempo que desafía la teoría física. Es normal que debe de haber algo que corrija las expectativas normales, puesto que lo normal no sirve para explicar la física que conocemos. Disculpa mis digresión, pero en realidad eso no es lo que me preocupa, porque confío plenamente en tí. Mi preocupación es, que si hemos conocido a la gente de esa aldea, y sabemos que su sol va a crecer y crecer hasta freir Barbate y carbonizar a esos amigos galácticos sin que jamás tengan oportunidad de escapar, sería una pena que no pudiéramos llevárnoslos de aquí...papá. </p><p style="text-align: justify;">Avicena había estado observando desde hacía meses y con la ayuda de los ciborgs, el comportamiento y la vida de un niño y su padre. El los había bautizado con nombres propios, como si los conociera. Al niño lo había bautizado como Yénego y al padre Galín, basándose en la fonética natural de los lugareños. Avicena había aprendido mucho sobre la vida y la cultura de Yénego, pero no se daba cuenta que lo observaba en silencio, como un fantasma que a través de tecnologías incomprensibles para los aldeanos, y que en realidad por motivos paralelos a lo que sucedía a nivel físico, las leyes psicológicas habían traído a juntar dimensiones y mundos, por plegamientos que la misma naturaleza y sus caprichos pueden permitir, pero que quizás, son realmente ominosos y difíciles de comprender. Efrasio se dio cuenta de dichos peligros, y consultó con el departamento de psicología acerca de la profunda obsesión de su hijo con Yénego y Galín. Uno de los psicólogos jóvenes, llamado Habi, que en realidad cuidaba ya de Avicena, se interesó por la situación, y estableció un seguimiento particularmente cercano del muchacho. Efrasio, en su capacidad racional, vio para su asombro un caleidoscopio de observadores y observados, que le produjo un cierto grado de niebla mental y confusión. Pero quizás no había vuelta atrás. </p><p style="text-align: justify;">-La mente está programada de tal manera, que somos presa de paradojas que debemos de aceptar. Esto se decía Efrasio a sí mismo para contener su emociones. Habi percibió junto con Efrasio, que dichas paradojas parecían estar escritas dentro del mismo código fuente de la mente y del universo. La geometría del afecto llevaba a Avicena a amar a Yénego, aunque sus mentes fueran islas lejanas. </p><p style="text-align: justify;">En su inmensa ignorancia, Yénego vivía en términos terráqueos en algún punto entre la Edad Antigua y la Edad Media, no importaba si mil años más o menos. Era una edad remota, inaccesible, quizás insoportable para una mente super-avanzada y desligada de las propiedades fisicoquímicas de la naturaleza desnuda. Avicena en cambio, nunca había estado en contacto directo con un bosque, o un lago. De hecho, aunque había estado allí mismo, entre las praderas y estepas de Barbate, seguía enfundado en su traje protector, entubado para filtrar microorganismos nocivos y evitar cualquier peligro. Jamás había acariciado a un perro lleno de pulgas, ni había contraído enfermedad alguna. El frío nunca le había mordido las orejas, y las heridas nunca se le habían infectado...Quizás hubiese una barrera infranqueable para establecer una posible amistad o relación con Yénego, pero paradójicamente, la relación existía de algún modo y para Efrasio y Javi, esa era un aspecto desquiciante de sus realidades. En verdad, todos los implicados se mantenían dislocados en los bordes de sus propios sistemas de referencia. Asomados a la frontera de la ciencia, cada uno desde un ángulo, los protagonistas de esta historia estaban al filo de ver qué había más allá. Si el universo era uno, debería de existir una sola verdad subyacente, o al menos eso pensaban. </p><p style="text-align: justify;">Habi y Efrasio debían de responder al ansioso deseo de Avicena, y el tiempo iba en su contra. Analizaron la situación y encontraron graves problemas con los que lidiar. Llevarse solo a unos cuantos aldeanos sería muy traumático para ellos y aunque fuera la aldea entera la que decidieran traer a la nave, todo constituiría un rapto o secuestro horripilante. Se verían como víctimas indefensas, incapaces de comprender porqué motivo eran sustraídos de su mundo y llevados en un carro celestial hacia el foso más profundo del cosmos. Tardarían décadas en vislumbrar las razones más simples por las que se encontraban en manos de una civilización superior. Y su posible asimilación cultural podría dejar marcas y trastornos indelebles en aquellas criaturas...Prolongar sus vidas con una moratoria de esa clase, quizás no fuese una solución...¿o sí? ¿Era eso peor que dejarlos morir? ¿Acaso debían jugar a ser dioses, o deberían comportarse como humanos y llevarse a todos los que pudiera acoger la titánica nave nodriza? Ahora quedaban sólo semanas para que el sol explotara arrasando todo el sistema de planetas. La nave tendría que partir de inmediato para no ser alcanzada por el avance frenético de una estrella en expansión. Durante los últimos días antes de alejarse de Barbate, tuvieron la suerte de encontrar las ecuaciones adecuadas para explicar cómo pudieron llegar allí, lo que les permitió trazar un plan de retorno. En esos momentos de gran ansiedad, el consejo de especialistas y oficiales se reunió, ésta vez sin los jóvenes. Tomaron un decisión firme y unilateral. </p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-30101094103740690692023-11-02T22:35:00.005+01:002023-11-02T22:58:02.178+01:00La Respuesta<div style="text-align: justify;">Para Hakim, el mundo era un lugar insuficientemente bello por decirlo de forma ladina. Quizás el orbe estaba demasiado recargado de eventos y de escenarios difíciles de tolerar para él. La gente hablaba demasiado o quizás demasiado alto. La luz era cegadora, los colores estridentes y los olores penetrantes. Era un joven abrumado por la vida, por sus propios sentimientos. No se sabe si es que era de los que miraba al sol de frente, o es que había nacido para vivir entre las sombras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por eso había pasado de estar jugando con los otros niños todo el día, a ir perdiendo el interés. Casi sin darse cuenta se fue dedicando más y más a leer o incluso a escribir. Con los años, que volaban raudos, su afición por lo estético y lo armonioso fue creciendo, y el tiempo dedicado a la contemplación fue ganando espacio en un estilo de vida cada vez más dominado por el distanciamiento de lo inmediato y lo fugaz.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A veces se le podía encontrar en la mezquita, rezando solo, bajo la protección de un profundo silencio y el enorme laberinto de columnas y arcos que lo defendían de un mundo exterior cruel y muchas veces incomprensible. Le gustaba ir vestido de un pulcro blanco, lo cual contrastaba a la perfección con su cabello azabache y sus brillantes ojos verdes. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Un amigo de su padre le consiguió un trabajo en el zoco de la ciudad, donde podría ganar algo de dinero. Aunque el lugar era hermoso, lleno de color y emociones, Hakim sufría al tener que soportar el griterío y el caos propio de un hervidero de vida como ese. Escondía bajo las cajas y sacos de especias sus preciados escritos y libros de dibujo a los que dedicaba todo el tiempo que podía. En su fuero interno, estaba ilusionado con poder algún día dedicarse a dar clases en la gran biblioteca y conocer a los sabios que venían de todo el Islam, para poder aprender un lenguaje nuevo o acceder a libros secretos e importantes. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una mañana se disponía a desplegar su puesto de venta, cuando un señor mayor se aproximó a él. Era muy temprano, y no era normal tener un comprador antes de prepararlo todo. El hombre debía ser extranjero porque hablaba árabe en lugar de romance andalusí. Tenía una planta soberbia y una voz quebrada, le dijo que necesitaba varias bolsas de frutos secos, hierbas frescas y especias y las quería preparadas para más tarde. Hakim obedeció sin rechistar, perplejo ante su inaudito cliente. Le pareció una persona misteriosa y de modales exquisitos. Conforme los viandantes y compradores fueron inundando el zoco, y la mercadería estaba ya a la vista, se fue sintiendo más ansioso a la espera de la vuelta a del hombre. Los vendedores parlanchines y la mezcla de olores y sonidos le mareaban ese día más que nunca. Siempre anhelaba tener un poco de paz, pero curiosamente, mientras aguardaba al misterioso caballero, decidió rezar agradecido al recordar que todos los días ahorraba un poco de dinero y al mismo tiempo ayudaba a sus padres. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando el señor apareció, el pedido estaba convenientemente preparado. Ahora Hakim se percató de lo alto que era y del efecto tan elegante que sus largos brazos y piernas creaba en sus gestos y movimientos. Los dos mostraron un interés mutuo. El hombre se llamaba Jalid. Y al hablar pausadamente con el joven, le pareció un crío muy noble para ocuparse de un trabajo tan mundano. Se sintió turbado por esos pensamientos y quiso saber más sobre él. Jalid era originario del El Cairo y estaba en Al Andalus para estudiar todos los libros de botánica que se encontraban en la biblioteca de la ciudad. En su conversación advirtió el talento del muchacho y lo convenció para que le enseñara sus trabajos. Jalid quedó impresionado por los escritos y dibujos del joven. El magnetismo entre ambos creció desde ese momento y ambos emprendieron una buena amistad. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Semanas después, Jalid presentó a Hakim al bibliotecario principal, el cual también gozó con la vista de las maravillosas e intrincadas imágenes que el niño hacía crecer por sus cuadernos. Estaban repletos de plantas de todas las formas posibles. Se le ofreció un puesto de escribano y dibujante de incunables andalusíes. Su tarea iba a ser el copiar y mejorar con la ayuda de sus dibujos, todos los papiros y documentos escritos de la antigüedad que estaban en posesión de la biblioteca. Desde entonces, Hakim dedicó toda su atención a la preciada tarea de cultivar iniciales, letras, palabras y frases adornándolas con maravillosos motivos florales y colores que podían revivir las ideas de los mejores y más remotos sabios que la Tierra había dado a luz. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Entregado a su sagrado ritual de dibujante y amanuense, se convirtió en el hombre más feliz del mundo. Jalid encontró un fiel amigo y dedicado estudioso de las artes plásticas. Ambos iban a rezar a la mezquita, siempre de blanco. La gente llegó a pensar que eran padre e hijo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Un día se anunció la llegada de Ibn Arabi a la ciudad. Fue una noticia muy especial, digna de celebración por parte de los amigos y varios allegados de la gran biblioteca. Desafortunadamente, esto no fue bien recibido por algunos, porque el místico y sabio era demasiado laxo para el gusto de la mayoría. A partir de ahí, comenzaron a haber tensiones y roces entre Hakim y los demás. Meses después del anuncio apareció el sabio por la ciudad. Al fin acudió a la biblioteca ante una gran expectación. Le acompañaban varios hombres santos, y pudo dar varias conferencias entre los miles de códices y entre cientos de espectadores, que quedaron igual que Hakim, prendados con su iluminadora visión del Cosmos y la posible misión de los humanos en dicho espacio. Después de tal trascendente aprendizaje, las ideas y palabras del maestro rebotaban en la imaginación del joven como un eco eterno. El amor lo empapó por completo, como una lluvia torrencial, implacable. Se sintió pleno, inseminado de un afecto supremo, celestial, algo nunca antes visto o sentido por su espíritu. Su corazón se sintió liberado, descubierto al fin. Sintió su alma desnuda, a la vista de todos. Sin embargo, tras ello se notó a si mismo algo resquebrajado y mustio, especialmente ante la inminente partida de Ibn Arabi. Anticipando una catástrofe, le suplicó acompañarlo junto a los otros hombres que hacían de cortejo. Curiosamente, en su continuo devenir, Ibn Arabi marcharía pronto a El Cairo. Para Jalid era una oportunidad para volver a casa supervisar el progreso de sus negocios, y al mismo tiempo llevar al muchacho con él, y ayudarle en el viaje y la estancia en una ciudad nueva. Al fin y al cabo, Hakim jamás había cruzado las murallas de Qurtuba. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Recorrieron la costa africana en barco, y semanas después arribaron al fin en el destino. La experiencia fue agotadora, pero también un giro total a su forma de entender el mundo. Todo era diferente, pero reconocía que desde que Ibn Arabi llegó a su vida, se tornó más maduro y su personalidad más retraída y ascética. En la distancia empezó a captar un profundo dolor tras haber dejado atrás a su familia, a su ciudad, y todo lo que conocía. La ansiedad le podía, a pesar de gozar de la protección de Jalid y todo eran preocupaciones ¿Qué haría ahora sin su metódica entrega al dibujo y la escritura? ¿Cómo podría vivir sin el silencio y la quietud de la atmósfera de la biblioteca más grande del mundo? El vacío y la incertidumbre ocupaban un espacio emocional creciente, en constante lucha con su desarrollo espiritual. Pero el maestro le advertía con frecuencia, de la necesidad de superar las dualidades y él seguía férreamente sus indicaciones, su camino, dondequiera que hubiese que ir. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jalid no se sentía libre de abandonarlo en El Cairo y menos aún dejarlo marchar a donde el santo varón decidiera. La situación empeoró cuando semanas después de llegar a la ciudad del Nilo, les llegaron noticias de que la biblioteca de Qurtuba había sido destruida en medio de una espiral de violencia y caos político. Hakim nunca había prestado atención alguna a la compleja realidad social en la que vivía y aquella noticia le partió el alma en dos. Desde entonces su rostro se volvió pálido y sus ojos perdieron su característico brillo y vivacidad. A pesar de que mantenía contacto epistolar con la familia y los amigos, cosa que le proporcionaba cierta tranquilidad, tuvo que soportar el saber de la muerte de algunos debido al tumulto y la violencia contra la biblioteca.<span style="text-align: left;"> </span>Gracias a Dios, Ibn Arabi y Jalid estaban a su lado, y le daban fuerzas y orientación para no perder el control. Hakim estaba perdido. Su alma vagaba en pena, destruido por el horror incomprensible, y por más que buscaba sosiego espiritual o intelectual, su mente sufría de una melancolía y pérdida irreparables. En aquellas circunstancias, sintió terror y no supo si podría volver a Qurtuba o si quería continuar viajando con el sabio Ibn Arabi.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Un día que decidió perderse por los limites de El Cairo, acabó llegando a las grandes pirámides y a la Esfinge. Se quedó allí absorto. La mudez de la Esfinge le ayudó a recobrar el aliento. Su figura inescrutable le proporcionó alguna respuesta. Quizás el tiempo acabaría con todo al fin, y podría haber perdón y redención. No era el momento adecuado para sentir odio y un instinto asesino contra sus enemigos, pero ¿cuándo es adecuado sentir un odio desatado? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jalid percibió la amargura y los sentimientos encontrados de Hakim. Jalid tendría que reemprender su trabajo de investigador y marcharía a Bagdad muy pronto. Gracias a su influyente posición, le ayudó a encontrar trabajo en la biblioteca de El Cairo. Pero Hakím no se entregó a ello de la misma forma que antes. Su trabajo se volvió errático y la calidad de sus trabajos se resintió. Incluso su carácter se fue volviendo irritable y arisco hacia todos y todo. Tal fue su rabia que Jalid e incluso Ibn Arabi se marcharon de la ciudad sin poder despedirse de él, por temor a algún acto agresivo o a herirle al transmitirle la noticia de sus partidas. Se quedó solo, pero no se sintió abandonado. Sabía que fue él mismo el que había creado ésta situación. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al cabo de los años, llegó a sus oídos que un mago estaba reuniendo miles de libros en una isla perdida, llamada Alborani. De hecho, algunos capitanes de barcos que llegaban a El Cairo informaban de haber sido abordados por piratas de libros, en una zona marítima comprendida entre Al Andalus y el Magreb. La extraña historia de Alborani revivió su alma malicienta. Invirtió cada vez más esfuerzo en viajar de aquí y allá, visitando el puerto y hablando con todos los marinos que podía para averiguar más y más sobre ese misterioso lugar. Cuando tuvo un plan, ya había ahorrado suficiente dinero para dirigirse a la ignota isla, la cual lo llamaba como un poderoso imán. Decidió llegar hasta Milila, la ciudad portuaria más cercana a la isla y permanecer allí acechando a todo barco que arribase para poder así negociar una posible visita a la ansiada isla. Su corazón, emponzoñado por oscuros sentimientos fue recobrando cierta vitalidad, a pesar de volver a cambiar de ciudad y de ambiente. De nuevo se veía perdido entre ruidos, gritos y gentes extrañas. Muy alejado de las sagradas estancias plagadas de océanos de letras, donde él navegaba con maestría, ahora se perdía en mares procelosos que le provocaban terribles pesadillas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al fin, un barco capitaneado por un turco, llegó a la ciudad. Hakim conocía a todos los que podían contarle quién y cuándo había atracado, de modo que pacientemente esperó al capitán y los marineros por los cafés, hasta poder crear un falso encuentro casual. Su estratagema le ayudó a desvelar al fin, el secreto fundamental que perseguía. El capitán llevaba provisiones regularmente a la isla y la defendía de los curiosos. Hakim le imploró que le llevase a ella. Le daría lo que quisiera. Le dijo que sería muy útil debido a sus conocimientos. El hombre llamado Turgut, se mantuvo muy cauto y le dijo que le daría una respuesta meses después de informar al sabio de la isla. No venían a Milila con frecuencia como era lógico. Los meses pasaron muy lentos, pero Hakim se mantuvo firme en su convicción de que su petición sería escuchada. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando al fin llegó el día, el turco apareció con una expresión enigmática. Se sentaron en un café frente al mar. Y muy serenamente, el hombre le dijo lo siguiente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Hakim, tengo que darte una respuesta como te prometí. Pero en realidad, la respuesta la tienes tú. Han ocurrido cosas horribles en Qurtuba hace unos años. Tienes la ocasión de reparar el daño hecho a la ciudad, si vuelves y recuperas algunos de los códices que no han sido destruidos. Así tendrás ocasión de abrazar una vez más a tu familia y ver a tus amigos. Si vuelves a Milila con los libros y te llevamos a Alborani, ya nunca más volverás a Al Andalus. Tienes que elegir. Piénsalo. Partimos en una semana. Te esperaré aquí mismo a la misma hora en siete días con tu decisión, para poder transmitírsela a Gibarian. Si decides ir a Qurtuba, te recogeremos aquí en el plazo de un año. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-De acuerdo, nos veremos aquí en una semana, que Dios te bendiga, Turgut.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hakim también se mostró hierático y reflexivo sin poder revelar un anticipo de su decisión. Se marchó con la mirada perdida. Atravesó la ciudad hasta llegar a su aposento y allí quedó durante siete días, pensando en qué le diría al capitán. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-67508082846444364152023-10-30T20:51:00.004+01:002023-10-30T20:59:23.840+01:00El Escudero<div style="text-align: justify;">El niño lo fue siguiendo durante varias leguas a una distancia prudencial. Parecía tener una fé ciega en que lo alcanzaría en un momento dado. De hecho, el perseguido no iba deprisa, pero él era solo un renacuajo. El caballero recorría el camino con su semental, embutido en su armadura, cargado de espadas y demás armamento militar, mientras que él, un pequeño gorrión descalzo y con solo unos harapos por ropaje, lo perseguía sigilosamente, como un duende de los bosques. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><div style="text-align: justify;">El soldado había aparecido solo, por la aldea, llamando la atención de los niños inmediatamente. Iba cabizbajo y silencioso. Solo lo advirtieron gracias al bufar de su caballo y el choque de las herraduras contra el empedrado. La niebla lo dejó que se materializara allí en medio de la minúscula plaza, para asimismo desaparecer de igual modo tras abastecerse de algunas viandas. Pero el más pequeño de todo el pueblo no pudo sino seguirlo, sediento de curiosidad e hipnotizado por la poderosa figura de aquél gigante.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Dejaron atrás un apretado sotobosque tras el que se abrió un profundo valle. Al fondo estaba una abadía muy oscura, con una torre altísima en el centro de la misma. El niño estaba ya agotado, y se desvió al río para calmar su sed y aliviar sus piececitos. Para cuando reemprendió el camino, el gigante ya había llegado a la abadía. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los monjes lo recibieron en silencio y diligentemente. De alguna manera, debían de estar esperándolo. Se llevaron el corcel a las cuadras, mientras que él se dirigió a encontrarse con el abad. Algunos edificios estaban medio derruidos, incluyendo una iglesia antigua. El niño llegó mucho más tarde, y en medio de la oscuridad, casi a tientas, sólo pudo encontrar refugio allí, donde creyó que nadie podía verle. Al día siguiente, estaba muy débil, casi sin fuerzas. Estaba agazapado entre las ruinas, tiritando de frío. Cuando despertó se encontró en medio de una imagen sobrecogedora. El enorme soldado estaba rezando de rodillas frente al maltrecho altar. Las dos paredes que todavía sostenían un quebradizo techo era altísimas, y creaban un juego de luces fantasmagórico, que la bruma matutina no hizo sino enaltecer más aún. Parecía ensimismado en su meditación profunda, quizás recordando batallas o a una mujer a la que amó. Después de largo rato, aparecieron varios monjes, que avistaron al pequeño salvaje. Se lo echaron en los brazos, puesto que el chico estaba prácticamente sin aliento, muy demacrado y débil. Al llevarlo a la abadía, no pudo decir palabra alguna. Solo derramar unas lágrimas señalando al silencioso caballero que ahora se había girado hacia los monjes, dejando ver una cara barbuda, con una enorme cicatriz que le atravesaba la cara de un lado a otro. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los monjes lavaron y dieron un suculento desayuno al pequeño. También le dieron ropa nueva, aunque quizás algo más grande de lo debido. En ese momento comenzaron los cantos de maitines con bastante retraso debido a la inesperada aparición del niño. El caballero apareció en la abadía y escuchó junto al niño los cantos espirituales hasta que tras su conclusión, los monjes se retiraron hacia los huertos y zonas de trabajo para dar comienzo a las labores diarias. El eco de las voces todavía resonaban en lo alto de los infinitos arcos de piedra, cuando el abad y el guerrero hablaron en un lenguaje desconocido para el chico. El niño entendió de alguna manera, que el héroe reemprendería su viaje, y espontáneamente rompió a llorar en silencio. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Él mismo se dio por derrotado y se marchó a casa sin decir adiós. Desecho y abandonado a su suerte, se entregó a su propia pena tratando de contener su llanto con gran esfuerzo. Al rato de caminar empezó a notar los sonidos secos de la cabalgadura y el golpeteo de los aceros. Sintió el poderoso aliento del caballo por encima de los hombros pero no quiso volverse. Al poco, el caballero ya estaba a su altura. De pronto sintió como si levitara, y se alzó hacia los cielos como por encanto. Cuando se dio cuenta, estaba montado delante del héroe, llevando las riendas del caballo. Dieron media vuelta y se adentraron en el infinito paisaje de las montañas nevadas que les llevarían a otro mundo. Sus almas se habían encontrado para proyectarse más allá de la imaginación y de los horizontes. Quién sabe cuántas aventuras correrían juntos. El pequeño mozalbete sonreía ahora hacia dentro, aprendiendo ya a vivir como un hombre. </div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-42731071194799950542023-10-27T21:09:00.005+02:002023-10-28T19:51:07.445+02:00Gur<div style="text-align: justify;">Domingo 25 de Mayo de 1681. Doce y Cuarto de la mañana, en un día brillante...el sol está todavía en el cénit dejando poca sombra en la ciudad. Pedro Calderón de la Barca, uno de los dramaturgos más importantes del Imperio, está en su lecho de muerte. El médico y un sacerdote abandonan la alcoba, y con él se queda a solas, un joven cura de su misma congregación, que el artista aceptó como pupilo hace sólo unos años. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pedro: -Voy a morir en seguida...no te vayas. Tengo algo importante que decirte. Ya me he despedido de todos, pero me quedas tú...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gregorio: -No ha podido vuestra merced acabar con "La Divina Filotea"...si lo desea podría intentar finalizar la obra...no sé si es eso lo que quiere decirme, perdóneme por mi vanidad...qué ridiculez acabo de proferir....lo siento mucho. -Se pone de rodillas frente al enfermo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pedro: -Gregorio, recuerdas mi obra "La Vida es Sueño"? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gregorio: -Por supuesto, ¿cómo no? es una de mis favoritas. Es una obra de valor incalculable...reverendísimo padre...rezo por vos, que Dios lo acoja en su seno... -Sollozos-</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pedro: -Querido Gregorio, eres una promesa de la congregación y has aprendido conmigo el arte de la dramaturgia. Confío en tí todas mis ilusiones. Pero también quisiera contarte mis temores, antes de marcharme...que Dios me proteja...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gregorio: -Estoy dispuesto a escucharle, padre, soy todo oídos, por favor...hábleme...despacio...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pedro: -Con voz muy débil, casi inaudible ahora- Querido mío, quisiera confesarte que dicha obra fue producto de un extraño sueño que tuve en la juventud...y que después se fue repitiendo de mil formas</div><div style="text-align: justify;">diferentes...pensarás que estoy delirando...quizás lo estoy...pero necesito contarte ésta historia antes de reunirme con el Altísimo...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gregorio: -Temblando de miedo- Por favor, está muy cansado, no tiene porqué, pero si es su deseo, <span> </span>estoy aquí...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pedro: -Turbado y con voz quebrada- Que Dios me perdone, pero de joven tuve ese sueño donde soñaba que mi vida era.... el sueño de un gigante llamado Gur. El gigante era tan grande o más que éste mundo. Quizás para él, nuestro planeta no sea más que una idea salida de su cavernoso cerebro, y mis pensamientos no más<span> </span>que la breve historia de un personaje soñado por él mismo. Gur me ha perseguido durante <span> </span>años en mis sueños, por las noches...contándome mi vida, adueñándose de ella...dictándome las historias que yo mismo cuento, mientras yo, como por encantamiento, le obedecí como un esclavo. Solo<span> </span>he contado al mundo lo que él me ha ido destilando, como si todo mi papel no hubiera<span> </span>sido más que el de<span> un humilde </span>escriba al dictado de un descomunal demonio de otro mundo...¡Qué horror! Nunca he osado preguntar a nadie, si quizás Gur fuese la voz del Altísimo, o si quizás Gur fuera un ángel mandado por Él para probarme...he vivido entre la locura y la cordura desde entonces...con ésta ponzoña royendo mi corazón...Quizás sea un Genio maligno o el mismo Diablo, que ha jugado conmigo...ahora me siento traicionado por mi propia<span> </span>ambición...Pero también creo que quizás sea todo un engaño de los sentidos, una paradoja de la inteligencia...solo que...poco a poco <span> </span>y con los años he ido sintiendo con creciente fuerza, la sensación de vivir despierto cuando estoy soñando y dormir cuando estoy despierto, porque es sólo cuando estoy con Gur, cuando veo las cosas con más claridad. Su poder es inmenso y su visión de la humanidad es diáfana como la atmósfera tras la lluvia...no puedo respirar...todo se está volviendo oscuro...quizás Gur me lleve a los cielos...ya he vivido este momento antes...o lo he soñado...todo ya ocurrió, el tiempo es un absurdo...¡Jesús misericordiosoooo!....-Pedro cae hacia atrás con la boca y ojos abiertos, en posición decúbito supino.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gregorio: -Señor...estoy confuso, no le entiendo muy bien. Perdóneme, quizás es un momento sagrado donde la fé le está poniendo a prueba. Aférrese al Señor...¡por favor se lo pido! -Junta sus manos desesperadamente y reza con los ojos muy cerrados-</div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-39307803711645989862023-10-24T01:16:00.004+02:002023-10-24T17:37:44.714+02:00Culpad a Gilda, Chavales<div style="text-align: justify;">La cantante vestía un extraño traje negro, algo anticuado que dejaba al descubierto los hombros. Se había desecho de unos guantes larguísimos mientras cantaba, y con ello y su cimbreante cintura, había hipnotizado a toda la audiencia. Porque sus brazos desnudos se habían transformado en piernas, y su boca...su boca se había tornado en otra cosa aún más inquietante. Tras la intervención, pareció perder los papeles y el dueño del local acabó dándole una tremenda bofetada, evitando la orgía que una marabunta de hombres en smoking trataban de materializar allí mismo. Todo era tan irreal. Tan sensual, que no podía tener nada que ver con su vida. Afortunadamente, algo le distrajo y se alejó de la televisión. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Parece que el suelo tembló y todo el mundo quedó paralizado de terror. Él salió de la casa, olvidándose de todos los que estaban allí. Conforme se fue alejando de la ciudad que se rompía bajos sus pies, sus penas y confusión también se quedaron como ancladas allí, en la distancia. Iba tambaleándose al ritmo del seísmo, pero continuó andando hacia ninguna parte, sin miedo, sin memoria.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ahora estaba perdido entre un profundo bosque de alcornoques. Conforme se adentraba en el corazón de la selva de corcho y las almohadas de hojas, el silencio se apoderó de su mente. Los árboles empezaron a mostrar su verdadera presencia. Su majestuosidad, les daba una particular resonancia. Él no sabía si quizás deliraba. Gilda se asomaba entre los claroscuros del sotobosque, allá al fondo. Sus brazos se movían a ritmo de una canción inexistente, y su cabello leonino afirmaba una feminidad rotunda. Quizás quería jugar al esconder.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El suelo era blando, como las nubes que poblaban la atmósfera. Le invitaba a continuar adentrándose más y más en lo desconocido. Siguió adelante, quizás persiguiendo a Gilda o alguna ninfa, que también quiso engañarlo. Hasta que encontró un estanque. Y al lado del estanque un enorme y antiguo alcornoque. Tan alto que llegaba al infinito. Pensó que sería un lugar perfecto para colgarse del cuello. Pero al pensar en ello, el cielo se oscureció y el estanque frunció el ceño. El enorme árbol se quedó ahí, algo inquieto, sin saber qué hacer con sus grandes ramas como candelabros. Pasaron siglos, y vio pasar a otros hombres, que también quisieron colgarse desde los brazos del sagrado alcornoque. También vio pasar a muchas Gildas y a muchas ninfas. De hecho, pasaron muchos eones hasta que el estanque recobró su color original. Y al final, sus pensamientos le dejaron marchar. A través de las espesas copas, empezó a ver un claro y se dirigió a lo que podría ser una pradera. Pensó que no tenía sentido salir del bosque. Creyó que jamás volvería a ver a nadie, sintiendo una secreta euforia en su fuero interno. Pero al final encontró la claridad, la expansión de la luz y la desnudez de la tierra. Se sentó allí justo en el borde entre las torres arbóreas y la planicie durante horas, dejando que el firmamento descargara toda el agua dulce del mundo. La pradera se encharcó muy lentamente. Pero el hombre fue paciente. Se dio cuenta que las arenas de la pradera eran permeables y comprendió porqué allí en medio, los del pueblo habían construido un pozo. Sí, en medio de la nada. Ahora tenía sentido. En efecto, tras la lluvia vino el sol y tras el sol desapareció el enorme charco, que fue tragado sin prisas por las arenas de la pradera, como por arte de magia. Tras disfrutar del espectáculo tomó dirección sur y desapareció entre las colinas, dejando atrás el hermoso y oscuro bosque de alcornoques. Desde la altura quiso mirar por última vez a la linde de aquel océano verde y pudo otear la figura negra de Gilda, reclamándolo sin éxito. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Siguió hasta caer exhausto, recordando de pronto de dónde venía. Supo que no era libre. Y se sintió presa de sus recuerdos, de sus obligaciones. Se sintió cargado de identidades y armaduras, trajes, gafas y corbatas. Al menos pudo escapar a otra dimensión gracias al terremoto. Había que culpar a Gilda de todo. Ella lo amaba, ella deseaba asumir toda la culpa. Lo alejó de su mundo. Lo irreal quiso saltar desde el vacío tubo de rayos catódicos hasta alcanzarlo y darle de lleno en su hipotálamo. Quién sabe cuando volverá a ser la víctima de los terremotos pélvicos de Gilda. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-31699812448516977292023-07-23T04:03:00.006+02:002023-07-23T04:22:53.160+02:00Aguasanta<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Su hijo llegó a casa como siempre. A
la hora que quiso y sin avisar. Pero también, acompañado por
aspavientos y una voz atronadora, para así dejar claro que ella
estaba en deuda, el mundo estaba en deuda con él. Y por eso podría
hacer y deshacer a su voluntad, porque estaba lleno de ira y de
reproches, y alguien tenía que absorver toda aquella retahíla de
mentiras en pos de curar unos traumas que más que dolor para él, le
generaban dividendos y derechos inalienables. Hoy Aguasanta no quiso
callar y le respondió con calma. No se puso a su nivel. Su voz fue
firme, sosegada, racional. El joven quedó sorprendido, quizás
perplejo. Esa forma de hablar era nueva. Le comentó que no estaba
bien que apareciera a la hora que le diera la gana, pero que si eso
sucedía tenía que asumir ciertas responsabilidades. Eran cerca de
las ocho de la tarde, así que si deseaba almorzar o cenar o
cualquier cosa parecida, iba a tener que preparar él mismo la
comida. Se marchó del salón muy tranquila hacia su dormitorio. El
otro se quedó allí parado, maquinando una respuesta contundente
contra la madre, pero con tanta dificultad que tuvo que darse más
tiempo de lo acostumbrado antes de bramar como un descosido.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br />
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Se dio un poco de maquillaje y eligió
ropa que hacía siglos que no se atrevía a llevar puesta. Cogió las
llaves del coche y su móvil y se marchó sin dar más explicaciones,
igual que lo hacía el golfo de su hijo. La prisión de menores, o
mejor dicho, el centro de internamiento, lo había vuelto más
atrevido y seguro de si mismo. Nada de arrepentimientos ni de
promesas de cambio, sino todo lo contrario. Mientras meditaba sobre él, se dio cuenta que su mente había empezado a narrar su tragedia familiar de forma diferente. El psicólogo de la seguridad
social le había dicho algo sobre sí misma que no conocía o a lo
mejor había olvidado. Para variar, se había permitido dejar de
engañarse, estaba llamando a las cosas por su nombre. Era el momento para tomar decisiones basadas en sus necesidades.
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br />
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Era sábado por la tarde y el
ayuntamiento de San Roque cerraba el festival de flamenco de verano
con un recital donde el elenco era de mucha categoría. Entre los
artistas se encontraba la Terremoto, Manuel de la Tomasa y Fernando
Canela entre otros. Fue sola, porque no tenia amigos. Pudo aparcar
cerca de la plaza de Toros sin problema. Hacía mucho más fresco que
los días anteriores y el paisaje despejado del pueblo le subió el
ánimo. Todo estaba muy limpio, los jardines muy verdes y la calle
tranquila. Tenía tiempo de sobra así que se fue al casco antiguo y
se tomó una cerveza y una tapa en el Depor, en la calle General
Lacy, no muy lejos del museo de San Roque. Se permitió percatarse de
las miradas y gestos dirigidos hacia ella de hombres y mujeres.
Para su propia sorpresa, percibió que existía para los demás, y se sintió muy bien. Incluso cuando volvió
hacia la plaza de Toros fue bamboleando las caderas, como cuando era
más joven.
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br />
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">La gente fue llegando poco a poco a la
plaza. Todo estaba dispuesto, incluso había un ambigú ya lleno de
gente, donde una docena de camareros despachaban a diestro y
siniestro pinchitos y cervezas. Se colocó muy cerca del escenario
porque todavía era temprano. Había niños y mayores, como
corresponde a un evento cultural andaluz, y por tanto la atmósfera
era festiva. Aunque los artistas comenzaron algo tarde, todo el mundo
se mostró paciente. Ella disfrutaba de su soledad como nunca antes.
En cuanto empezó el cante, se dejó llevar por la música. Las voces
masculinas la envolvieron, con las palmas y las guitarras de fondo, marcando el compás. Las figuras en el escenario eran constantemente
dibujadas bajo la luz cambiante de los focos. El humo atmosférico
trazaba infinitas fractales al ritmo de los láseres y el cante
destilaba un néctar nuevo a cada estrofa, una ilusión y una
sorpresa tras cada rima acertada, tras cada quejido amoroso. Cuando
la Terremoto irrumpió en el escenario, Agusanta estaba sumergida en
un océano de emociones que había redescubierto sin desearlo. </p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Aprovechando un breve descanso se dirigió al ambigú para comprobar
en las distancias cortas, el efecto de sus curvas y el color de su
piel en los hombres que pedían en la barra. A través del lenguaje
corporal de su improvisada audiencia, se permitió sentir que su cutis era
de melocotón y sus ojos eras castañas enormes y brillantes.
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br />
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Fue una noche maravillosa, y como toda
Cenicienta, ella sabía que tenía que terminar por donde había
empezado. Así que al llegar al barrio su carroza se convirtió en un
Peugeot 205 con mil abolladuras y la reina de la fiesta se transformó
en una madre abusada. De hecho, el muchacho la estaba esperando.</p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-¿Qué horas son éstas? ¡Pareces una
puta!...Ella no tenía ganas de discutir. Solo de seguir sintiendo un
poco más aquella nube de magia, una nube redonda, como una plaza de
Toros. Como no le hizo caso, se puso cada vez más gallito hasta que
le de dio un puñetazo en el hombro y después la empujó con mucha
fuerza. Aguasanta se cayó y se golpeó la cara contra la mesa de
cristal. En lugar de alimentar la pelea, se sacó el movil y mientras
se dirigió a su cuarto llamó a los nacionales sin pestañear, tal y
como le dijo el psicólogo. No se limpió, ni trató de disimular los
golpes como había sucedido decenas de veces. Hoy no. La policía se
llevó al hijo y ella se acostó con la boca con sabor a sangre y a
triunfo. </p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-56301274695320082372023-07-01T23:10:00.005+02:002023-07-01T23:22:09.871+02:00La Doma y la Bestia<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOUZ0T1vUZckyV0Wzv3YW5gb5cU5m0AbUzqYGIzg7wKUKofQjlY8ypN2W1FzDNKQofnhMEp7ovyYhGHyO51FawW2Ml20Ww11O1BUmOWvRy6i_5HPZcZGROGGuI-A0qG-5KPbPA0q3icjO0X88YRgOTyZkRoibLOxjulDqdm06w13pnTYMMt2kQGw/s4080/IMG_20230406_194007.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1836" data-original-width="4080" height="144" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOUZ0T1vUZckyV0Wzv3YW5gb5cU5m0AbUzqYGIzg7wKUKofQjlY8ypN2W1FzDNKQofnhMEp7ovyYhGHyO51FawW2Ml20Ww11O1BUmOWvRy6i_5HPZcZGROGGuI-A0qG-5KPbPA0q3icjO0X88YRgOTyZkRoibLOxjulDqdm06w13pnTYMMt2kQGw/s320/IMG_20230406_194007.jpg" width="320" /></a></div><br /><p></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Prefiero confesar el trasfondo de esta
historia desde un principio. Estoy aterrado, vivo con un constante
temor. Quizás lo sé todo y no debería. Lo mejor para una persona
es vivir y afrontar su presente sin mayor preocupación que resolver
aquello que tiene literalmente entre manos. Yo nunca fui así. Al
contrario, siempre he vivido el pasado, el futuro y lo peor de todo,
he sufrido las más oscuras fantasías propias y ajenas como si
fuesen latigazos autoinflingidos. Por eso tengo alma de escritor. El
reguero de tinta que discurre con esta narración me lleva finalmente
a un sentimiento ambivalente de culpa y odio. Sigue el reguero.</p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Anoche iba a ser mi último día de
Feria. Una Feria que no he ansiado, igual que todo lo bueno que me
rodea. Estar aquí es un esfuerzo, respirar un suplicio. Ahora que la
vida me guiña un ojo, resulta que mis deseos se jubilaron
anticipadamente. De hecho, dejo pasar lo que acontece con desdén,
una y otra vez. Espero que todos me perdonen.</p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Al llegar al Real, me situé una vez
más como buen sevillano, en un escenario potencialmente peligroso.
Con desconfianza había atravesado las calles de los Remedios, al
atardecer ya oscuras pero atiborradas de feriantes que como nerviosas
hormigas iban sedientas de manzanilla y baile en dirección a sus
casetas. Reconocí una vez más el escenario ferial, saturado de
polvo y magia. Las luces de los farolillos y las mujeres enjaezadas
en sus faralaes me hipnotizaban a mi pesar. Yo solo buscaba el origen
de una amenaza. Al adentrarme entre los límites entre la Calle del
Infierno y la ciudad de lona construida para el placer, pude
reconocer varias furgonetas azules de la polícia que maniobraban
para tomar posiciones. Su presencia me reconfortó. De hecho, me
acerqué hacia ellas, para permitir que la cercanía de los uniformes
me inyectaran un tranquilizante de corta duración. Disfruté de los
ademanes y la autoridad de los uniformados. Incluso me sentí
afortunado de poder ayudar a un agente que se había colocado mal su
chaqueta. Su respuesta agradecida y masculina reverberó
adecuadamente hasta activar la memoria de mi padre, un policía de
pro.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Conforme avanzaba, me fui aproximando a
Pascual Márquez, comprobando los movimientos de los hombres,
sintiendo temor por ocasionales griteríos y potenciales amenazas
sobre todo de muchachos jóvenes demasiado afectados por el alcohol y
sobre todo ahogados en su propio Ego supurante. No ocurrió nada malo.
Llegué hasta la caseta y saludé al guarda. Un hombre recio, aunque
muy pequeño. Su estoicismo y bondad brotaba de su mirada seca, como
el esparto. Le pregunté cómo le había ido el día y me dijo que se
había desmayado del calor. Me dolió escuchar su relato sosegado,
admitiendo sin rabia que la compañía de seguridad no permitía
llevar calado un sombrero bajo el sol de justicia que había
castigado la Feria toda la semana. Agradecido por compartir su dolor
sereno, avancé hacia el interior de la caseta y paso a paso fui
saludando a los feriantes todas caras conocidas, ninguna amiga. </p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Mi
mujer y mi hija me esperaban dentro. Llevaban todo el día festejando
la vida. Pacientes y dulces me recibieron con vino y gambas. Me
relajé comprobando que aquello no estaba atestado y me podía sentar
donde quisiera. Elegí un ángulo visual hacia el exterior, con la
espalda pegada a la pared. Me actualizaron sobre las incidencias del
día, regalándome sonrisas y anécdotas sobre sus bailes que
narraban como si acabaran de hacer la primera comunión. Querían
arrancarme una sonrisa y les fui permitiendo que lo hicieran,
mientras miraba el reloj de vez en cuando, ansiando volver a casa.
Fueron pelando la amargura de mi psique, hasta ir dejando al aire un
Yo algo menos paranoico. La niña se marchó con sus amigas a la
Calle del Infierno, acompañadas por un adulto. Eso me hizo sentir
menos preocupado, pero el estómago me daba punzadas. Un poco más
tarde llegaron nuestros amigos de siempre, con los que nos tomamos
vino y jamón, y nos hicimos fotos, mientras compartíamos nuestra
perplejidad al comprobar que la vida avanza, los hijos maduran,
mientras nosotros nos resistimos en vano a experimentar ese proceso
del cual empezamos a estar más que hartos. En realidad, todo el
mundo está perplejo en su interior, sólo pudiendo reconocer dicha
perplejidad en soledad. Estamos viviendo un mundo sin tiempo, donde
cada instante está ocurriendo a la vez que el otro o el de más
allá. Nuestra niñez, está ahí en esa esquina, mientras que la
adolescencia se encuentra al lado, cerca de la caseta, y la adultez,
canosa, está sentada mirándolo todo con cara de desahucio. Con
ello, la velada transcurrió dentro de lo razonable, con idas y
venidas a varias casetas. Saludando a mucha gente, recibiendo miradas
y guardándome el deseo en los bolsillos, como billetes de autobús
arrugados que nunca podrán llevar a ningún sitio. Supongo que debo
ser atractivo, pero ya es algo inútil. A pesar de todo, guardo a
buen recaudo cada mirada, cada deseo, porque me hacen daño aunque
también, por si acaso. El pecado me castiga, igual que el peligro.
Soy un acumulador de dolor, que se arrastra por doquier absorbiéndolo
como si fuera ectoplasma. Pero soy un pecador, como buen cristiano.
Por tanto, hay que mantener toda la radioactividad a buen recaudo,
como fuera alpechín. Para que no contamine las limpias aguas de la
vida en sociedad.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">La noche siguió avanzando y como es
lógico hubo que seguir bebiendo y bailando. Algunos visitantes e
invitados renovaron la sangre de la caseta, y también causaron
controversia. Una gitana muy morena bailaba como una loca, cazando
miradas, lanzando embrujos, hasta que su gitano se enfadó lo
suficiente, que no fue mucho, porque iba muy aliñado de fino y de
otros productos químicos y moléculas importadas de Colombia. El
hombre me propinó una torta con la mano izquierda cosa que me
sorprendió y también me agradó mucho. Fue como hacerme un enorme favor.
Me sacó de un solo golpe toda la neurosis que tenía acumulada durante años en las
venas, y dejó espacio para que la escasa testosterona que me quedaba
brotara sin freno. Es de agradecer y también es un fenómeno paradójico que un drogata me curase de mi enfermedad mental a base de bofetadas. Aquella torta generosa como el beso de una madre,
la disfruté a fondo. El infinito de mi pensamiento pudo analizarlo
todo hasta la saciedad, y aunque fuesen milisegundos después cuando
le lancé un directo de izquierda, en realidad todo ya había
sucedido. El gitano se había labrado una noche truncada por él mismo,
aunque fuera veinte años más joven que yo. Me propinó una patada muy
original, debido a que también fue con la zurda, tras lo cual
recibió cuatro o cinco ganchos que fueron un disfrute mayúsculo. Debí de reventarle los dientes y la nariz, pero para mí fue como cortar un cinco jotas, o servirme un exquisito paté de hígado de pato. Parece que entre los golpes, otros carcamales y jóvenes se unieron a
la pelea, puesto que vi sillas y mesas volar por doquier. Las mujeres
salieron a fuera corriendo y tras esto, vi a los hombres salir propulsados de un
lado a otro por empujones y golpes titánicos, como si Neo o Morfeo
estuviesen golpeando a varios malvados agentes de Matrix. De hecho,
las paredes se rompían y caíamos a otra caseta y otra y otra.
Rompíamos todo lo que había, sin respetar nada, ni las mesas
repletas de jamón y catavinos. Al final cientos, miles de sevillanos
se unieron a nuestra pelea, sacando lo mejor de nosotros mismos. Toda
la Feria sucumbió al dios ancestral con fauces de acero, y tras la
prueba, el miedo fue borrado de la faz de los hombres. Al fondo, las
flamencas, en el albero, lloraban y gritaban, pero era un coro
griego, necesario en toda tragedia.</p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Cuando aquello terminó, mis puños
tenían el tamaño de guantes de boxeador, y mi corazón latía con
plenitud, mi alma estaba limpia, serena. Conocí al fin la verdad
tras el miedo. La paz de la guerra y el perdón después de la
paranoia. La sangre bendecía nuestras caras y cuerpos. Todos estaban
cansados e indiferentes ante la policía. Cuando llegaron todo el
mundo parecían haber recibido una dosis masiva y colectiva de haloperidol. Eso son los milagros de la lucha, desconocidos para mí hasta ese momento. De hecho, seguimos bebiendo incluso, con risas rotas, pero risas al fín y al cabo. La
destrucción dio paso a una emigración pacífica al barrio de Los Remedios a
comer jeringos con chocolate con sabor sanguinolento. Los hombres me siguieron ciegamente, como indios inspirados por un Gandhi de la guerra. Dormí como nunca, con el pecho henchido, orgulloso de la sevillanía
y el círculo de preguntas y respuestas sin fin, se cerró
finalmente. El miedo quiso domar mi vida pero una bestia me salvó.</p>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-391809604435398952023-06-17T20:03:00.008+02:002023-06-18T12:46:54.221+02:00Los Crímenes de Frankfurt <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi38u_uhdvI5LRFHbulEZFHsf7qkhQlmztVq1AU-txYByfGTf_0IJWSARWCf5pcO4tBx54rPZZlu8bjZTLv5W1vwoUGjHkDWlzu5PVyTUH665Dy12TtyckRedVxEzzyqtExn4OPQyQH-a0eweBYkP0y2U8aIaFj18h0ViPsm1C9fJRG4rjTOlQ/s4080/IMG_20230618_123336.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4080" data-original-width="2296" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi38u_uhdvI5LRFHbulEZFHsf7qkhQlmztVq1AU-txYByfGTf_0IJWSARWCf5pcO4tBx54rPZZlu8bjZTLv5W1vwoUGjHkDWlzu5PVyTUH665Dy12TtyckRedVxEzzyqtExn4OPQyQH-a0eweBYkP0y2U8aIaFj18h0ViPsm1C9fJRG4rjTOlQ/w164-h300/IMG_20230618_123336.jpg" width="164" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era el final de la década de los sesenta, y él era un psicólogo bastante mediocre. Había acabado trabajando en la cárcel de Frankfurt, simplemente porque estaba cerca de su familia, en especial su madre, la cual siempre le preparaba unos goulash que le encantaban. Tenía una novia que procedía de la Alemania Oriental, cosa que le daba cierto aire de superioridad en la relación, o al menos eso creía él. De hecho, ya era bastante mayorcito como para llamarla novia, aunque ella fuera mucho más joven. Pero eso de envejecer era otro problema mucho más difícil de afrontar que la mediocridad y las ganas de quedar por encima de los demás. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Estaba tan aburrido de todo que tenía preparado solicitar un año sin sueldo, para probar otra forma de vida. Quizás podría dedicar esa temporada a vaguear por algún país mediterráneo y hacerse pasar por un rico norteuropeo ocioso. Justo antes de llevar su solicitud al alcaide de la prisión, tendría que ver a un recién llegado y entonces casi habría terminado la jornada. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El prisionero había ingresado tras una sentencia firme por varios asesinatos que habían tenido un impacto mediático importante. El hombre se había entregado meses después de su último crimen. La policía no había conseguido avanzar absolutamente nada en el caso. De hecho, sino se hubiese entregado, es dudoso que jamás hubieran dado con él. Por el contrario, la policía y muchos políticos daban saltos de alegría al saber que el monstruo de Frankfurt había sido atrapado. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando se encontró con él, aunque era alto y joven, vio a un individuo hundido y pusilánime. No hubo fuerzas magnéticas entre ellos de atracción o repulsión, sino un encuentro entre dos cuerpos casi inertes, sin fuerzas gravitatorias de ningún tipo, de modo que el psicólogo se enfocó mecánicamente en explorar la adaptabilidad del nuevo en la prisión, sin interesarse en la dinámica de su mundo interior. Si hubiese sido un psicólogo joven o quizás brillante, hubiera estado muy excitado esperando la llegada de aquél asesino. Pero no. Era cuestión de hacer un trabajo y nada más. De hecho, aunque no tuvo el más mínimo interés en el prisionero, el otro le confesó que tenía ideas suicidas, pero el psicólogo no se molestó en tomar nota alguna al respecto, ni comunicó el estado mental del preso a los funcionarios. Él estaba en otro lugar, quizás bajo un sol veraniego rodeado de mujeres en bikini. Cuando terminó la entrevista se dirigió directamente al despacho del alcaide a entregar la solicitud que había introducido cuidadosamente en un pulcro sobre. Se atusó el pelo antes de llamar a la puerta y le regaló una amplia sonrisa a su jefe. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tras su duro trabajo se marchó a casa de su madre, que tendría dispuesta la cena. Era invierno y hacía bastante frío. El paisaje nevado había transformado por completo en cuestión de horas, el barrio de casas de su madre, que sino fuese por el manto blanco parecería una especie de factoría de clones. Llegó de noche, aparcó descuidadamente el vehículo y se relamió pensando en la humeante cena que le esperaba a unos metros. Cuando entró por la puerta se encontró un montón de correo apilado en el taquillón de la entrada, y encima de todos los papeles un diario que tenía en la portada una foto del preso que había visto antes de terminar la faena. Lo miró con falsa indiferencia. En ese momento captó que la mirada de su madre estaba posada en él y se dio un mínimo susto que quiso disimular. La madre lo saludó con cara de cierta gravedad que él quiso ignorar. En la mesa le esperaba su hermano Gunther, el cual ya había empezado a comer. Se saludaron con un breve movimiento de cejas y todos se pusieron manos a la obra como animales estabulados. Tras acabar con la enorme bandeja de salchichas y beber varios vasos de Weissbier de la marca Franziskaner, Gunther se marchó a su habitación sin decir ni buenas noches. En realidad nadie intercambió palabra alguna durante la cena. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gunther era un tipo extraño. Trabajaba desde su habitación como contable de varios comercios del barrio. Aunque no llevaba el pelo rapado, tenía tatuajes que si estuvieran a la vista, cualquiera hubiera podido pensar que era un hooligan violento. Pero nadie de los alrededores sabía de su vida privada, excepto su madre. Ella cuidada de Gunther y conocía muy bien su mundo. De hecho, ella lo había educado para ser obediente y sumiso. Gunther había mamado e interiorizado la creencia de la superioridad absoluta de su estirpe, en un contexto social de tensión y dudas respecto a cómo poder seguir encajando tal delirio, tras la catástrofe vivida veinte años antes. Sin embargo, su hermano se había deshecho de tales asuntos negándolo y dedicándose a hurgar su propio inconsciente para tratar de encontrar alguna neurosis de tipo erótica, con la que distraer su más que insulsa existencia. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El psicólogo ayudó a la madre a recoger la mesa y dejarlo todo limpio. Cuando se fue a despedir, su madre lo detuvo y le dijo que estaba preocupada por Gunther, haciendo un gesto hacia el periódico que una hora antes él había mirado con fingido desdén. Esperaba que su hijo mayor entendiera el significado de su gesto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Köhler, el asesino en serie de Frankfurt, había estado en esa casa más de una vez, invitado por Gunther. Ambos habían ido de cacería en numerosas ocasiones junto a una serie de guerreros de la liberación, para liquidar de forma aislada e impulsiva, a todo inmigrante desprevenido que encontrasen por la calle, y así dejar salir algo de su rabia mientras hacían justicia social. Pero parece que a Köhler se le fue la olla y se entregó a la policía. Köhler era un imbécil que se había dejado llevar por la presión de grupo de sus compañeros, y que en realidad no tenía instinto asesino, ni sentimiento de superioridad. Lo había hecho por sentirse parte de algo mayor y más grande que él. De hecho, un año antes de entrar en prisión, lo habían expulsado del ejército por cometer pequeños delitos y meterse en líos. Algunos cabezas rapadas que lo habían conocido en el ámbito castrense se apiadaron de él y lo rescataron de la más triste miseria. Gunther tuvo especial interés por ayudarle, dado que habían ido juntos al colegio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La metedura de pata de Köhler fue apoteósica, ya que había una verdadera red de activistas implicados. Hubo que mover hilos. Se decidió que Köhler cargara con todos crímenes, bajo amenaza. Así no sólo libraba a Gunther, sino a toda la cadena de personajes más o menos conocidos y con más o menos poder político que promovían tales festines y otras actividades siniestras. Como tonto que era, Köhler fue obediente y el fiscal no puso pega alguna, lo mismo que la policía, para enchironarlo a él solamente. El caso ya había causado suficiente daño en la más que fragmentada sociedad germana, como para encima sacar trapos sucios del tercer Reich.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El psicólogo miró a su madre con ingenuidad vacuna. Tras un largo instante, captó el mensaje y se lanzó a abrazarla torpemente para calmarla. Le susurró al oído que no tenía que preocuparse de nada. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Seis meses después partía hacia Barcelona con su novia, propulsándose hacia el soñado año sabático. Unos días antes se despidió de su madre en una cena memorable, en la que su adorado goulash fue la estrella de la noche. Justo antes de salir de casa emocionado, pudo comprobar de reojo que en lo alto de la torre de cartas había un diario con la portada indicando en letras grandes el suicidio de Köhler en prisión. Su caminar se vio afectado, y conforme volvía al coche agarrado a su novia se sintió cada vez más reconfortado, fuerte, y seguro de sí mismo. Antes de que la madre cerrara la puerta, se giró y le mandó un beso cariñoso desde la distancia. Gunther, que estaba asomado por la ventana de su cuarto, lo vio marchar y adentrarse lentamente en las fauces de la noche germánica. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-6175219495971689052023-06-16T01:50:00.002+02:002023-06-17T12:43:21.768+02:00El Hospital de los Cerebros<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN5etwilIR8Yk3xwHUcIJ6AhRoSSzq-2fwJLVkEgXyueqXno26u-nDDBtpBXQtArHY9v1DrQBX0bFYX7jrcBly058UXuuOJ1uPEnSiKKEnpjrdWF7D6K2mQr9c2qTVIC-Txooo5xLooHgqSW2VeSlYSar05jOT6OwK-uDRGr4e6IsFckfvQWU/s4080/IMG_20230609_154628.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2296" data-original-width="4080" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN5etwilIR8Yk3xwHUcIJ6AhRoSSzq-2fwJLVkEgXyueqXno26u-nDDBtpBXQtArHY9v1DrQBX0bFYX7jrcBly058UXuuOJ1uPEnSiKKEnpjrdWF7D6K2mQr9c2qTVIC-Txooo5xLooHgqSW2VeSlYSar05jOT6OwK-uDRGr4e6IsFckfvQWU/s320/IMG_20230609_154628.jpg" width="320" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;">El doctor Galdar había conseguido un extraño triunfo. Su renombre le había supuesto llegar a todos los confines del reino, pero también iluminar los oscuros rincones del poder. No mucho después de haber alterado los ánimos de varios gerifaltes, y debido a sus cuestionables experimentos y descubrimientos científicos, fue invitado solemnemente a abandonarlo todo y exiliarse en una isla lejana. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A su llegada a la isla, le esperaba el doctor Kraus. Tenía a su alrededor un selecto equipo de enormes jóvenes que miraban ominosamente a Galdar desde la zona de desembarque.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¡Doctor Kraus! Me alegro de verle. Creo que no era necesario traer a tantos mozos a ayudarme con las maletas. Solo he traído dos... </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Doctor Galdar, bienvenido a Aruca. Le encantará conocer su nueva residencia. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El doctor Kraus recibió con frialdad la ironía de Galdar y tras su breve recibimiento condujo al hombre a un vehículo de color negro que esperaba a la salida del puerto. Una vez dentro del coche, Kraus se mostró más amable, quizás acusando el hecho de que su presa ya no podría escapar. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Doctor Galdar, su trabajo es impresionante. Tengo que decir que es un honor tenerlo entre nosotros. Nadie antes de usted, ha podido exponer con tal claridad las íntimas relaciones que existen entre la capacidad humana de mentir, y sus beneficios para la evolución humana. Sin embargo, es un tema tan complejo que dudo mucho que tenga algún impacto, más allá de unos cuantos expertos, como yo, por ejemplo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Gracias doctor Kraus, pero guárdese su estúpida amabilidad para otra ocasión. Sus mentiras y falsedades, le han llevado a coronarse como director de un infame hospital psiquiátrico donde encierra a todo librepensante de éste país, al dictado de sus corruptos sátrapas. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Por favor, no se enfade, usted se ha ganado a pulso éstas vacaciones eternas. Verá qué rápido se acostumbra a su nueva vida. El hospital tiene unas vistas espectaculares. Es un lugar muy romántico. De hecho, se dice que muchos de sus residentes acaban enamorándose...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Kraus prosiguió su monólogo posiblemente hasta llegar al hospital. Para entonces Galdar estaba ya sumido en una especie de autohipnosis que había generado para resistir los poderosos medicamentos que le serían aplicados como una camisa de fuerza química. Al llegar, los grandes enfermeros que habían esperado con Kraus en el puerto, habían saltado rápidamente desde otro vehículo y formado una fila, para asegurarse que Galdar entraría por la puerta del siniestro hospital sin realizar ningún vano intento de escape. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando llegó a su habitación, se le fue entregado un uniforme y unas chanclas. Efectivamente, la ventana miraba hacia el mar. Era hermoso. Una de las paredes estaba forrada de estanterías y repleta de libros y material de escritura. Al menos sus captores se dignarían en dejarlo escapar con el pensamiento, se dijo a sí mismo. Al poco rato de llegar, varios de los enfermeros gigantes acudieron para administrarle una dosis de un fármaco experimental. Se trataba de un inhibidor de la actividad cortical, especialmente del área prefrontal ventromedial. Preparado para semejante invasión encefálica, se entregó a ella sin resistencia. Al cabo de un tiempo lo dejaron salir a las zonas comunes para así poder poco a poco trabar amistad con los otros cerebros del país. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al otro lado del océano, el país se derretía de júbilo. El Festival de la Libertad había dado su comienzo. Millones de personas se lanzaban a la calle a expresar su libre albedrío y disfrutar de si mismos gozando de todos los placeres que la vista, el gusto y el tacto pueden proporcionar. El rey había anunciado el fin del miedo, la ira y la tristeza. La felicidad triunfaría por fín y definitivamente. Los ciudadanos solo debían de tomar diariamente unos complementos alimenticios que les ayudarían a dejar para siempre atrás esas emociones tan repugnantes. El principio de una nueva humanidad estaba dispuesto como una deslumbrante alfombra roja ante el pueblo elegido, y ellos serían una vez más, por la gracia de Dios, los pioneros de semejante logro. </div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-14320311701331892482023-06-16T00:48:00.003+02:002023-06-16T00:56:05.534+02:00El Dorado está en Casa<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjP-eBSZpkWEQE3wiech420Yun_-uUY96QVfP3AlwHM1DhLyauQZcI806_ctD7nvUNroKGpFVNZVqQKQpWWlHhUoAKadSX8406ILlq3d0Vdn1qTSEEGB2nl9Z4TcIMNt0qgkcNgdntmN5OUn5C1GvZPWeC6I7kKiQalYWu1ZmFAvXg2qr6178w/s4080/IMG_20230610_201536.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4080" data-original-width="2296" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjP-eBSZpkWEQE3wiech420Yun_-uUY96QVfP3AlwHM1DhLyauQZcI806_ctD7nvUNroKGpFVNZVqQKQpWWlHhUoAKadSX8406ILlq3d0Vdn1qTSEEGB2nl9Z4TcIMNt0qgkcNgdntmN5OUn5C1GvZPWeC6I7kKiQalYWu1ZmFAvXg2qr6178w/s320/IMG_20230610_201536.jpg" width="180" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;">Después de once años perdido en medio de la mar océana, volvió al reino de los humanos. No se sabe porqué nuestro querido Dios, quiso darle esa existencia. Ni él mismo pudo comprender para qué pasó parte de su vida en un minúsculo archipiélago con unas cuantas palmeras. Pero era un hombre de su época. Un luchador, un soldado del imperio. Ni la más terrible soledad, ni la incomprensión de éste mundo, podía arrebatarle su vida. Para morir se requería algo más que eso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No carece de ironía que el primer puerto donde puso el pie tras su largo destierro fuese Cartagena de Indias, allí donde se dirigía su patache antes de naufragar. Su emoción le hizo llorar a raudales un trece de Junio de 1534. Se dijo a sí mismo que nunca olvidaría ese día. Desde allí partió hacia España en donde encontró fortuna y casó con una mujer de Canarias, lugar donde decidió asentarse hasta su muerte. Eligió la isla de El Hierro, la más pequeña de todas las Canarias, quizás porque estaba más a poniente que ninguna otra. Desde allí dirigió sus empresas, que estaban todas dedicadas a la carrera de Indias. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando estaba a punto de morir, postrado ya, sus hijos y nietos le suplicaron que les contara cómo fue su vida en el banco de arena donde sobrevivió solo tantos años. En realidad, nunca quiso hablar de ello, y su familia supo de la historia por la fama que creció a su alrededor en las islas, no porque él estuviera dispuesto a hablar de aquello. Al fin, accedió a contar su aventura, justo antes de morir. Temblándole la voz, y después de mucho silencio, el hombre le dijo a sus vástagos que afortunadamente ya no se acordaba de nada. Todo el mundo se quedó perplejo. Nadie se atrevió a insistir, temiendo herir los sentimientos del anciano. Presintiendo lo extraño de su contestación, intentó aclarar con mucha dificultad, su respuesta. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-(...) hijos míos, os aseguro que es verdad lo que digo. No recuerdo nada de aquella soledad, no me queda nada de aquél infierno. Creo que me he curado de semejante dolor con vuestra presencia, con la ayuda de vuestra madre y abuela. Decidí hace tiempo abandonar el pasado y así curar mis heridas, vivir con vosotros, amar ésta tierra. Eso es lo que tengo en mi corazón, eso es lo que me llevo. Soy prueba de que vale la pena vivir ahora y que todo lo malo no es nada, viendo cómo cada día me recordáis el gozo de vuestra compañía. Quizás precisamente por eso lo he olvidado todo. Porque desde entonces, nunca más he estado solo. Os doy las gracias por vuestra presencia, por compartir nuestras vidas. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El hombre cerró los ojos, suspiró. Todos empezaron a llorar en silencio. En su mundo interior, puso rumbo a un lugar desconocido, una vez más, al mando de su patache. Sintió que en su último viaje su barco no se hundiría, y que al otro lado de su aventura le esperaría de nuevo, la gloria y el amor. </div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-11777524088104629172023-03-25T23:44:00.000+01:002023-03-25T23:44:23.507+01:00La Verdad Más Terrible<div style="text-align: justify;">Vivía en unas circunstancias paradójicas. En su país la gente se estaba esforzando cada vez más por distinguirse de alguna forma, los unos de los otros. Se ve que odiaban parecerse entre ellos, como si fuese pecado compartir genes o fuese una vulgaridad proceder de una estirpe milenaria. Había que inventarse uno así mismo todo el tiempo, para desvincularse del casposo y rancio pasado de patriarcas opresores y profundamente predecibles. Era un paradigma incuestionable. En su situación particular, y haciendo caso omiso de las modas imperantes, se comportaba como un vulgar hombre de clase media, cosa que espantaba a todo su vecindario, donde residían unos cinco mil quinientos géneros socialmente construidos. Quizás no reparaban en los detalles de dicho hombre, porque les daba una gran urticaria el simple hecho de hablar de él, un ser tan plebeyo. Pero por los detalles se perdieron algo completamente único y singular. Por ejemplo, nuestro hombre, no había llegado al trabajo todavía cuando ya había terminado su jornada. Parece una exageración, pero es un hecho verificado. También podía haber fallecido justo antes de despertar, por la mañana, y encontrarse así mismo hecho un verdadero difunto, sin poder haberse despedido de su esposa, dada la complicada situación de sufrir el inevitable rigor mortis. A partir de ahí, continuó ya catatónico por el resto de su existencia, cosa inadvertida para el resto de la comunidad. Hablando de esposas, no sabemos si le dieron una jubilación anticipada del matrimonio o es que obtuvo una incapacidad absoluta y permanente para ejercer dicha actividad social. Nunca estuvo presente en ningún registro oficial, de hecho, no consta en registro alguno su mera existencia, lo cual no es un misterio porque nació hombre y nunca pretendió cambiarse a un género algo más distinguido. Desafortunadamente, los padres no recuerdan haberlo criado, quizás se olvidaron de él dada la cantidad de presiones sociales que su familia ha tenido que afrontar a lo largo de los años. Fue desde un principio una vergüenza pública desde que se mostró terco ante los fallidos intentos de intentar educarle, ya en pre-escolar, para que escogiera un género, en lugar de aceptar el que le fue dado por la repugnante naturaleza. Por más que quiso ser activista en causas justas, fue expulsado sistemática y sucesivamente de todas las posibles ONG´s conocidas. Nadie podía soportarlo. Todo hay que decirlo, por el contrario, fue acogido en diversos partidos del país, pero él mismo optó por abandonar la vida política. Sintió que iba a llegar bastante lejos pero en un momento dado fue presa de un gran vértigo y una sensación de estar convirtiéndose en una especie de profético líder de masas, papel estelar al que tuvo que renunciar porque que le aterrorizó por completo poder derrocar al poder dominante. De hecho, cada acto de existencia se le reveló como una enorme carga, imposible de sostener. Sus rarezas eran sentidas subjetivamente como normalidad. No podía escapar de su normalidad. Por mucho que lo intentara. Una vergüenza nacional, por supuesto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De esta guisa, decidió marchar hacia algún lugar y desapareció para no volver. Cuando ya no estaba en ningún sitio, miró atrás y se dio cuenta de que todo lo anterior tenía mucho sentido y a partir de entonces se sintió más sosegado, más confiado y seguro de sí mismo. La gente empezó a seguirlo y se encontró rodeado de admiradores. Dicha situación le fascinó durante un tiempo, hasta que fue suplantado por otro iluminado de origen asiático, más joven que él. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Todo fue un puro fraude, porque en realidad siempre estuvo ocultando su verdadera identidad, cosa que nadie hubiera creído jamás. Sabía que no era bueno que los demás supieran exactamente cómo eran sus estados mentales. Siempre lo supo. Lo que agravó hasta el anti-climax fue comprobar que él mismo no era más que una versión convencional a escala cosmológica de un individuo orgánico, en un planeta hecho de rocas y metales cualquiera. En realidad, llegó a darse cuenta, que si miras al espacio, puedes ver que el cielo está plagado de estrellas, con sistemas planetarios. Eso no parece un gran descubrimiento, pero lo es. El universo es un sistema completamente homogéneo cosa que no es tan obvia cuando al otear el firmamento, casi todos acabamos perdiéndonos en el abismo del espacio. Igual que todas las estrellas son iguales al ojo desnudo, y están esparcidas homogéneamente por cientos de millones de galaxias, así lo están los planetas que orbitan alrededor de ellas e igualmente vulgares son todos los habitantes de las rocas que danzan como estúpidas mariposas nocturnas alrededor de las esferas de luz que vemos por la noche en el cielo. Con esto quiero decir, que un día fatídico percibió que solo era una mera manifestación repetida infinitamente, un clon indistinguible de miles de millones de seres exactamente igual que él, haciendo lo mismo que él, en cualquier otra región isótropa de éste cutre universo. Nunca quiso amargar a nadie con semejante verdad. Por eso ocultó su secreto entre estratos de convencionalidad hasta que se largó. El asiático que lo sustituyó continuó viviendo inconsciente de su extrema vulnerabilidad identitaria. Todos los demás siguieron existiendo sin saber realmente que no eran más que copias exactas de otros seres y que no se distinguían entre ellos más que un electrón de otro electrón. He ahí la respuesta de porqué los mundos tienen que existir cada uno en una región, con un enorme espacio entre ellos, para no interactuar y existir hasta el final, como reclusos atrapados en celdas de una enorme prisión, y que no pueden verse, tocarse o escucharse. Jamás verán a sus hermanos, a sus gemelos, a sus dobles, triples, o cuádruples, que están esparcidos por doquier, como granos de arena en una playa cósmica. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y más terrible aún fue concluir que si su existencia no era más que un producto mecanizado de la mera interacción entre partículas, su mente por supuesto, no podría ser más que un vulgar ábaco glorificado por nuestra propia ignorancia. Supo que no había peor castigo que no ser nada, y es ser indistinguible de otros seres. Antes de desaparecer miró por un momento atrás y sintió una profunda empatía y compasión por los millones de payasos que en su inútil esfuerzo diario se desquiciaban tratando de aparentar ser de un nuevo género, negando la palmaria realidad...su tremenda y profunda vulgaridad sideral.</div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-4780458226020290192023-02-10T22:48:00.001+01:002023-02-10T22:48:08.375+01:00Calcinatio<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxX7mXAgn_1uPJeY6_ZtSoHPcF0DxCQBJX9QfxMUqCJehNjeHge2e5KPm8uMSTxjWNSezrBkPQZ1EtZeDZ4x7uAZ0hKyg_Vu0nGwzvX6yeahpoSeUF-36IBT4UCVo4K9eLJ7STKbmVD2pw05Zt3h_KK4V0Sr6gLQTFrMC0LQc5wX5IcntfCuc/s1600/WhatsApp%20Image%202023-02-10%20at%2022.36.19.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="720" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxX7mXAgn_1uPJeY6_ZtSoHPcF0DxCQBJX9QfxMUqCJehNjeHge2e5KPm8uMSTxjWNSezrBkPQZ1EtZeDZ4x7uAZ0hKyg_Vu0nGwzvX6yeahpoSeUF-36IBT4UCVo4K9eLJ7STKbmVD2pw05Zt3h_KK4V0Sr6gLQTFrMC0LQc5wX5IcntfCuc/s320/WhatsApp%20Image%202023-02-10%20at%2022.36.19.jpeg" width="144" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Quisiera no existir de una vez por todas, pero poco a poco. Deseo desaparecer lentamente, examinando mi destrucción con deleite. Quisiera desvanecerme como lo hacen las gotas del rocío al amanecer, sin dejar rastro. Me atrae la idea de abandonar mi cuerpo y tornarme como las brasas de una hoguera antes de hacerme ceniza y humo. Quizás fuese mejor que nunca hubiese estado aquí, pero no fui yo quien me puso en este entuerto. Ahora que no lo puedo remediar, me presento avergonzado por trastocar el curso natural de las cosas, porque yo altero todo al tocarlo. Al mirarlo. Al sentirlo. Al pensarlo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mi pensar hiere, mis sentimientos son punzantes. Penetran la piel y surcan las venas de los seres que a mí se acercan. Concibo el mundo en mi interior y engendro hechos, anticipo el movimiento. Estoy preñado de mundos que no puedo dejar salir. Tengo que mantenerlos encarcelados. Por eso navego solo la mayor parte del tiempo. Os veo a todos de lejos, aunque me veis cerca de vosotros. No me conocéis aunque creéis inocentemente saber algo de mí. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No sabes quién soy, no sabéis lo que crea mi mente. Vivís la vida como tiene que ser. Vuestros sentidos os guían y creéis a ciegas lo que atisbáis sin desear ir un palmo más allá, para descubrir que el mundo es otra cosa. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La naturaleza es sabia. Dota a los seres animados de un talento maravilloso. Pueden ejercer su voluntad y en la concordia colectiva existir en plenitud. A mí me ha hecho sentarme al lado de todo ello como observador, y tomar consciencia de que el existir es algo que solo se produce cuando se asume la extrañeza, como posición de referencia frente al mundo, frente al otro. Observar lo que pasa, si, qué gran pasatiempo. Es un pozo sin fondo. Lo que pasa necesita ser interpretado. No puedo más que actuar sabiendo lo que cada acto significa. He vivido mil vidas. He pensado los sentimientos y sentido los pensamientos. He de ser castigado por querer saber. De hecho, estoy siendo castigado. Y lo merezco. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aquí me planto frente a tí, y te doy sentido, amenazando el Edén infinito en el que creías vivir. Dejo que existas, porque te estoy pensando. Cuando yo desaparezca, el mundo volverá a su punto de equilibrio. </div><div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Antes de despedirme, quisiera desdibujar el tiempo. Observar lo que pasa es mi pasatiempo. Pero el tiempo no existe. Es solo una forma de hablar. Doy vueltas y vueltas a tu alrededor, mientras lo esté pensando. Pero en realidad estoy en todas partes y en ningún sitio a la vez. No he existido nunca. Quizás no exista. Deseo amarte y eso es lo que hago. Desde aquí. Siempre en movimiento. Un perpetuo quehacer, para darte vida, y para quitártela. </div></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-47918251779054219822023-02-04T23:11:00.009+01:002023-02-06T21:42:40.518+01:00El Sentido Sinsentido de los Sentimientos<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFFxegAfLCXOcXRgEWyCsxpPe6_dod0YiHe0cOX1XzYQWWBhJQAGr-NgoCt6gDTpKB6joUIc2cuEaK0tqJXFzuhm-vhLN82iLtfYPPU7KkyjAUANAm6DnL7rTyUvikh8VMlO-0m77kV4Jg3D7D8Byo1-Zkk8sFP2nUCavlPkCJ59lChXu6jOk/s3840/IMG-20230206-WA0007.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3840" data-original-width="2160" height="260" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFFxegAfLCXOcXRgEWyCsxpPe6_dod0YiHe0cOX1XzYQWWBhJQAGr-NgoCt6gDTpKB6joUIc2cuEaK0tqJXFzuhm-vhLN82iLtfYPPU7KkyjAUANAm6DnL7rTyUvikh8VMlO-0m77kV4Jg3D7D8Byo1-Zkk8sFP2nUCavlPkCJ59lChXu6jOk/w183-h260/IMG-20230206-WA0007.jpeg" width="183" /></a></div><br />La melancólica voz negra de Sarah Vaughan lo envolvía como una cortina de lluvia de otoño, protegiéndolo del más allá de su casa, y de la existencia del resto de los mortales. Desde pequeño se había dejado llevar por el embrujo de los diccionarios. Son libros que catapultan al lector curioso de palabra en palabra, de idea en idea, hacia conceptos y reflexiones indescriptibles y sobre todo inacabables. De ese modo había aprendido a navegar por la magia de las letras cuando el resto de su vida naufragaba bajo las inclemencias del caos familiar y el desarraigo propio de los arrabales de la ciudad. Las palabras tenían el poder bíblico de paralizar las fuerzas naturales que aplastan a los incautos y a los privados de alma, dejando pasar a nuestro protagonista a través de los fondos marinos del mar Rojo a la sombra de ominosas columnas de negras y amargas aguas. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su triunfo prometeico sobre su destino como mortal, le llevó alumbrado y valiente por doquier, sobre todo después de haberse liberado de sí mismo, cual lepidóptero abandonando su propia crisálida. Pero siempre sintió su anclaje imperecedero al solar donde brotó su vida, y por tanto acabó después de muchos años retornando a ese lugar, fiel a esa impronta a la que obedecen salmones y criaturas de todos los confines del orbe. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ahora en sus años provectos se detiene algunos sábados para retomar el viejo vicio y virtud de escrutar significados y palabras, ésta vez para engarzar un guión de un relato o para construir una imagen con sus plumas y lapiceros. Tiene alas para volar pero las guarda en el hangar del olvido, y conforme pasan los años, siente y resiente la esencia de su ser, que quedó lastrado en su estado larvario. Su indefensión se prolonga y proyecta hacia delante, por mil vueltas que la tierra le pueda dar al sol, así como él, fiel a su naturaleza de insecto nocturno, gire alrededor de un farol de ilusiones, a sabiendas que las postrimerías de su existencia le auguran un exitus infernal. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esta noche trataba de poner en pie una historia sobre un escritor maldito, siguiendo a la zaga de sus admirados artistas, cuyos trabajos adornaban todo el escritorio y poblaban su mente con sus geniales observaciones sobre la naturaleza humana. Sorbiendo de su taza de té verde, se vio a si mismo de pronto, como si pudiese contemplarse como un tercero; alguien ajeno y sujeto a su ojo omnisciente. Pudo advertir que su alma desnuda sentía una profunda vergüenza que ansiaba aplacar entregando cuanto antes una moneda a Caronte y saltando al fin hacia el inframundo. Esa necesidad siempre había estado presente, pero ahora se presentaba con sosiego y reclamando cada vez más convicción y dominio de la psique.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Envenenado por el desafecto de su padre, la locura de su madre y la ceguera emocional adquirida en el nido de sendas almas se pregunta ahora, qué papel interpreta hoy, pero encuentra que no desea ser ni actor ni audiencia, sino más bien ceniza o barro para alumbrar a otra alma que quiera existir. Examina el fondo de su inconsciente, y encuentra las sombras de sus progenitores, calcinadas por pretender emborracharse con el néctar del amor incondicional, ese brebaje mágico que pasa de forma impredecible de ser cura a tornarse tóxico. Y certifica con ello que anduvo todo el tiempo ciego y sordo y mudo, y que prosiguió atolondrado, cayendo, tropezando y volviendo a levantarse una y otra vez, hasta que encontró una mujer que lo amó. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La mujer lo quiso tanto como a los padres de ella, y los padres de ella lo quisieron como un convidado de piedra. Ese no existir demandado por los suegros corrompió el amor a pesar de la tenacidad de ambos por quererse. Ahora no parece importar tanto, algunas heridas se curan y otras, se cierran a duras penas, pero se cierran de alguna manera. Eso es lo que todos le dicen para animarlo. Y de hecho, dado que de su nido matrimonial brotaron dos maravillosos ángeles de los que gozan padre y madre, -¿de qué puede uno quejarse? -se pregunta- pero después de pasar a un segundo plano viendo como sus angelicales almas han ido ascendiendo hacia la perfección y en su rectilíneo camino se aproximan ya a la juventud más virtuosa, él mismo se ve agonizando sin poder remediarlo. ¿Qué clase de corrosión acaba con el amor, la propia o la ajena? ¡Qué sinsentido!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¿Qué significado puede tener la vida sino una oportunidad para seguir medrando? ¿Seré un desagradecido por no haber materializado mi sueño de amar con libertad, perdiendo de vista que en realidad he vivido? ¿Estaré repitiendo el desamor de mis padres y precipitándome a un inmerecido limbo moral? -Se preguntaba todo ello y más, mientras seguía diseccionando su propia alma, como si de un occiso se tratase. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Dale otra oportunidad -dijo otro Yo, o quizás otra parte del Yo, algo remota y huidiza. Tras escuchar esa otra manifestación de sí mismo, abandonó su cuaderno y se dirigió hacia las hojas de grano medio, hechas con fibra de algodón, con las que normalmente construía previsibles mundos en blanco y negro. Con algunas dudas se dispuso a proyectar un paisaje imaginario donde dejar vagar su alma durante la noche hasta cuando el temple de su mano lo permitiese. </div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-58077989397345851492023-02-01T19:16:00.007+01:002023-02-05T12:41:51.026+01:00Momentos de Machirulos<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil08JviVIlktLuylqBBv5WLMBMl857g1AdrciMWb2rmz4u69teBV5H1b9AC9d_2_TLzSoSpnHLgXdhVOBAGE5dMEenN7RermQDwpKZOh5rmgLA60onAEhn4DA7bucK-kc3iVq3cwCvvrTkghEE_l-6vQAG3P9aR7acbL2KEOxwe4iHl2gb_Pc/s1600/IMG-20200807-WA0054.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil08JviVIlktLuylqBBv5WLMBMl857g1AdrciMWb2rmz4u69teBV5H1b9AC9d_2_TLzSoSpnHLgXdhVOBAGE5dMEenN7RermQDwpKZOh5rmgLA60onAEhn4DA7bucK-kc3iVq3cwCvvrTkghEE_l-6vQAG3P9aR7acbL2KEOxwe4iHl2gb_Pc/s320/IMG-20200807-WA0054.jpg" width="320" /></a></div><br />Aprovecharon que Antxo venía hoy de
Bilbao para estar juntos sin la presencia de hembras y recibir al
anfitrión como debe ser. Era viernes y cogieron a las matriarcas
descuidadas. Goyo sabía que durante el primer día lo mejor era
agasajar al amigo del norte con la compañía de varios íncubos
autóctonos para también planear las actividades del sábado. Los
había reunido en casa con mucha ilusión. Estos encuentros eran cada
vez menos frecuentes, y por tanto, generaban mayor delectación. La
mujer de Goyo se había ido a un congreso a Madrid. Se coordinaron a
la perfección para ignorarse el uno al otro durante un enjundioso fin de semana.<p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">En el ambiente del piso de Sotogrande,
dominaba el selvático verdor de las plantas decorativas que casaban
maravillosamente con la paleta de colores de los papeles pintados, y
los cuadros imitando a relieves renacentistas, naturalezas muertas y
cornucopias. Tras actualizarse sobre las actividades laborales de
cada uno de los presentes y de paso tomarse un vermut, pasaron a la
terraza para almorzar. Era un piso bajo, dando el salón a una
terraza sin muros, para poder disfrutar así de toda la belleza de
un barrio atravesado por canales y poblado de embarcaciones
deportivas. La música brotaba sutilmente de un diminuto altavoz.
Eran los estudios Op. diez de Frederick Chopin, gestados en Varsovia
a partir de 1892.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Fue un largo y pausado ágape para el grupo de varones en edad provecta. La atmósfera estaba dominada por el aroma de los espárragos silvestres y los boletus
aereus traidos por Anacleto directamente de los campos aledaños, frecuentada por el gustoso y largo contacto orofacial con una manzanilla en rama Solear de Barbadillo.
Imperceptiblemente JJ y Goyo se fueron introduciendo en una discusión
sobre asuntos de actualidad política, para acabar enzarzándose una
vez más en esa clase de pelea dialéctica, la de las dos Españas,
en la que se habla tanto que al final solo se escucha un barullo de
voces broncas, y de la cual rebosa mucha testosterona. Al menos no
hay víctimas, ni heridos, solo un leve tedio que se disipa conforme
avanza el nivel etílíco en el cerebro. Estaban llegando al clímax
de la lucha de clases cuando el viejo e incorruptible rojo de JJ
derrochaba argumentos en pro del inocuo efecto de la masiva
inmigración a Europa por parte de subsaharianos y otras huestes.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-...En Alemania, un país mucho más
avanzado que el nuestro, hay quince millones de turcos, sí. ¡Quince
millones de turcos! -Goyo estaba ya cansado de los interminables
embites sociolistos, y ya pacientemente esperaba vencer al contrario
por agotamiento. Solo escuchaba, manteniendo una cada vez más
precaria facies hierática. Los otros dos que formaban parte del
cuarteto, hastiados y con la mirada en el infinito se entregaron a un
cada vez más enconado abuso del vino, como si fuese el fin del
mundo. Hacía una tarde estupenda de Enero, y continuaron todavía en la terraza con copazos,
bajo un tenue pero generoso sol invernal. No hacía ni gota de
viento. Las fragancias del romero, la hierbabuena y la
salvias que amenizaban el pequeño jardín de plantas aromáticas,
mezcladas con el fondo salino, permanecían indefinidamente flotando
en el ambiente, calmando así los ánimos y saneando las almas.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-No se puede comparar esa cantidad de
inmigrantes con la que tenemos nosotros en nuestro país. Solo de
sirios, en Alemania debe haber unos dos millones. Nosotros no tenemos
más de veinticincomil sirios empadronados, aseveró JJ en su última
y decisiva puntilla a la ya mortecina tertulia. -En un acto
inconsciente de desesperación, o un lapsus linguae, el tercer amigo,
Anacleto, sintió que un magma amorfo brotaba de su boca de forma
incontrolada-.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-Kiyo, po en Sevilla hay muchos sirios
en Semana Santa. -Hubo risas y después más ginebra, aunque se percibió que las gafas de Antxo se llenaron de vaho, revelando cierta confusión-</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Gracias a la providencia, por fín se
bajó el telón y se rindieron a los generosos abrazos de Morfeo allí
mismo, sobre el mullido y limpio césped que daba al muelle privado.
Las sombras de los mástiles eran ya muy alargadas cuando sus turbias consciencias salieron súbitamente a flote. Dios les devolvió el juicio
con la ayuda de los ladridos de un chiuaua que acompañaba a una
guiri ligera de ropa y que pasó por delante de los cuatro hombres
escorados. Gracias a ello pudieron reanudar la marcha despacito,
calentando los motores con un jamón setenta y cinco por ciento
bellota y veinticinco mangalica. Para llevar a cabo dichos trabajos,
fue propicio desplazarse a la cocina y poder catar también un El
Veneno de Pepe Mendoza, inaugurando así la velada. Después darían
cuenta de un Burdeos y de un Puglia porque todos estaban casados.
Permítame que me explique. Goyo, el más avezado en el planeta de
los vinos, asegura que visto que uno no puede ser promiscuo con las
mujeres, al menos con el vino sí que se puede. No tiene sentido
aceptar con resignación el tedio de beber siempre Rioja o Ribera del
Duero, cuando hay tantas mujeres, perdón, vinos que probar. El muy
granuja había encontrado su manera de doblegar las reglas o quizás
jugar con otra baraja y así prolongar un poco más, la capacidad de
sorprenderse, de estar vivo. No sabemos si tuvo que vender su alma al
Maligno para poder continuar ad libitum su derrota en busca del
néctar sagrado. El caso es que a sus cincuenta y dos años, parecía
más vivaz que un crío chico.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Como se habían quedado algo tiesos en
la terraza, se dispusieron ante el jamón de pie, como cuatro brujas
alrededor de su caldero. Así podrían animarse mucho más y dejar
atrás la rigidez muscular propia de la edad y de la siestecilla.
Goyo cortaba y los convidados tenían que esforzarse en no
desanimarlo, aligerando el plato constantemente. Al contemplar los
restos mortales del gorrino de forma tan intensa, Goyo fue alcanzado
por una epifanía.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-¡Qué sensación tan buena es cuando
estás cortando el jamón con la pezuña hacia arriba! Parece que
nunca se va a acabar. Sin embargo, todos los que estamos aquí, ya le
hemos tenido que dar la vuelta. Y ahora cada vez que le metes mano,
encuentras hueso a cada paso. Antxo, que era pescador profesional, se
le quedó mirando perplejo sin decir palabra. No sabemos si entendió
la alusión estilo Valdés Leal a la finitud del ciclo vital humano.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Estas disquisiciones existenciales
sobre las postrimerías de la vida, dieron paso a reflexionar
profundamente sobre las desgracias y torpezas de la juventud,
momentos en los que hay jamón por doquier, pero no sabe uno por
donde meter mano. Traducido al lenguaje académico, el maestro de
ceremonias se entregó a la difícil tarea de exponer errores
producto de la precocidad y de los absurdos juegos a los que nos
somete la corteza límbica cuando más deberíamos de ir sosegados
por la vida. Tal deriva filosófica tenía su explicación, puesto
que tras toparse con la idea de la muerte, lo mejor es reírse de uno
mismo.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-¡Qué tiempos aquellos! Mejor que no
vuelvan nunca. A veces me vienen recuerdos que me dan náuseas. No lo
entiendo. -Mientras tanto, los demás asentían con la cabeza, dando
pábulo a que Goyo siguiera hablando y cortando más jamón- Me podía
despertar en casa de alguien y no acordarme de absolutamente nada de
lo que había pasado la noche anterior. En una ocasión me di cuenta
que estaba acostado al lado de una mujer indescriptible. Un troll al
lado de ella parecería una belleza parisina. Después de salir de
allí lo más aprisa que pude con una resaca del quince, tardé lo
más grande en encontrar el maldito coche. ¿Cómo podemos ser así?
-todos se troncharon de risa, recordando en secreto los líos y
demenciales entuertos en los que cada uno se había metido en sus
años mozos-</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-Pues, puestos a perderse, deja que te
cuente lo que me pasó hace poco en un centro comercial -intervino
Anacleto, desviando significativamente la temática tertuliana,
mientras se calzaba un par de lonchas de jamón y un trago de vino-
Me tuvo que llevar el guarda de seguridad con su moto por las
distintas plantas del aparcamiento hasta finalmente dar con el
vehículo. Pero claro, yo ya había dado por perdido el coche y había
llamado en seguida a mi mujer para advertirle, de modo que cuando lo
encontramos, tuve que soportar las risas de los guardas y más tarde
la tortura de la <i>máquina de regañar</i>. Sí, la máquina de regañar
se puso en marcha al llegar a casa. Que si le había dado un susto
enorme, que si esto y lo otro...menudo día pasé.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-¡La máquina de regañar! ¡qué
bueno, jajajaja! -JJ a estas alturas se retorcía de dolor y placer
al mismo tiempo. Anacleto era un hombre tan escaso de estatura como
de autoconfianza y por ambos motivos había declarado entrega sumisa
a la femiviolencia de género al casarse, o eso creía JJ. Porque la
femiviolencia de género es tan natural como la luz del día, y él
tampoco estaba libre de la misma. Era un varón, es decir un incauto,
de modo que la vida le había reservado a él la misma cantidad de
abuso femenino que al otro, solo que JJ se divertía al contemplar la
desgracia de Anacleto, el muy descastado.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Ya eran las diez y media, y la dueña
de Anacleto lo llamó para reclamar su dominio total sobre su alma.
El yugo hembrístico se dejó caer sobre los hombros de todos menos
de Antxo, que estaba de visita. A JJ se le pusieron los vellos como
escarpias, recordando que la suya estaría ahora mismo mirando el
reloj y preguntándose por dónde andaría ese payaso de circo.
</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-Bueno, parece que es hora de irse
-dijo nerviosamente Anacleto, a lo que Goyo contestó jocosamente-</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-¡Jajaja!, la máquina de regañar se
ha puesto en marcha</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-Hijo puta eres, bueno me tengo que ir
tíos -JJ aprovechó el momento y dijo que también se iba-</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-Yo también me voy compañeros, que ya
es hora -Antxo no comprendía la partida inminente de los autóctonos-</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-¿JJ tú también te vas?</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-Si Antxo, mi mujer tiene las manos
bastante grandes. De hecho si junto mi palma contra la suya, me saca
una falange, así que imagínate las hostias que puede dar -dijo JJ
pensando que así le echaba un capote a Anacleto, revelando de esa
manera su servidumbre al poder hembrístico.</p>
<p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">-¡Jajajaja, hijo puta...bueno
cabrones, iros ya que si no va a haber guantazos esta noche -Antxo
zanjó la cuestión con un brindis de despedida alrededor de la pata
de jamón, como Dios manda- ¡Mañana nos vemos aquí para salir a
pescar y luego el arroz! ¡Venga venga Agur!</p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-53421015495118635712022-12-06T19:31:00.003+01:002022-12-11T11:00:20.275+01:00El Profesor<div style="text-align: justify;">El profesor salió de su cueva para hacer unas compras y tomar aire fresco. Hacía semanas que no se le había ocurrido pensar en que afuera había algo parecido a un mundo "exterior", ajeno a él. Era normal, teniendo en cuenta que vivía en los bajos de una torre en el centro de la ciudad. Era un edificio construido en el siglo dieciocho, con muros gruesos, ideal para que el profesor pudiera continuar con su estilo de vida de ensimismamiento intelectual, con escasas distracciones. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al abrir la puerta sintió el saludo de la vieja ciudad, con sus distintivos sonidos, aromas y figuras estilizadas entrando y saliendo de las hermosas tiendas que deslumbraban con sus luces, colores y diseños, a todo bípedo del orbe. Al cruzar la puerta del mini-supermercado de la esquina, le salió al paso un joven bien parecido. Llevaba una bolsa en cada mano y se sintió algo incómodo en dicha situación, tal vulgar y mundana. Se vio a sí mismo como un cuadrúpedo cazado por sorpresa mientras abrevaba en su habitual estanque. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¡Profesor! ¡Qué alegría de verle! Le hacía en otro lugar, pero es un placer encontrarle en la ciudad. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Yo también me alegro de verte, Segismundo, -dijo el profesor con un tono algo taciturno-. Pásate por casa hoy para cenar si no tienes otra cosa mejor que hacer. Tengo algo de prisa ahora. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¡Desde luego!, acepto la invitación, ¿a las nueve?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Vente algo antes y cocinamos juntos, es mucho más divertido. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Perfecto, que así sea, allí estaré. ¡Hasta luego!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¡Adiós Segismundo!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El profesor trató de acelerar un poco y así evitar algún otro encuentro similar. Repuso el frigorífico y la alacena, y tras ese gran esfuerzo más propio de las ardillas que de un bohemio, se dispuso a comer algo rápido para el almuerzo. Así podría aprovechar el resto de la tarde antes de que le visitara el joven Segismundo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las horas pasaron como trenes de alta velocidad. Sonó el timbre en un mal momento. Estaba bastante concentrado. Pero se dio cuenta que siempre pasa igual. De hecho, se sintió agradecido de Segismundo, porque en virtud de su interés en verle, la tarde había sido bastante más provechosa sabiendo que alguien tendría que interrumpirle. Le dejó entrar en la casa, la cual se abría al visitante desde su entrada como una enorme guarida de piedra construida con bellísimos arcos y altos pilares que creaban una atmósfera enigmática y de gran tensión.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Segismundo había sido un buen alumno. De hecho, ahora era profesor asociado en la Facultad de Bellas Artes. En cambio el <i>profesor</i> era ya una pieza de museo. Ambos podrían representar la evolución natural de la vida; uno empezando a germinar y el otro esquivando la guadaña. El joven le preguntó sobre su último año y el viejo le contestó con vaguedad mientras se dirigieron a la cocina, la cual estaba abierta hacia el salón. El material artístico brotaba por doquier. Todo parecía estar dispuesto en una especie de orden caótico. Los cuadros poblaban las paredes. Los múltiples caballetes y poleas dispuestos por todo el espacio disponible, generaban una sensación de actividad intensa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Si, he estado recuperando material antiguo y escribiendo guiones para nuevos trabajos. Le enseñó los alimentos que iban a tomar y le asignó la tarea de preparar una ensalada.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Profesor, me encanta su estilo. -Se detuvo un instante, para deleitarse en su pensamiento-. Es uno de los pocos que escribe guiones para pintar cuadros. -Prosiguió con su tarea de cortar zanahorias muy satisfecho de sí mismo, y con la vista periférica se dejó impregnar por las fuerzas magnéticas de los cuadros que reclamaban su atención. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-El profesor estaba comprobando el estado de dos doradas a la sal que ya casi estarían listas. Después se fue a la bodega frigorífica para sacar un tinto de Arcos de la Frontera que le había gustado, y que deseaba compartir con el muchacho. Agarró un par de copas de la vitrina y se encaró con Segismundo, que ahora aderezaba la ensalada con vinagre de jerez y un aceite de oliva jienense de un verde mesmerizante. -Si, gracias, te lo agradezco. Eres alguien que realmente entiende mi trabajo. Me inspiro fundamentalmente a través de las relaciones con las personas. Me estuve psicoanalizando durante media vida para poder captar mi propio Yo y el de los demás. Ahora quiero pintar sobre el mal, y los peligros humanos que nos acechan. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¿Qué peligros nos acechan profesor? -Levantó la copa y tomó una impresión olfativa, la cual le brindó notas de ciruela negra y moras. Se quedó esperando a que el ínclito terminara de elaborar su reflexión.-</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Los ingleses son como la peste. Son un extraño conjunto de individuos, a los cuales no se sabe muy bien como clasificar. Serían como los virus, criaturas que no parecen vivas, pero que tampoco están muertas. No pertenecen al reino animal, yo diría que son como los hongos. Existen otros parecidos como los holandeses, alemanes y demás pseudo-humanos. En nuestro país, los psicópatas son las variantes más parecidas a ellos. Y por cierto, hay que reconocer que los psicópatas no escasean por aquí...tenemos cierto parentesco a los ingleses, desgraciadamente. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Bueno, jeje, eso suena interesante, no sé si ellos pensarán lo mismo de nosotros. -Tomó un trago del Tesalia, dejándole un post-gusto a cacao.- A juzgar por la propaganda anglosajona que contamina todo el ámbito de la cultura y el circo mediático, usted ha tenido que sufrir a los ingleses de cerca para tenerles en esa consideración. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Peor que ser inglés, es querer ser o parecer inglés. Eso le pasa a bastante gente. El mal gusto es necesario, pero hay que dejar dichas costumbres a los desviados y a los tontos, ellos no tienen remedio. Por otra parte, no hace falta alimentar lo feo, o lo grotesco. La maldad y la fealdad saben cuidarse de sí mismas. El mundo necesita tanta ética como belleza. Nunca es suficiente el bien existente. Hay que ir siempre profundizando en ello. Porque el mal se dedica a destruir lo bueno y como sabes, destruir es una acción mil veces más fácil que la acción constructiva. Lo siento mucho por mis buenos y escasos amiguetes ingleses. Vivir entre orcos debe ser tremendo. Yo puedo constatarlo en mi marcha por el desierto londinense en los años noventa. Nunca más volveré por aquella sórdida tierra. ¿Qué tal el vino? Tiene una mezcla de uvas curiosa; petit verdot, cabernet, tintilla de Rota... </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"> -¡Está genial!, de verdad, muy completo. Entonces deduzco que tiene en el horno, a parte de un par de doradas, varios cuadros explorando el mal causado por los anglosajones. -El profesor le hizo la señal de que todo estaba preparado y se dirigieron a un espacio informalmente dispuesto para la pitanza. Todos los rincones del enorme estudio eran lugares apropiados para ponerse a dibujar, escribir o pintar. Segismundo disfrutaba como un crío de un lugar que estaba totalmente dedicado al arte, de arriba a abajo, de izquierda a derecha.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Efectivamente hijo, el mal es un producto natural del mundo, no podemos rehuirlo. Hay que conocerlo y comprenderlo para poder superarlo. Pero siempre estará ahí acechando. Lo anglosajón es un mal cainita. Es la rabia ante la superioridad hispánica. La ambición de hurtar del imperio y de vivir a costa de él. Nosotros pagamos caro nuestra excesiva confianza. Dejamos que esas ratas pudrieran nuestro proyecto universal. El arte comprometido debería de reflejar la penetración del mal en nuestra sociedad. Y no precisamente de un mal sin sentido o un mal arbitrario. Sino del mal dirigido a destruir el corazón de la civilización occidental. Creo que voy a dedicarme a ello hasta que me lleve el diablo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-El diablo no tiene cojones de entrar aquí, profesor. -Trató de evaluar el impacto de sus palabras, deteniéndose y mirando alrededor. Mientras tanto se introdujo un pedazo de la maravillosa dorada a la sal, en la boca. Los aromas volátiles de los óleos y otros productos químicos que cargaban el ambiente, se mezclaron con los de los alimentos creando una sensación singular. Tomó otro sorbo de Tesalia, tras lo cual el profesor le escanció todo el vino restante de la botella.-</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Es verdad, yo nunca invitaría al diablo a entrar en mi vida. Al menos conscientemente. Bueno, veo que te ha gustado la dorada. Acabemos con la ensalada que también está muy rica, te ha salido muy bien. ¿Qué te parece mi propuesta de trabajo entonces?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Me parece genial, de verdad, creo que nos hemos dejado arrastrar por un falso progreso que ha tenido un liderazgo norte-europeo no cuestionado, y que realmente no conduce más que a un sinsentido. Esa gente ya no sabe por donde tirar, no sabe qué hacer. Tienen que innovar porque sí. No saben que hay que vivir. Y que la vida es lo que manda, lo que genera criterio. Se lo llevan cargando todo desde hace tanto tiempo que no sé si es un poco tarde para rebelarse. Hay que volver a lo mediterráneo y emanciparse de la barbarie. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Cuando uno ha tenido que vivir en sus carnes la clase de vida que esa gente lleva, te das cuenta de que realmente pertenecemos a mundos irreconciliables. Son profundamente autistas e incapaces de ver la ternura del ser, especialmente de la comunión con el <i>Otro</i>. Muchos de ellos luchan, saben que hay algo que no está bien. Viven en un mundo carente de amor. Lamentablemente, al crecer en ese ambiente, después es complicado adaptarse a un mundo más amable. No lo entienden, les resulta difícil ser amados y amar plenamente. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Supongo que su esposa, perdón, ex-mujer, hizo grandes esfuerzos por adaptarse. -tras la frase tomó un gran sorbo de vino, como para compensar una posible represalia.- </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Ejem, si, es verdad. Ella al igual que yo, tratamos de acercarnos y querernos sin límites, pero la aventura nos ha hecho pedazos. Supongo que a mí sobre todo. Como londinense, y mujer moderna, quiso ligarme basándose en lo que le decía su bajo vientre o como ella dice; <i>below the belt sort of feeling</i>. Pero eso no es el matrimonio. Como te digo, son gente que reduce el amor al sexo, y la vida a la mera supervivencia. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¿Dónde vive ella ahora? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Justo encima de este apartamento. -dijo el profesor, señalando con el dedo índice hacia arriba, y con voz baja, como si ella fuera ahora a escuchar sus palabras. -Es que no la soporto, pero tampoco puedo vivir sin ella, honestamente. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Aaaah, entiendo. -Se sintió confundido, pero como tenía donde mirar y con qué estimular su mente, se dejó llevar por el espectáculo visual de los cuadros del apartamento, y así poder olvidar momentáneamente, el <i>impasse</i> de la situación-. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Para cuando estaban más allá del bien y del mal, dándole sorbos a un amontillado llamado <i>La Inglesa</i>, alguien llamó desde una puerta interior. El profesor hizo un gesto de leve desazón, tras lo cual dijo; -¡Pasa! -Una bella mujer de unos cincuenta años apareció por una disimulada puerta que estaba en una esquina de la cocina. Llevaba una bata y un camisón de seda que le hacían tremendamente seductora. El joven se sintió traicionado por su reacción emocional e inmediatamente se sintió indispuesto e inquieto, pero trató de disimular.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Perdona cielo pero no sabía que estabas acompañado, disculpadme, me marcho ya. -Dijo la mujer con un falso gesto de desprecio y una voz algo ronca pero tremendamente sensual.-</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-No, no te preocupes, es un antiguo alumno, Alison, te presento a Segismundo. -El profesor hizo exactamente el mismo gesto facial, pero en versión masculina.-</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Encantada Segismundo. -Produjo una sonrisa incongruente, mezcla de desinterés a juzgar por la expresión de su boca, y de lascivia, si nos fijáramos sólo en sus ojos... -y espero que el profesor no te esté indoctrinando con sus teorías conspiranoicas sobre los anglosajones...es difícil llevarle la corriente a un genio lunático. -Alison pronunció las frases lentamente, mirando al suelo, de modo que sus increíblemente largas y curvadas pestañas hipnotizaran al incauto de Segismundo. Para terminar, disfrutó lentamente de la palabra <i>lunático</i>, momento en el que clavó sus ojos en el desgraciado joven. Durante la fracción de segundo en que pronunció el fonema "lu" mostró su brillante y roja lengua. Segismundo se sintió atravesado por una atracción morbosa e inapropiada hacia la mujer o mejor dicho, ex-mujer del profesor.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Encantado. Jeje, son ustedes algo especiales, creo que nunca he estado una una situación tan extraña. Mmm. No sé si tomaros en serio, ¡pero me lo estoy pasando genial! ¡Ja! -Produjo una sonrisa forzada y nada convincente.- </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Eres muy diplomático Segismundo, me alegro que disfrutes de la velada. Cariño, ¿me pones una copa del vino que estáis tomando? Y....¿te importa que me una a vuestra conversación? Estaba un poco aburrida en el piso de arriba. Me he pasado el día entero sola. -Se sentó en un sillón frente a los dos hombres, mostrando unas piernas sensuales que brotaban del vestido encarnado como diabólicas y torneadas tentaciones.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Te pondré una copa, no nos vamos a pelear por eso. Este hombre ya se iba, así que tomemos la última y después cada mochuelo a su olivo. -El vino tenía color caoba, como el pelo de la mujer. En nariz era punzante, con aromas de especias tostadas, recuerdos a madera y frutos secos. En boca, amplio, estructurado, y persistente. Ella cató el vino y lo saboreó despacio, aprovechando furtivamente cada ocasión, para captar vibraciones de Segismundo, mientras los dos hombres continuaban su perorata. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se supone que todo se iba a terminar en cuestión de unos minutos, pero no. Al final la mujer se acabó uniendo a la conversación. Los tres se enzarzaron en una disputa a tres bandas cada vez más abstracta y progresivamente más angosta. Segismundo tuvo la impresión de que ambos interlocutores lo intentaban atraer de alguna manera a su terreno, lanzaban preguntas o proponían un dilema para cazarlo, exponer sus debilidades o simplemente para gozar mientras él, se revolcaba panza arriba tratando de defenderse de las argucias de sus dos oponentes. ¿Quizás fue el amontillado, que lo hizo algo más desconfiado? Acabaron la botella y se bebieron otra de la misma bodega. Para cuando Segismundo intentó marcharse, estaba muy afectado por todo, incluyendo los caldos que había tomado. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Segismundooo, que buena charla hemos tenido. Te veo muy cansado, y es tarde, ¿porqué no te quedas a dormir? No creo que sea apropiado salir en tu estado al mundo real. Te traeré una manta. Ahora vuelvo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¡No se preocupe profesoorrr! bueno, da igual...¡Qué vergüenzaa! -dijo, mirando a Alison. Ella le devolvió una mirada lujuriosa. Al poco retornó el profesor con unas sábanas, mantas y almohada. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¡Ea, ahi tienes de todo! ponte cómodo. Yo me voy, mañana hablamos. No puedo tenerme en pie. !Au revoir!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Alison y Segismundo se quedaron solos tras la salida abrupta del profesor. Ella se levantó al momento, y se dirigió hacia el joven. Se aproximó tanto a él, que su pubis quedó a menos de un milímetro de su cara. En distancias tan cortas, la seda mostró toda su capacidad de hacer estragos en la voluntad. Y los aromas y las formas humanas más allá de lo soportable. Segismundo sintió que el mundo se le venía encima. Ella murmuró algo. Aunque pronunció palabras audibles, él creyó haberlas olido. Era un aroma a especias picantes, con un poco de vainilla. Un tiempo después, tras saborearse el uno al otro aquellas regiones en las que estás pensando, desaparecieron por la puerta secreta, sin saber en qué lio se acababan de meter. Pero así es la vida, mucho mejor que la ficción. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-82225881472968653542022-12-04T21:13:00.006+01:002022-12-06T13:43:46.875+01:00El Regreso<div style="text-align: justify;">Hacía sólo unas semanas, Isabel había empezado a citarse con un médico que había conocido en una de sus guardias en el hospital. Era un guapo cirujano argentino que acababa de llegar a la comarca. Quizás fuese una casualidad que ambos adorasen el cine fantástico y de terror, el caso es que se habían encontrado una noche oscura trabajando en urgencias, y tras largas conversaciones sobre sus horripilantes preferencias cinéfilas, no pudieron sino seguir descubriendo más afinidades algo más clandestinas e impúdicas. Como buenos sanitarios, aprovechaban algún descanso o respiro para besarse o meterse mano. Coser tripas, reparar huesos fracturados y después tener sexo en un oscuro cuarto próximo al quirófano suponía un morbo codiciado para sendos médicos, dando pábulo a la envidia del más consumado filmaker del orbe. De esa guisa ambos comenzaban la emocionante etapa en la que una mujer y un hombre se inician en el ritual de desearse incondicionalmente el uno al otro, conociendo e idolatrando cada poro de la piel, y cada pensamiento de su amante. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><div style="text-align: justify;">Era ya otoño, y bajo la suave cortina de lluvia que refrescaba el caldeado ambiente, se lanzaron por la vertiginosa y silvestre carretera que les lleva de Algeciras a Tarifa. Tras dejar atrás los ominosos y gigantes generadores eólicos que giraban sus aspas diabólicamente frente al estrecho, la ciudad de Tarifa se dejó ver junto a la costa. Al descender suavemente hacia la hermosa franja litoral, sintieron mucho menos el azote del levante, especialmente conforme se adentraron en la zona urbana. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era excitante acudir al cine en el Teatro Municipal Alameda, tan cerca del mar. La ciudad de Tarifa es un lugar asociado a otros menesteres más estivales, pero así es como ha de avanzar una ciudad que quiere estar en el mundo. De hecho, como buena algecireña, Isabel se sentía muy orgullosa de ver cómo la comarca progresaba hacia la modernidad, desde lo más remoto de Andalucía.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Festival había comenzado sus primeros pasos el año anterior, y en la presente edición, habría hasta una fiesta zombi por el pueblo. Dejaron la autocaravana por la playa de los Lances y se fueron andando desde allí hacia el centro. Así estirarían las piernas tranquilos, porque el cielo se había despejado por completo y no habría más amenaza de lluvia en los siguientes días. Por el camino intercambiaron impresiones y algún que otro furtivo achuchón. En su fuero interno, Isabel dejó aflorar un extraño sentimiento de familiaridad con su amigo. Era como si lo hubiera conocido hacía muchísimo tiempo. Justo antes de distraerse con otra cosa, percibió un leve cariz funesto en dicha sensación. Pero eso no tenía sentido. Se acababan de conocer, y él había estado toda su vida en la Tierra del Fuego, en Ushuaia. Lo curioso es que no tenía acento argentino ninguno. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al fin, gracias a la magia del cine, se adentraron en las penumbras de la selva amazónica, con la ilusión de estar viendo la ópera prima de Alejandro Ibáñez Nauta, hijo del ínclito Chicho. La película titulada "Urubú" supuso para Isabel, un re-encuentro de épocas anteriores, ya quizás pretéritas, donde nuestro querido Chicho Ibáñez Serrador, nos animaba cada lunes a perdernos por los corredores infinitos de la angustia y la irracionalidad que vive agazapada en cada rinconcito oscuro de nuestras mentes. En aquellos años de ingenuidad y curiosidad que ahora recordaba con ilusión, Isabel era una estudiante con gran entusiasmo por la vida. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ahora, en sus años de veteranía, con los hijos criados y el ex muy lejos de su vida, debía de reinventarse y comenzar un nuevo capítulo, tras años de vicisitudes y privaciones. Enamorándose de su nuevo amigo el cirujano, quiso tirar la casa por la ventana. Hacer locuras y dejarse llevar por su instinto de mujer se había convertido en lo más prioritario de su vida. </div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Salieron de la película muy satisfechos y más si cabe al poder escuchar al mismísimo director explicar los pormenores de la aventura de filmar en el corazón salvaje de Brasil. Tras la agradable cita, volvieron a la autocaravana, se vistieron con los trajes de zombis y se maquillaron a tal efecto. Al salir ya preparados y con aspecto de auténticos muertos vivientes telefonearon a sus colegas y quedaron con ellos en el centro del pueblo, por la iglesia de San Mateo Apóstol, desde donde partiría la escenificación de una invasión de no-muertos. La sensación de familiaridad con su amigo era cada vez más fuerte. Eso le hizo sentirse casi eufórica. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fue una noche apoteósica, pudiéndose gozar de la alegría de niños y mayores haciéndose pasar por criaturas putrefactas. La calle estaba empetada y todos disfrutaron como enanos del espectáculo colectivo. Cuando terminó el pasacalle, se sentaron en un pequeño bulevar próximo al bar "el Picnic", por la calle Guzmán el Bueno. Miraba a su hombre con ternura, pero también con una pizquita de asombro, de perplejidad. ¿Porqué se sentiría tan cautivada por esa "familiaridad"?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los amiguetes eran todos sanitarios y allí, entre luces y sombras, desparramados a todo lo largo y ancho de la calle se dedicaron como el resto de los comensales a alimentarse de flamenquines cordobeses en lugar de cerebros. Tras las risas y los animados comentarios, comenzó una charla no menos interesante, ya más propia de una tertulia. Aún así, era muy atmosférico estar entre gente ensangrentada y llena de cicatrices bebiendo Mahou. Carmen y Fageles era íntimas y cercanas a Isabel. Se sentaron juntas en la cena. Quizás sería por lo siniestro del encuentro, por su proximidad a las postrimerías de la vida o porque simplemente esa noche fue un re-encuentro. El caso es que rememoraron una extraña experiencia que tuvieron en sus años de estudiantes. Fue algo que ocurrió cuando en los albores de la democracia, Ibáñez Serrador estimulaba sin escrúpulos nuestras peores pesadillas. Isabel quiso aprovechar el momento agónico de la noche para aterrorizar a todo el mundo con su historia, pero lo hizo incitando a Carmen susurrándole algo al oído. Su amigo el argentino se dio cuenta de que algo excitante iba a suceder. Se divertía muchísimo con el ingenio y la rabiosa espontaneidad de Isabel. De pronto, él notó una extraña familiaridad hacia Isabel, y empezó a recordar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Carmen fue la que de pronto sacó el tema abiertamente frente a todos. Todos sabían que ella era muy devota de la Virgen del Carmen, por tanto, esperaban una historia relacionada con su especial vínculo. Dejándose mesmerizar por Isabel, su psique dejó sacar a flote una experiencia remota con una monja llamada Sor Paz. En aquellos momentos las tres amigas trabajaban en geriatría y lógicamente, la muerte era una compañera fiel en esos pabellones y plantas hospitalarias donde nuestros mayores se preparan para viajar al más allá. Carmen relató un inquietante hecho que las otras dos corroboraron como cierto. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Lo que os voy a contar es totalmente verídico. Os lo prometo. Me lo ha recordado Isabel ahora mismo. Os juro que ya lo tenía casi olvidado, pero me ha venido como un rayo de luz ahora mismo. -Los más de veinte amigos que charlaban de mil y un asuntos se callaron de golpe y giraron sus cabezas hacia Carmen. Algunos no sintieron un gran interés, esperando una de las típicas historias de Carmen, pero le entregaron una atención plena-. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Isabel, Fageles y yo éramos unas jóvenes estudiantes a finales de los años setenta. Estábamos de prácticas en una residencia de mayores. Muchos de ellos morían agonizando, no pudiendo despedirse del mundo como Dios manda. Por su enfermedad o por lo que fuese, los veíamos perder su vidas de mala manera, y eso a nosotras nos acongojaba muchísimo, especialmente siendo nosotras tan jóvenes. Esto sucedió hasta que un día entró por la puerta Sor Paz, para tomar el mando del centro. Era una mujer anciana, pero con mucha autoridad y energía. Yo tenía mucha afinidad con ella, porque las dos éramos muy afines al culto a la Virgen del Carmen. De hecho, aunque yo era una jovencita ingenua y algo atrevida, Sor Paz me quería mucho. Una mañana, tras semanas sintiéndome muy agobiada de tener que cuidar a tantos moribundos, me dirigí al despacho de Sor Paz a suplicarle que me ayudara a sobrellevar dicha carga emocional. Ella se lo pensó mucho, y me confió un secreto. Me dijo que era capaz de hacer que las personas se marcharan de la vida sin sufrir. Eso me dejó perpleja. -Carmen guardó silencio, y dejó que pasara un rato para que la gente pudiera murmurar e intrigarse. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Lo que dice Carmen es totalmente cierto. -Dijo Fageles, y segundos después Isabel lo corroboró. -Isabel y yo también estuvimos de estudiantes junto con Carmen el mismo año, y en la misma residencia, y conocimos a Sor Paz. Lo que vivimos allí es difícil de describir....</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Carmen retomó la narración con mayor gravedad y haciendo su voz algo más quebradiza. Los ojos de la audiencia brillaban como luceros. El silencio del grupo era formidable. Cualquiera que hubiera aparecido de golpe por General Moscardó y hubiera doblado la esquina se habría pensado que todos los allí sentados eran auténticos zombis esperando saltar sobre cualquier incauto, dadas las caras de excitación que mostraban los congregados. -Como os decía, estábamos muy agobiadas viendo cada noche cómo se iba un abuelito en un estado de angustia, pero Sor Paz nos tenía algo reservado para remediarlo. Ella me confesó que era igual que yo, una devota de la Virgen del Carmen. Me dijo que la Virgen tenía grandes poderes y que le había dado consuelo y explicación de cómo poder alcanzar el cielo en paz con éste mundo. Dicha comunicación se establecía a través de sus sueños. Le dijo que la gente que muere acostada en una cama, no puede tocar el suelo con los pies y eso les hace perder contacto con la madre tierra. Según me contó Sor Paz, la Virgen se lleva nuestra alma de inmediato, si nos ha llegado la hora, pero eso sólo sucede como os acabo de contar, si los pies tocan tierra o mar. La santidad de la Virgen hace que el moribundo alcance el más allá en directo ascenso hacia el cielo. Para mí fue un gran alivio oír sus palabras pero al principio me mostré incrédula. Se lo conté a Isabel y a Fageles, las cuales se sintieron exactamente igual que yo, hasta que una noche, conseguimos que Sor Paz acudiera con las tres a ayudarnos a despedir a una abuelita. Ella nos mostró cómo los ancianos se marchaban de inmediato si les poníamos un ladrillo en los pies. Nosotras nos sentimos aterradas al principio al ver cómo morían rapidísimo tras colocarles los ladrillos en las plantas de los pies desnudos. La evidencia continua nos mostró que se podía evitar una muerte dolorosa y mientras duró nuestra experiencia de prácticas con ella, pudimos comprobarlo una y otra vez. Creí haberlo olvidado, pero no. Acabo de acordarme de todo ello como si fuera ayer...Dios...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La gente comenzó a hablar de inmediato de manera explosiva, tras notar que Carmen había terminado su narración. Algunos aprovecharon para bromear sobre la historia, y otros continuaron embriagándose de la misma, interrogando a las tres mujeres sobre más y más detalles de la experiencia con Sor Paz y los moribundos abuelos de la residencia. La noche derivó en muchas historias, todas truculentas e interesantes. El cirujano estaba como en un trance. No dejaba de mirar Isabel, y de vez en cuando miraba a todos lados como un iluminado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No había luna, y estaba todo muy oscuro al volver por la línea de costa. Isabel y su amigo iban de la mano, pensativos. Cuando llegaron a la altura del Café del Mar, el hombre se detuvo y se giró hacia Isabel. Se quedó quieto frente a ella con cara expectante. Ella se sintió algo confusa y le preguntó.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-¿Qué te pasa cariño?, ¿estás bien?-. -¡Estoy fenomenal!, ¡contentísimo! Me alegro de la bienvenida que me has dado hoy, frente a tus amigos-. -¿Bienvenida? ¿a qué te refieres? los conoces a todos-. -¡Por su puesto que sí cielo!, es que hoy has desvelado nuestro secreto y he sentido que ya podíamos hablar tú y yo de nuestro reencuentro-. -Perdona, pero no te entiendo-. -Vaya, quieres hacerlo algo más morboso...jeje-. -Se quedó en silencio. Estaba muy nervioso, pero quiso darle la impresión de falsa calma.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Isabel comenzó a sentir un leve tembleque en las piernas y una especie de sudor frío ascendió desde la columna lumbar hasta alcanzar la nuca. Notó que perdía el equilibrio y se dirigió impulsivamente hacia el malecón donde pudo sentarse e intentar recuperar en vano la sensación de normalidad. Se estaba mareando y la náusea le invadió desde lo más profundo de su aparato digestivo. El amargor del ácido le mordió la garganta. Pensó que de pronto había caído en un abismo de horror insondable. No podía pronunciar palabra. Trataba de no mirarlo a él. Desesperada, trató de huir y saltó el malecón, cayendo en la húmeda arena de la playa. Con las escasas fuerzas que le quedaban se fue arrastrando hacia el mar. Cuando llegó cerca de la orilla, se dio cuenta que el hombre estaba allí, esperándola.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Amor, siento que te estoy asustando. -Su voz era temblorosa-. -No lo entiendo. ¡He esperado tanto éste encuentro!. ¡Cálmate por favor! ¡Soy yo, Ceferino! Nos conocimos en la residencia. Yo era un párroco amargado de la vida...en aquella época tenía ochenta años. Te conté una noche que tenía miedo a morir y que había hecho un pacto con el diablo. -Ceferino hablaba nervioso, desgarrando su garganta. -Tú accediste a ponerme una placa de plomo en las plantas de los pies justo antes de morir, tal y como el diablo me dijo, para así retornar algún día al mundo de los vivos. ¡Tú me ayudaste Isabel!, he tardado años en recuperar mi memoria, y saber a dónde volver, y recordar de dónde venía. ¡He vuelto para vivir contigo, una segunda oportunidad! He disfrutado de una nueva vida sin saberlo, y ahora me acabo de dar cuenta que he venido para reunirme contigo...¡Es increíble!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Isabel, estaba petrificada, destruida por el miedo. Recordó aquél episodio de su juventud, el cual interpretó como una forma de ayudar a un hombre atormentado por el celibato y las restricciones de la vida eclesiástica. Nunca más se acordó de Ceferino si no fue para sentir lástima del anciano. Ahora se re-encontraba con aquella alma retornada de los infiernos. Ambos se miraron como hipnotizados con sus caras de muertos vivientes, junto a las olas. Los dos, derritiendo sus caras pintadas con la cera de las lágrimas; Ceferino enamorado, Isabel gimiendo una ininteligible plegaria. La mirada ígnea quizás duró mil años, o quizás horas. Desde los abismos de la muerte y la angustia, Isabel fue alcanzada por la Virgen del Carmen, que acudió en auxilio de la mujer. -Recuerda el poder del Mar-, le dijo la dulce voz mariana. Tras una titánica lucha consigo misma, con su cuerpo, y contra todos los demonios, alzó su mano temblorosa hacia Ceferino, implorando que la levantara. Él, acudió con dulzura y la irguió. Ahora estaban a unos centímetros de las olas. Se abrazaron. Ella lo condujo hacia el océano y allí desaparecieron para siempre. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"> </div><div><br /></div><div><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-84114229500909766222022-11-05T16:41:00.013+01:002022-11-05T20:38:22.313+01:00Sueños Rancios<div style="text-align: justify;">Sevilla es un lugar algo especial, aunque algunos analfabetos piensen que su Cruzcampo no tenga sabor. ¿Cómo no va a tener sabor una Cruzcampo si estás apostado en el bar <i>Jota</i>, mientras muerdes un trocito de bacalao seco? ¡Hijos del Mal! Doy las gracias a esos cebollinos. Me ayudan a entender porqué estoy majareta por esta inalcanzable metrópoli. El caso es que por otro lado, hay razón en pensar que la ciudad es como una mala mujer. Una criatura imposible de entender. Eso sí que tenemos que admitirlo. Hoy, sábado otoñal, era un día de visita para nosotros, y deslizándome por su piel morena, me di cuenta que estaba soñando despierto, algunos sueños rancios. Iba con mi hija, adolescente, o pequeña mujer según se quiera interpretar, y como un ilusionado padre me puse a contarle las mil y una historias de esa ciudad donde me crie, mezclando lo personal y lo histórico. Eso a sabiendas de que podía saturar su pequeña cabecita. Iríamos de compras aprovechando el buen tiempo esperando que mis ganas de narrar no se interpusieran con su disfrute epicúreo y esa forma tan femenina de ir por el mundo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pasando por la Coca-Cola le revelé que a principios de los años ochenta salimos del Instituto Joaquín Turina un soleado invierno, como si fuéramos seguidores de Diego Corriente, a cortar la autovía N-IV para poder forrar de libros nuestra vacía biblioteca. El Instituto que estrené, había nacido sin ningún libro...¿Cómo era esto posible? Lo peor fue encontrar que al rato de estar sentados en medio del asfalto aparecieran varios Zetas plagados de policías y de entre ellos saliera mi padre, bigotudo y cabreado vestido de madero. Atravesó con aire de autoridad la alfombra de chicos que hacían cánticos de protesta y me hizo un gesto con la cabeza, mientras decía con voz neutra; -vete de aquí. -Mi hija se reía, no sé si por incredulidad-. El haber pasado una enorme vergüenza dio sus frutos y la biblioteca del <i>insti </i>se llenó de libros al fin. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Seguimos con el coche hasta llegar cerca del Parque de Maria Luisa. Queríamos aparcar por allí para después recorrer la ciudad a pie. Le dije que fuera a ver una estatua de mármol blanco escondida bajo un enorme árbol, pero como no le acompañé se quedó como confusa. Le dije que se acercara sola a ver si entendía el porqué de mi sugerencia. Al final descubrió al poeta que me dio mi nombre, menos mal. Le costó percatarse. Bajo las protectoras sombras del parque, fuimos acercándonos hacia la Fábrica de Tabacos, ladeando el Restaurante La Raza, que ya perdió su licencia y yacía abandonado, así como le pasara años antes al Montpensier, que todavía permanece en el mismo estado a solo unos metros. Le hice un guiño interior a Jesús Quintero, ese periodista épico, que en paz descanse, y otrora fuese dueño de aquél fabuloso edificio. No hace muchos años fotografié a la ínclita figura por la calle Sierpes unas navidades, junto a mi amigo Antonio del Pino. Fue amable y humilde, como tiene que ser. No le dije nada de eso a la niña. En cambio, quise enseñarle los secretos de las blancas piedras que hacen de elegante valla del restaurante, donde se pueden contemplar varios amonites fosilizados, un espectáculo gratuito de moluscos cefalópodos extintos, que se exponen pulidos a los pies de bellas esculturas. Ella no decía nada. Solo escuchaba. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pasamos por el Casino de la Exposición y paramos en el semáforo mirando a la Universidad. Allí de pronto recordé la entrevista que me hicieron justo al salir de selectividad, en la esquina con la calle San Fernando. Una periodista me preguntó qué tal me estaban saliendo los exámenes. Recordé lo curioso de sentir el futuro desde el pasado. Fui optimista en aquél momento a pesar de los nervios, pensando en los padres que estarían recibiendo el mensaje radiofónico. Seguí contándole a la niña los prodigios de la ciudad que construyó la primera gran fábrica de occidente, que luego fue un presidio y más tarde una fabulosa universidad. Ella continuó más o menos con la misma expresión de perplejidad adolescente, sobre todo cuando contempló el enorme foso que rodea la cuadrícula de la fábrica. Yo en mi fuero interno sentí la frágil victoria que obtuve aprobando por los pelos una selectividad a la que no me había preparado. Entre tanto, iba reconociendo cada uno de los fabulosos árboles selváticos que pueblan la ciudad, prueba de su iniciático encuentro con la historia moderna. Las jacarandas en cambio, permanecían muy discretas a todo lo largo de las avenidas, soltando disimuladamente alguna semilla de vez en cuando. Todavía quedaba mucho para que dieran su espectáculo floral morado. Mi criaturita tomó nota de la enorme diversidad botánica de los parques, otra prueba irrefutable del precoz estreno renacentista de la ciudad. Anduvimos a todo lo largo de la calle Palos de la Frontera, en dirección Palacio de San Telmo. Allí disfrutamos de la presencia hidalga de varios héroes sevillanos apostados en la cornisa del palacio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando alcanzamos el Hotel Alfonso XIII en dirección al casco antiguo, giré la cabeza hacia los Remedios y volví a notar el brote de otro recuerdo. Una sonada manifestación que me hizo perder más días de clase. En ésta ocasión ya como estudiante en la Universidad. Se trató de nuestra protesta para emancipar los estudios de Psicología de los de Filosofía, que en aquél distante momento de la historia de la ciudad, todavía compartía título. A los futuros psicólogos nos enfurecía estar compartiendo facultad con los filósofos, no por desprecio a su materia, sino porque nos veíamos a nosotros mismos como científicos y sobre todo sanitarios. La ciudad estaba todavía adormecida en su añoranza por tiempos pasados. Quizás se vivía con actitud indiferente al estrés y a lo frenético de la vida moderna. Seguro que en los noventa el estar loco era cosa de unos pocos nada más. Por tanto, más huelgas y tráfico cortado. En esa ocasión, hubo otra entrevista callejera espontánea de la que fui objeto, ésta vez también para la radio. En lugar de esperanzas, hubo una disputa de números, puesto que el periodista dudó de mi capacidad de estimación. Yo aseguré que había más de mil alumnos sentados en el suelo de la avenida de la República Argentina...Cuando interesa, las exageraciones no pueden formar parte de los testimonios andaluces. No es justo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ya bien entrados por la avenida de la Constitución, empezaron a surgir los fantasmas de las varias librerías desaparecidas que visitaba con frecuencia. A esas alturas me di cuenta de lo absurdo de vivir en una urbe en la que los ciudadanos jóvenes debían cortar las calles para exigir recursos totalmente básicos y elementales, para seguidamente conseguirlos tras la protesta. Me pregunto a qué se dedicaban entonces los gerentes, directores, decanos, rectores y demás gerifaltes hispalenses. Quizás es la genética de una ciudad fracturada entre reyezuelos y peones que nunca se hablan, y que hacen como que los demás no existen. Una verdadera ensoñación kafkiana estilo andaluz.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><div style="text-align: justify;">Menos mal que tras mucho callejear, al final llegamos a Jesús del Gran Poder, y ella pudo comprar sus puntas de bailarina. Volvimos contentos y sin acritudes por el mismo camino disfrutando de los escaparates de las exquisitas tiendas que ahora decoran las calles de la viejuna Sevilla. Ella satisfecha con sus compras y yo habiendo recuperado muchos recuerdos. Al llegar a la Capilla de Santa María de Jesús cogimos por la calle San Fernando, por lo que me tuve que enfrentar a un último recuerdo periodístico y de protesta. La manifestación tuvo lugar un cuatro de diciembre y venía del Prado de San Sebastián haciendo mucho ruido. Tanto ruido que no podía ni oír mis pensamientos. A los de Canal Sur se les ocurrió preguntarme a mí, el porqué de celebrar el 4D, cosa que hice con diligencia y muchísima prudencia a pesar de la súbita aparición de la periodista con su cámara apostado detrás de ella. Dudo que llegara a salir por la TV dado que no podría haber sido objeto de mofa y desprecio. Fui muy consciente de la maldad del PSOE y de su odio al andalucismo, por tanto no podía permitir que esos jíbaros me usaran para hacer de nuestra manifestación una siniestra reliquia del único movimiento nacionalista decente de éste país. Así que hablé al estilo de un abogado sevillano, hierático y apoderado de todos los andaluces en ese momento. En este lance, no me sentí con fuerzas para contarle esa última narración a la jovencita. Ya me había aguantado durante tres horas. Me guardé la anécdota para mí. Doblé las imágenes, las sensaciones, muy bien dobladitas, y las planché mejor que si fueran camisas, para dejarlas puestecitas en el armario de mi corazón. Al menos me di cuenta de la diferencia entre una autoridad educativa y los políticos frente a las demandas de los intelectuales. Al fin y al cabo, los educadores nos entregaron lo que pedimos; nuestros libros y nuestros títulos. Los políticos socialistas nunca nos dieron nacionalismo, ni prosperidad. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al final todo condujo a un enorme vacío, pero gracias a Dios y a la física cuántica, el vacío no es lo mismo que la nada. Por tanto, ya habrá quien desentierre todo esto un día, y le de sentido. </div><div><br /></div><div><br /></div></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-26419579512332840842022-11-03T23:36:00.007+01:002022-11-13T19:53:43.934+01:00La Importancia de la Nada<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLLmkXWoSh73JkUQaPReVSGvfWxR9kc807CYBceheqNG_tB21Yjs9WHrJ0AyiPpw202VDJ2uYSFvxaL7eJ2sU2teZNK8xc4HJfwcRgceZ9hFfuwfW965e-kTYCzDO7AMnIQrItRuekTcJ81rdns6-BvvTve-vnacsnPbrqH0hevObhAtO9b5M/s4080/IMG_20221022_233334.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1836" data-original-width="4080" height="144" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLLmkXWoSh73JkUQaPReVSGvfWxR9kc807CYBceheqNG_tB21Yjs9WHrJ0AyiPpw202VDJ2uYSFvxaL7eJ2sU2teZNK8xc4HJfwcRgceZ9hFfuwfW965e-kTYCzDO7AMnIQrItRuekTcJ81rdns6-BvvTve-vnacsnPbrqH0hevObhAtO9b5M/s320/IMG_20221022_233334.jpg" width="320" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El guardia civil interrogó una vez más a Juan Nadie, para encontrar la misma respuesta, o mejor dicho, la ausencia de ella. Salió de la habitación y se dirigió al despacho del comandante con un gesto de contrariedad. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Jefe, creo que éste hombre es el principal sospechoso de un asesinato en masa. Está todo lleno de sangre. No quiere hablar...por algo será. -El comandante lo miró con cara de póker.-</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Esa sería una gran hipótesis, si no tenemos en cuenta que fue la única persona viva que encontramos en el local... -dijo el jefe mirando al suelo mientras dejaba salir de sus orificios nasales dos largas columnas de humo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una hora antes, los guardias habían encontrado a Juan, de pie en un escenario improvisado en el local más siniestro del pueblo. A pesar de que iban asustados y dando gritos, con las pistolas en mano, Juan siguió mirando a la nada. Todos estaban muertos. ¿Qué podía temer? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Había bebido más de cuarenta cervezas y el concierto acababa de empezar. Una imagen de ella brotó de la nada. Su pelo oscuro y su mirada de acero le advirtió del puro deseo tanático que engendraban cuando estaban juntos. Se preguntó sobre ello en vano, quiso ahondar en su mente una y otra vez, para encontrar un abismo oscuro en cada ocasión. Estaba presenciando un concierto de Los Ningunos, en La Alternativa. Ellos cantaban "<i>todos vamos a morir</i>" cuando agarró el teléfono y llamó impulsivamente a Inma. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ella respondió rápido y con su característico genio y pronto, inquirió sorprendida por la inesperada cercanía del hombre. Tenía en una mano una copa de ron y en la otra el móvil y un cigarrillo. Ambos se sintieron seducidos por las voces del otro, y a su manera, intentaron resistirse a fracasar de nuevo, a matarse a besos para después desear ser propulsados directamente al infierno. Solo tuvo que dejarse caer como una canto rodado para toparse con ese hombre. No tardaron en encontrarse en medio de la oscuridad, cerca de la iglesia. No se sabe cómo consiguieron verse, por motivos etílicos, principalmente. Desnudaron sus almas una vez más. Para qué iban a perder el tiempo. Atrapados en la misma prisión, obedecieron al deseo voraz. Ángeles y demonios debatieron allí mismo, qué clase de lucha y qué victoria podría resultar de aquél extraño encuentro. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Juan Nadie, había sido magnánimo al despedirse del ebrio amigo que había decidido perseguir la luz cegadora de la mujer de ojos diabólicos y mente inescrutable. Balbuceó un agradecimiento y Juan le regaló un abrazo, para después proseguir con el concierto que seguiría destilando ironía en la negra noche del paraíso de los náufragos. Lo extraño es que el hombre volvió media hora más tarde, con la mujer. Ambos acuchillaron a toda la audiencia. No hubo heridos, sino más bien despedidas. Tampoco hubo resistencia, ni alaridos, porque la música, cada vez más sórdida, empapó las embriagadas mentes para que alcanzaran un dulce final al unísono. No se sabe si estaban hipnotizados, pero los forenses no encontraron signo alguno de lucha.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando todo estuvo a punto de acabar, especialmente tras degollar a la violinista, los asesinos se situaron frente al cantante. El hombre y la mujer quisieron entregar un epílogo a Juan Nadie. Se despidieron de él, con un ensangrentado abrazo, asegurándole que su maravilloso concierto haría honor al más insondable vacío que se haya podido presenciar. Después se entregaron a un apuñalamiento mutuo hasta que desfallecieron y cayeron sobre el cadáver de Curro, el malogrado dueño del tugurio. </div><div><br /></div><div><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-29434210327358631372022-10-22T21:05:00.009+02:002022-10-22T21:35:40.657+02:00Exitus Erótico<div style="text-align: justify;">Había estado asediado por una serie de cuestiones importantes durante una buena parte de su vida. Eso era normal teniendo en cuenta que era un neurótico. Como también era un poco jartible, había intentado buscar solución y explicación a sus varias cuestiones existenciales. Dada su devoción por la verdad y su excelente capacidad reflexiva, había podido dar cuenta de algunos de dichos dilemas exitosamente, pero algún otro se le resistía año tras año.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ahora había sobrepasado la cincuentena y por gracia divina, estaba todavía en pie, entero. -La vida más reposada del que ha luchado durante mucho tiempo y ahora empieza a disfrutar de los triunfos, puede traer algunos regalos inesperados, -pensó para sí mismo días antes de su momento fatídico- En ese instante no se dio cuenta de cuánta razón tenía. Ahora sobrevivía escondido tras los bastidores de un matrimonio frustrado desde un principio por la mojigatería femenina, y la viscosa presencia de unos suegros castrantes. No quería acabar con un proyecto de tal calado, y que al fin y al cabo le había proporcionado dos frutos maravillosos e inesperados. De hecho, por virtud de dichos frutos había resuelto el dilema de su relación matrimonial y acabó claudicando a la misma, aunque aún le quedasen algunas balas en la recámara del amor carnal. Podía disparar a diestra y siniestra y cazar la pieza que quisiera, pero en el amor uno es cazado. Y amor había en su vida. ¿Para qué quisiera tirar todo por la borda, bajo la influencia nefasta de cualquier sirena que se encontrase durante sus devaneos de fin de semana? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El viernes pasado, durante su trabajo en la notaría, notó que la secretaria se había enfadado mucho ante su actitud coqueta frente una clienta que intentaba cerrar una operación inmobiliaria. Fue una reacción de puro celo, al revelar incautamente algunas intenciones con la atractiva cuarentona de aires aristocráticos. Tuvo que admitir como ciertas las palabras que dicha empleada sacó de la manga justo antes de cerrar el kiosko. Con ellas le plasmó palmariamente que podía esgrimir cualquier desatinada alusión a la pecadora acción testosterónica, como una ominosa espada de Damocles feminista. Le dio la razón de inmediato, y le pidió disculpas por puro miedo. A lo mejor su reacción interna fue desproporcionada. Pero en su subconsciente bullía la visible inferioridad de condiciones del género mantis religiosa macho. En aquellos días una mujer podía acusar a una no-mujer de cualquier cosa, porque sí. Y la justicia, que por cierto es una mujer con los ojos vendados, abriría su cráneo sin contemplaciones, como una niña apaleando una piñata. Los días de Don Juan Tenorio acabaron en la generación anterior. Freud se retorcería en su tumba al saber que ahora el pene está colgando entre las piernas de las mujeres, sobre todo de las acomplejadas. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente y tras pensarlo mucho, tuvo que agradecer a la secretaria, que tras eones secuestrado por una perplejidad trascendental*, había llegado el momento de quemar el barco del erotismo. Se dio cuenta que las mujeres jóvenes eran unas imbéciles y que él era un viejo amargado, aunque también sabio espalda plateada. A partir de entonces, en su tiempo libre se dedicó a la virtuosa costumbre de escribir pequeños guiones para un programa de radio nocturna que llevaba un amigo suyo, que por cierto había quemado un barco de la misma eslora no hacía mucho tiempo. Al fin se liberó de todas sus ataduras hipotalámicas y también de las metafísicas, que en el fondo son igual de pesadas. Ahora volaría libre por las ondas hertzianas, mesmerizando almas, cautivando corazones, sin saber realmente si lo hacía como ángel o como demonio. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">* Me veo obligado a eufemizar por temor a la mortificación feminazi.</div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-91340736727162524092022-10-08T21:51:00.003+02:002022-10-08T22:12:07.770+02:00El Escritor<div style="text-align: justify;">Colgó el teléfono con satisfacción. El coche ya estaba libre de cargas y se podía hacer la titularidad del mismo. En unos días harían la operación y tendría finalmente el coche de Carmelo. Entretanto, estaba celebrando la llegada de varias cajas de vinos que había comprado en Collado. En realidad, pertenecía al club del Vino y le traían una caja con seis botellas cada tres meses, pero dado que iba a celebrar su cumpleaños, se pidió una caja extra. Abrió las dos y se deleitó al comprobar la buena calidad de los mismos. Estaban los Gaudeamus, Fundus, Caberrubia, Tio Pepe y Méritos, y todos a buen precio. Hoy no había nadie en casa a parte de él, con lo cual tenía por delante un sábado bastante reflexivo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A su lado, en la mesa, reposaban expectantes a parte de las botellas, varios libros de Ibn Arabi. Otros más contemporáneos, como el de Ruiz Zafón y una innumerable cantidad de textos médicos también intentaban acaparar su atención. Nadie sabía cual iba a recibir el próximo bocado. En realidad, de eso se trataba. Comer de aquí y allá, nutriéndose de la variada dieta intelectual a la que acostumbraba. El día anterior, su amigo Chema le había recomendado un escritor japonés llamado Murakami, pero no estaba seguro si pillarse algún libro del susodicho, sencillamente porque Chema había comenzado a seguir a dicho plumilla tras adquirir una historia sobre corredores o maratones. Ya lo volvería a hablar con él, para estar más convencido. Seguro que Chema le daría detalles sobre Murakami y podría al fin decidirse. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La situación actual se definía como un ambiente burbujeante, dado que había acumulado ya más de cien relatos y tenía ganas de publicar cuanto antes. Paco, un amigo escritor, le había dicho que tenía que seleccionar de entre los cien relatos y publicar un libro con unos cuantos nada más. Evaristo se había apuntado a leerlos y mejorar la gramática y corregir errores. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A veces se preguntaba si su vida llevaba un camino torcido. Si quizás había sido tentado por el diablo o si su quehacer reflejaba una inclinación a que el mal lo rondase. ¿Se había entregado a una existencia blindada de espiritualidad?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Desde fuera, se podría decir que era alguien feliz. Por supuesto que tenía algunos problemas por ahí, pero todo el mundo los tiene. Lo más crítico era que no tenía ni idea de cómo vivir. En realidad, todo lo que pasaba alrededor lo vivía con gran perplejidad. Era un gran simulador. Se hacía pasar por una persona normal, pero en su fuero interno, andaba siempre perdido. Estupefacto, atónito, enajenado, asombrado...absorto. Los qualia de la experiencia eran sin duda vividos con gran deleite, a pesar de lo inquietante. Porque al fin y al cabo, por muy extraño que fuese vivir bajo su propio pellejo, era la vida lo que tenía en sus manos, y la vida es un constante asombro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se fue a dar una ducha. Al salir se fue secando frente al enorme espejo del cuarto de baño. De pronto, imbuido en su propia vergüenza de ser él mismo, se sintió como desdoblado completamente. Es como si hubiesen encajado un USB detrás de su nuca con su verdadero Yo como un implante, mientras que el cuerpo y parte de la actividad mental fuera la del recipiente o más bien, el solar del que tendría gobierno. Pero es que no era un buen terreno donde cultivar su alma. Ambos se rechazaban. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se sintió mareado y tuvo que retirar la vista de su imagen especular para poder gestionar tamaña sensación de repudio y oprobio. Se vistió como pudo, medio alterado y confuso. Intentando dejar atrás semejante atentado contra la integridad psíquica bajó al salón donde todavía esperaban pacientes y anhelantes una enorme pila de libros y varias botellas de vino. Allí se encontró con un hombre sentado y cabizbajo. Llevaba turbante y un atuendo islámico muy elegante. El escritor pudo reconocer que vestía una túnica blanca y una blusa de tela fina de color verde. El hombre elevó la vista y mostró su semblante atezado al escritor. La sensación fue una combinación de estupor y encantamiento, es decir, una especie de sesión hipnótica, mesmerizante. El individuo del turbante empezó a hablar en un tono muy sosegado;</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Bienvenido a la vida, amigo -dijo el desconocido-.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Gracias, no tengo el gusto de conocerle -contestó el escritor-.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Si que me conoces, pero te da vergüenza reconocerlo. ¡Que Alá sea misericordioso contigo! Soy uno de tus acompañantes. Somos de los que llevan una vida errante. Viajamos sobre todo a lo largo de las costas para aislarnos de los hombres. Hoy soy digno de tí. El Altísimo me ha permitido venir a visitarte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Shaykh, el honor es mío. Ahora lo he reconocido. Siento haberle faltado al respeto. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El escritor no sabía si en realidad sus palabras salían de su boca o directamente de dentro. Se sintió cercano al sabio, el cual se mostró extremadamente humilde y magnánimo con sus gestos y presencia. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">-Shaykh, tu visita me llena de calma y serenidad. El que estés aquí en este momento es un regalo que no merezco. No te preguntaré porqué he sido elegido, bastante suerte he tenido hoy. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Después de esas palabras, solo hubo silencio. Estuvieron bastante rato juntos, sentados uno frente al otro. El escritor le ofreció una copa de vino, pero no pronunció palabra para comunicarlo. Bebieron sin abrir botella alguna e Ibn Arabi le leyó algunos pasajes de sus libros sin tener que abrirlos. El sabio se fue diluyendo entre la misma materia que lo rodeaba, como una nube que se disipara poco a poco. Cuando parecía haberse disuelto por toda la habitación, el escritor se dio cuenta que se sentía algo más anclado en su propio organismo, aunque al mismo tiempo, percibía una mayor indiferencia por lo que acontecía. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se acordó que mañana tendría que pedir un préstamo, y que su rutina volvería a manifestarse como reina de su experiencia cotidiana. Sonrió desde dentro, sintiendo refugio en su carne. Ahora se dio cuenta que su cuerpo podía no ser más que un mero abrigo. Que su cara y brazos no eran otra cosa que un sofisticado títere que respondiera a los invisibles hilos de su pensamiento. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Agradeció a la divinidad la experiencia y guardó en secreto su íntimo deseo de encontrarse de nuevo con Ibn Arabi y con otros sabios del pasado. Se preguntó si sería pecado el desear hablar con sabios del futuro. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-87171458987567299732022-10-06T19:04:00.003+02:002022-10-08T08:29:29.282+02:00Entre líneasEl ser humano puede luchar contra el diablo, pero el diablo sólo lucha contra Dios.Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-66411075131116154142022-10-06T19:03:00.001+02:002022-10-08T08:31:00.042+02:00Miradas y Libros<p style="text-align: justify;">Entre los dos solo cabía una débil y humeante columna de vapor del cuscús. A veces se miraban descaradamente y a veces de refilón, avergonzados. El fondo del restaurante era una maraña columnas de humo que sugería un extraño palacio fantasmagórico, salpicadas por cabezas parlantes. </p><p style="text-align: justify;">El le dijo; -No sé si es la frase adecuada pero ahora mismo te diría que cada vez me gusta más leer.</p><p style="text-align: justify;">-¿Porqué no lo sabes?-dijo ella-.</p><p style="text-align: justify;">-Porque no me acuerdo, o no sé si lo que me gusta ahora es exactamente lo que me gustaba.</p><p style="text-align: justify;">-Pues me estoy liando.</p><p style="text-align: justify;">-Creo que hace años un libro era un objeto que me permitía aprender algo, y eso me gustaba. Ahora los libros son un misterio, o mejor, son como una rendija desde donde puedo vislumbrar el gran misterio de vivir.</p><p style="text-align: justify;">-Yo sabía que eras un voyeur. </p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-68292953888852302092022-10-04T21:51:00.002+02:002022-10-04T21:51:33.041+02:00La CharcuteríaEl amigo encontró al psicólogo haciendo unas compras y bueno, ya que la hora del ángelus había sido superada con creces, acabaron tomando una cerveza. Al fin y al cabo era sábado.<div><br /></div><div>-Y bien querido amigo, cuéntame, ¿cómo te va en el nuevo trabajo?</div><div><br /></div><div>-Me va bien, pero vamos esto parece una charcutería más que una clínica...-dijo el psicólogo-</div><div><br /></div><div>-Vaya, eso suena algo raro, ¿y a qué se debe?</div><div><br /></div><div>-Los pacientes vienen a la consulta como si fueran clientes, y te pueden abordar así por ejemplo; -¿me da un cuarto de rivotril, y cien gramos de terapia cognitiva?-</div><div><br /></div><div>-jajaja, eso es broma.</div><div><br /></div><div>-De broma nada, te lo digo en serio. </div><div><br /></div><div>-Pues como te he cogido así a bote pronto, ponme una bolsita de zopiclona que ando con insomnio.</div><div><br /></div><div>-Vete al carajo. </div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-74619863633345832402022-09-18T01:28:00.010+02:002022-09-24T17:40:12.835+02:00La Regresión de las Almas<p style="text-align: justify;">-El mal existe, -dijo el obispo, con voz grave- Ambos bajaron la cabeza para pensar sobre el significado de dichas palabras. Al rato se volvieron a mirar a los ojos. La tertulia había terminado. El psicólogo le dio las gracias por dedicarle tiempo: -Excelentísimo, le agradezco que me haya atendido -El obispo lo miró con ternura y cercanía-. -Por favor, llámame Paul. Se despidieron y él marchó por donde vino, sin ser acompañado. Tuvo que recordar todo el camino de ida, para poder volver. Era complicado. Los interiores de la catedral de Gibraltar son tan complejos como las cuevas de la Roca. Intentó evitar hacer un resumen de lo discutido mientras se marchaba entre tenebrosos pasillos, porque si quería abandonar el lugar debía de exprimir su sentido de la orientación. También se dio cuenta que deseaba extraer una sensación emocional de aquél lugar donde había sido invitado por sorpresa, cosa asimismo que tuvo que posponer. Una vez que consiguió encontrar la entrada principal, casi a tientas, dijo adiós a la señora Tosso, que guardaba la sacristía y se dejó bañar con el sobrecogedor chorro de luz solar que lo devolvería al mundo real y cotidiano. Conforme se dirigió hacia el norte, el haz de luz que le saludó justo a la salida desapareció, y los nubarrones procedentes de levante volvieron a acechar al pueblo, con intención de aguar el día. </p><p style="text-align: justify;">Tenía programado reunirse con un psiquiatra en Sacarello´s, pero como había tiempo de sobra, se dirigió allí de todos modos para darse un respiro y hacerse una composición de lo que había experimentado. Alcanzó rápidamente Irish Town, y se sintió muy aliviado. Debía de evitar por todos los medios andurrear por las calles principales. De otro modo podría ser abordado por media docena de nuevos y viejos pacientes, lo cual sustraería quince o veinte minutos de su precioso tiempo. Esa clase de contrariedades le cansaba mucho más que diez sesiones seguidas de terapia. Gibraltar es un lugar muy pequeño, en el que el estigma de la salud mental se ha esfumado. Todo el mundo puede pedir ayuda al psicólogo, nadie se avergüenza. Quizás él contribuyera modestamente a ese progreso, pero al final él mismo murió de éxito: se convirtió en un trapo de cocina, disponible en cualquier momento para retirar las manchas que crean las culpas, penas y otras afecciones del alma. Odiaba que le abordaran por la calle para así obtener una mini-sesión gratuita. La gente podía verlo de lejos e ir instantáneamente en su búsqueda, abordándolo sin escrúpulos, en voz alta, para exigir su bondadosa atención, su cálida palabra.</p><p style="text-align: justify;">Sacudió la cabeza como para despertar de una pesadilla, y se sintió cómodo moviéndose por la pedregosa calle abrigado por sus estrecheces. Por esa zona siempre había poca gente. No se sabe porqué. En la calle Real habría en ese momento un torrente inacabable de turistas y locales haciendo a ésta la aorta y a aquella la cava del pueblo. Llegando a la esquina del café, se aseguró que no había moros en la costa escudriñando disimuladamente el interior a través de los cristales. Vio luz verde para adentrarse en él. Sin embargo, al hacer el ademán de dirigirse allá y a pocos metros de la entrada, un misterioso empuje de aire revolvió toda la calle con gran fuerza. Era como si algo no quisiera que entrara en Sacarello´s. Al final y con esfuerzo pudo abrir la puerta, para dejar atrás semejante inconveniencia atmosférica. Una vez dentro, se apagó todo ese remolino de hojarasca. Selló el lugar con la puerta acristalada y notó al instante el reconfortante efecto burbuja de estar en aquél lugar tan pintoresco al visitante, pero que para él se había convertido en un verdadero bunker anti-pacientes. Se sintió seguro. Echó un vistazo a los pasteles que había hoy, mientras esperaba su turno, pero no estaba su favorito. Después escudriñó las redondeces de las camareras buscando alguna esbeltez, busto generoso o movimiento del que disfrutar, y acto seguido se pidió un té verde. Por fortuna seguía sin tropezar con nadie conocido aunque todas las caras fueran familiares. De un salto estaba ya en las escaleras de madera para desaparecer por ellas y ascender a la parte más privada del local. Allí los techos son bajos y la sensación es algo sofocante, pero es mejor que nada. Todo estaba terminado con madera incluyendo el suelo, que crujía bajo las pisadas. Se sentó en un lugar donde pudiera estar mirando a la pared y allí se quedó pensativo, orientándose hacia el flujo de experiencia fenomenológica. Inspiró despacio por la nariz y cerró los ojos, dejándole al mundo una sola vía de conexión a través del aroma del té verde, el cual sugería fruta fresca y una suave astringencia. De fondo, también había notas de tostado y ebanistería, procedente de compuestos orgánicos volátiles de los oscuros barnices que habían impregnado las maderas hacía poco tiempo.</p><p style="text-align: justify;">Anclado sólo a los penetrantes olores del mundo exterior, recordó que debía de ser puntual y escurridizo para llegar al centro del pueblo. Había terminado con exactitud las citas de la mañana y sin dilación se trasladó a pie, cruzando por el parque Commonwealth hasta llegar al barrio judío. De allí la catedral estaba a un paso. Saludó a Miss Tosso, la cual tras acompañarle por todos los laberintos y habitaciones de habitaciones cada vez más estrechas y oscuras, lo condujo finalmente a un pequeño pero lujoso despacho donde estaba bishop Paul. Los muebles, la decoración y sobre todo la espesura de las paredes formaron tal escudo, que el mundo literalmente quedó excluido de aquél lugar. La paz le inundó por completo cuando Miss Tosso cerró la puerta y los dejó solos. Bishop Paul le recibió en voz baja, como si hubiera alguien escuchando en otra habitación. Su exquisita prosodia le embargó, y puso toda su atención en cada palabra, cada fonema pronunciado por el sabio. Hablaron un instante allí, tras lo cual, sugirió que fueran a otro aposento más informal, que estaba próximo. Dicha estancia tenía una mesa de camilla y unas estanterías llenas de libros antiquísimos en castellano y en inglés. Había dos sillones de tela de color bermellón. Las paredes no estaban recargadas de cuadros o crucifijos. Era un lugar sencillo, conservando las justas referencias a la religiosidad del lugar. Debían tratar sobre la vida de Fred McNally, un joven que oía voces. Había faltado varias sesiones y a parte de eso, estaba en medio de un impasse. No progresaba. Había que acudir a todo medio al alcance, y la religión es algo fundamental, aunque cada vez se le de menos espacio en la salud mental. Un trasfondo de culpa jugaba un papel crucial en la sintomatología de Fred. El paciente vivía atormentado por su firme opinión de que en el pasado había cometido actos sexuales aberrantes. Exploraron las posibilidades de trabajar coordinados para facilitar un cierto grado de progreso, de alivio y sobre todo de redención de un alma truncada por falsas creencias. Tras esto surgió casi de forma natural, la cuestión de hasta qué punto pecado y locura están relacionados. Como no había más testigos que dos expertos cada uno en su dominio, allí se habló con total espontaneidad. Ambos se dieron cuenta que coincidían en muchos puntos, a pesar de lo peliagudo del tema. Al final, uno de los dos suspiró antes de pronunciar la última frase que cerró el debate. </p><p style="text-align: justify;">Cabizbajo y orientado hacia la taza, mantuvo los ojos medio abiertos para retornar al mundo exterior, inspirando con fruición el vapor que emergía del recipiente, todavía caliente. Le reconfortó un sorbo de té adentrándose por su garganta. Ahora podía escuchar pasos en varias direcciones, a través de los suaves crujidos del suelo. Poco después alguien se paró muy cerca de él y con sus oídos pudo integrar la imagen de un hombre manteniéndose de pie sin apenas moverse. Visualizó el fru fru de la ropa. Debía llevar una gabardina. Abrió los ojos. Era Azopardi, el psiquiatra. Era un bromista. </p><p style="text-align: justify;">-Hola muchacho, noto que estás muy lejos de aquí...¿qué droga has tomado esta vez? -Dijo con mueca burlona- Nací así, -le contestó el otro sin inmutarse-. Azopardi era un compañero de batallas. No podrían vivir el uno sin el otro. Se turnaban en el juego de bromas y gestos afectuosos sin cansarse. Era mayor que él, pero con una trayectoria similar y la misma cantidad de canas. Muchos años de experiencia y muy harto de todo, pero siempre con una sonrisa. </p><p style="text-align: justify;">-¿Sabes que Pradesh y DiClemente se marchan?, me acabo de enterar, por cierto, yo no le te lo he dicho. -Dijo Azopardi con preocupación -Pues vaya tela, ¡anda que vamos bien! a este paso no van a quedar aquí ni los monos, -dijo el psicólogo. Azopardi asintió y se dejó caer pesadamente en la silla mientras soltaba una cartera con papeles y un paraguas en otra silla libre. Se acercó bastante al oído y le susurró; -no sé que está pasando pero supongo que habrás notado que se está creando una atmósfera bastante tóxica por todos lados. No es casualidad que mucha gente se esté largando de Gibraltar desde hace meses. Dicen que alguien anda amenazando a los políticos, a la policía, a los médicos del hospital -Dijo Azopardi, casi temblando. -¿Es una mujer extranjera?, creo que he oído algo. O será un hombre, o ambas cosas... sugirió el psicólogo. -No tengo ni idea, pero como venga a mi consulta la voy a mandar lejos. Al parecer, quien quiera que sea, se hace amigo de la gente de forma poco ortodoxa y luego les obliga a hacer cosas vergonzosas bajo amenaza de divulgar secretitos -espetó el psiquiatra. Fueron incapaces de desahogarse con el asunto dado el nivel de incertidumbre que generan los rumores. Después hablaron sobre varios casos clínicos hasta que ambos se terminaron su brebajes. Debían de dirigirse al centro de salud, que está en Casemates. Allí les esperaba el resto de pacientes del día y algo más. </p><p style="text-align: justify;">Ya cada uno en su consulta, se dedicaron a lo suyo. El psicólogo esperaba a una joven adjunta, que se sentaría con él durante la tarde para aprender las artes y las ciencias que curan las dolencias de la mente. Llegó puntual. Le había dado tiempo de encender el ordenador y leer las historias clínicas justo antes de que Alison llamara a la puerta. Ella era de una belleza sin pretensiones, joven y algo ingenua. Procedente de clase trabajadora, se había graduado en Liverpool, donde también había completado un magister en psicología clínica. Deseaba como la mayoría, volver a su pueblo y no tener que salir nunca más de él. Al menos ya estaba enfilada en lo que sería su primer puesto de psicóloga. Se sentía cómoda aprendiendo con él. Lo veía como un padre, y él también sentía lo mismo. Al llegar se pusieron inmediatamente a trabajar con los casos para poder prepararse antes de que llegara la primera cita. No les dio tiempo a terminar con todos los archivos cuando notaron que la sombra de una figura femenina se aproximó a la consulta. Estaban en un pasillo donde todas las clínicas eran particiones con cristales translúcidos, de modo que la gente podía llegar a molestar incluso si solamente se apostaban muy cerca. De hecho, se podían escuchar voces de pacientes cambiando de agudeza debido al efecto Doppler. La sombra permaneció allí sin moverse. Los dos se miraron, como diciéndose el uno al otro que ya no podrían hablar sin ser oídos. Se hicieron una señal y tras ello reorganizaron los papeles y Alison se dirigió a la puerta. En ese momento la sombra chinesca golpeó suavemente el cristal. Eran justo las doce de la mañana. </p><p style="text-align: justify;">Era una mujer de tez blanca y pelo azabache. Su vestido era completamente negro junto con todos sus complementos. Llevaba también guantes negros, cosa poco común. Inmediatamente generó una atmósfera incómoda. El psicólogo la animó a sentarse y se presentaron. Efectivamente ella era Ingrid Malthus, de treinta y ocho años: la paciente de las doce. Sintió una extraña y repentina atracción y repulsión por la señora. Pero dada su experiencia, dejó que dichas sensaciones le impregnaran sin turbarse, de modo que pudiera ir construyendo un perfil realista de la paciente. Comentaron lo propio de una primera consulta, pero muy pronto la conversación derivó en una especie de diálogo paralelo con referencias y metáforas que la mujer iba desplegando, y que cada vez iba desviando más y más el encuentro hacia otra clase de motivaciones poco claras. Alison se perdió por completo, y permaneció inmóvil y en total silencio, esperando quizás poder reorientarse en algún momento. La mujer enunciaba pensamientos abstractos sobre el sentido de la vida, sobre la deriva nihilista de la sociedad o la falta de valores, nunca refiriéndose a sí misma. Hablaba con fluidez, con elegancia y gran confianza, como si ella fuera en realidad la que llevara la batuta en la sesión. Su voz era profunda. Su mirada, demasiado intensa. En un momento dado, él quiso retomar el control y hacer un pequeño resumen de lo tratado para poder redirigir el curso de la consulta. En ese momento algo inesperado sucedió.</p><p style="text-align: justify;">La mujer se llevó su dedo índice a los labios y con ello silenció al hombre. Sus negra mano izquierda vestida con el guante volvió a reposar junto a la otra lentamente mientras comenzó a pronunciar una especie de letanía ininteligible. Él y Alison, notaron cómo sus pieles se erizaron al instante. Cuando pudieron escapar momentáneamente del terror que sintieron, quizás se les ocurriera acudir a la razón para poder ponerle una etiqueta a aquello. Él quiso intuir que Ingrid había pronunciado un antiguo texto latino, referente a un exorcismo. Después de que dicha letanía fuera completada, el psicólogo trató de seguir con su plan. Hizo un gesto que anunciara que ahora era su turno, para después poder hablar, pero su voz sonó muy lejana, casi imperceptible, tras lo cual la señora se levantó y se marchó sin decir adiós. </p><p style="text-align: justify;">Una vez solos, se miraron el uno al otro confusos y mientras recuperaban el aliento, se dieron cuenta que había transcurrido la hora de la sesión. Aquello había parecido un encuentro de cinco minutos. Los mecanismos internos de los sentidos parecían haber perdido su calibración. Empezaron a sudar profusamente. El resto de la tarde transcurrió con total normalidad, excepto en los corazones de los dos psicólogos que quedaron drenados de energía. </p><p style="text-align: justify;">Pasaron varios días y en realidad, la experiencia fue olvidada o casi olvidada. O más bien se intentó olvidar. Un lunes por la mañana, el psicólogo compró como de costumbre la gaceta local antes de subir a la clínica. En grandes titulares leyó con consternación que varios políticos del gobierno local habían dimitido, y debajo de esa noticia lo mismo pero en sanidad: una veintena de médicos habían entregado sus cartas de dimisión al gerente del hospital. El miedo recorrió su pecho y vientre como una tenia hambrienta. Se sintió devorado por las sensaciones de confusión. Tuvo que arrojar el periódico en una papelera para poder aspirar un poco de aire. Subió atolondrado por las escaleras mecánicas. Las piernas le temblaban. Cuando iba por el pasillo se encontró con varios de los médicos que habían anunciado su decisión. Tenían caras pálidas, con ojeras. Parecían famélicos y endebles como enfermos paliativos. En la hora del almuerzo se dirigió al hospital central para ver a Mr Szerb, cirujano y gran amigo. Trató de sonsacarle algo sobre lo que estaba pasando, pero Szerb parecía afectado del mismo mal que todos los demás. No parecía ser capaz de engarzar los pensamientos y las palabras de manera coherente. Tras el encuentro se sintió aún más debilitado. El miedo acabó por apoderarse también de su garganta, como le ocurriese a su amigo, con lo cual se quedó casi sin habla.</p><p style="text-align: justify;">En los días subsiguientes, se fue percatando que la otrora bulliciosa ciudad se había tornado silenciosa. No se oía hablar a la gente en la calle. Todo el mundo iba de un lado a otro nerviosamente, deseando de llegar, sin cruzar miradas, evitándose unos a otros. La vergüenza y la culpa había envenenado a las mentes de jóvenes y viejos, haciéndolos huraños o pusilánimes. Algo inaudito. Todo parecía diferente, es como si fuese otro país, otro mundo. El habla se volvió tan escasa que resultaba casi incómodo escuchar a alguien. En la consulta todo se tornó obtuso y extenuante. Casi no se podía entender a nadie. Era como si nadie pudiera realmente escuchar al otro, como si todos hablaran un lenguaje indescifrable para los demás. La locura parecía haber invadido aquél pequeño pueblo, otrora santuario del buen hacer, de la espontaneidad y de la cercanía. </p><p style="text-align: justify;">Luchó todo lo que pudo contra aquella marea negra. Pero al final, se dio cuenta que era una batalla perdida. Cada uno tendría que buscarse su propia salida. ¿Qué sería de Azopardi, de Alison o de Mr Szerb? Unos meses después, antes de coger el avión se giró para mirar por última vez a la Roca. Fue chocante, pero creyó ver a un hombre vestido enteramente de blanco mirarlo fijamente desde mitad de la pista. Tenía gafas. Llevaba el pelo largo y también tenía una poblada barba de color castaño claro. Aquello no podía ser. Estaba completamente prohibido situarse en aquél lugar, pero sus ojos le estaban diciendo que eso estaba ocurriendo. Subió a la cabina y casualmente se sentó con vistas a la ciudad y la Roca otra vez. Comprobó dolorosamente que el hombre permanecía en el mismo sitio imperturbable. Los motores se pusieron en marcha y tras los debidos procedimientos, el aparato giró y se colocó en posición de adentrarse en la pista. Después la recorrió en toda su extensión hasta finalmente dar media vuelta y colocarse en la zona de poniente para así obtener el permiso para despegar. De nuevo, el hombre de blanco estaba allí apostado, en aquél extremo, casi al borde de la pista, como si aquello fuese lo más natural del mundo. La extrañeza vivida en los últimos meses se reavivó aún más si cabe, rodeado de pasajeros silenciosos, con la mirada perdida y él sin poder retirar la vista de aquél ser fantasmagórico que presenciaba su partida como si fuera un triunfo. Por fin, el avión aceleró y ascendió atravesando las nubes que en ese momento eran muy bajas y poblaban todo el cielo. Al desaparecer la Roca y todo el orbe deseó que lo ocurrido se esfumara de una vez. Sin embargo, minutos después tuvo la impresión de que era su alma la que se marchaba, pero que su cuerpo se había quedado allí, quizás secuestrado para comportarse como un robot, repitiendo sus rituales y acciones diarias, imitándolo a él mismo. </p><p style="text-align: justify;">Al navegar entre el océano de estratocúmulos, cúmulos y cumulonimbos se preguntó qué habría sido de bishop Paul. No le veía hacía tiempo. ¿Permanecería a salvo de todo, allá en su atalaya espiritual? Quiso pensar que sí. Y sintió un profundo alivio. Quizás él sabría toda la verdad. Al menos quedaría una persona guardando la verdad en su alma.</p><p><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-36363444.post-25610988898868544182022-09-10T18:16:00.009+02:002022-09-17T15:47:47.709+02:00Palo Cortao<p style="text-align: justify;">Aunque hacía bastante calor afuera en la calle, a varios kilómetros se estaban produciendo truenos. Pero eran apenas apreciables. Su leve crujido pudo sentirse más como una tímida queja de la madre Tierra que como un mero fenómeno atmosférico. De hecho, el planeta ahora transicionaba hacia el perihelio. Una música sin compás envolvía el ambiente de manera juguetona, infiltrándose en los oídos dulcemente, sin pretensiones de decir realmente nada, quizás sólo actuando como un colchón protector que le aislara del mundo entero. Había columnas de libros por doquier, que en su disposición se asemejaban a rascacielos de una ciudad imaginaria. Algunas de esas torres habían sido tumbadas de manera que formaban pilas semiderruidas. Pareciera que habían sido usadas ex-profeso para crear un efecto dominó de desorden. El suelo estaba tapizado de papeles y objetos varios propios de un escritor. De las paredes que no tenían estanterías de libros, colgaban infinidad de dibujos y fotografías formando un collage absurdo, casi más que la ciudad de papel que se extendía por todo el parqué del salón. El dueño de todo aquello estaba allí mismo tirado en medio de la escena. Parecía un Gulliver atrapado en un laberíntico espacio del cual no deseaba salir. Desde algún lugar de la habitación el serpenteante humo del incienso iba lentamente haciendo la atmósfera más densa y pesadamente perfumada, dándole a la escena un toque chinesco, narcotizante.</p><p style="text-align: justify;">A veces la música tomada un ritmo alegre. Tras esto, e imperceptiblemente, el hombre se animaba a cambiar de lectura. Dejaba un libro con un marcador de página y lo depositaba en algún sitio, sin importarle dónde, para lanzarse sobre otro y después otro. El dolor no era problema. Nada podía parar su voracidad lectora. Ni siquiera la noche, o el sueño. La habitación carecía de teléfonos y ventanas. Era un lugar tremendamente remoto e inaccesible. Aquel escondrijo era una maravillosa placenta amorosa, desde donde sentir el mundo sin tener que verlo u olerlo. Una recóndita pirámide azteca desde la que escrutar los rincones del firmamento sólo teniendo que alargar un brazo para alcanzar una estrella luminosa de conocimiento. </p><p style="text-align: justify;">Para aquél hombre, cada libro era de hecho un astro fulgurante, de irresistible encanto. Cada estantería una galaxia de sabiduría. Diferentes idiomas, diferentes épocas y autores eran descifrados sin piedad. Toda luz de inteligencia que pudiese brotar de aquellos tesoros caían bajo la atracción gravitatoria de aquella mente oscura. </p><p style="text-align: justify;">Las paredes de la habitación eran tan gruesas que ni el calor ni los truenos podían recordarle que el mundo seguía girando ahí afuera. Tras un maratón de días y semanas escondido en la biblioteca, el hombre decidió salir al mundo exterior. Para los demás, su presencia era grata. Su cuerpo reflejaba años de vida atlética, aunque ahora eso fuera sólo un recuerdo. De frente amplia y mentón marcado, se podría decir que era de rasgos aniñados, quizás femeninos. Nada que pudiera hacer sospechar a nadie, que tras esa figura de aspecto más bien indolente, se erigía una mente tenebrosa y llena de misterio, incluso para la propia consciencia de su dueño. Él sabía que el mundo necesitaba de su candor, de su arte y de su servicial actitud con sus iguales. Lo tenebroso quedaba para él y nada más que para él. Sacó varias cervezas del frigorífico y las trasladó al congelador.</p><p style="text-align: justify;">Había mentido como siempre. Le dijo a sus amigos que había estado de vacaciones en el Algarve y que había vuelto hoy mismo. Remigio no tardó en llegar al enterarse de su vuelta a casa. Al abrirse la puerta notó el aire enrarecido característico de un hogar que ha estado descuidado varias semanas. No sospechó de fraude tras la típica actitud bohemia y carente de pragmatismo de su amigo.</p><p style="text-align: justify;">Todavía bajo el enorme dintel de madera, ambos se miraron de arriba a abajo, como para comprobar que estaban ilesos y soberbios como siempre. Después de saludar efusivamente a su compadre, Remigio se dirigió al hombre con entusiasmo:</p><p style="text-align: justify;">-¡Querido Domingo, me alegro mucho de tenerte otra vez cerca! ¿Qué te cuentas? ¿Te has relajado en el Algarve? Supongo que vendrás con muchas ideas para tu nueva novela...</p><p style="text-align: justify;">-¡Remigioooo, cómo me conoces! Me he relajado muchísimo. Yo también tenía ganas de verte. ¿Qué tal te ha ido durante el verano? Espero que hayas recargado las baterías antes de volver a la comandancia.</p><p style="text-align: justify;">-La verdad es que en ésta ocasión he desconectado muchísimo, pero me hubiera gustado compartir alguna barbacoa o alguna velada contigo, Domingo. Pero bueno, siempre hay ocasión si la dicha es buena.</p><p style="text-align: justify;">-Así es, Remigio. Perdona por cambiar de tema, pero al estar muchos días fuera, no puedo evitar preguntarte. Entiendo que la vicepresidenta ha sufrido un atentado. Tú que conoces con profundidad los entresijos del poder, sabrás algo...no tienes porqué contestarme.</p><p style="text-align: justify;">-No, no, no te preocupes. Es complicado. No se hallaron huellas en la pistola, no sé, es todo sospechoso. Ella tenía un juicio por corrupción en unas semanas. Resulta tan absurdo...</p><p style="text-align: justify;">-Entiendo, la verdad es que vivimos momentos de paradojas. Acontecimientos complejos y otros tan burdos. En cualquier caso, pasa por favor. Llevamos ya un rato aquí en medio del zaguán.</p><p style="text-align: justify;">-No me importa Domingo, huele a hierba buena, me quedaría aquí todo el tiempo del mundo. </p><p style="text-align: justify;">-¡Jaja! Vamos a la cocina y te preparo una infusión de menta poleo. </p><p style="text-align: justify;">Los hombres se sentaron en una sillas altas, mirando al frondoso jardín de hierbas aromáticas. Por la enorme ventana se insinuaban los aromas del orégano, el romero y la alhucema. La luz, que con trabajo iluminaba el paisaje, dejaba por doquier hermosos haces entre las oscuras nubes. Remigio disfrutó de ese panorama de paz y ozono. Atmósfera que precede a una tormenta de septiembre. Mientras tanto, Domingo aprovechó el silencio para dedicar un momento de reflexión a las humeantes tazas. Se perdió en la bruma de partículas de vapor, y quiso explicar el extraño comportamiento de las gotas de agua que no podían ascender y perderse por el amplio vacío de la cocina. Se preguntó si la carga eléctrica era la responsable de ese fenómeno. Después volvió sobre sí mismo. Se alegraba de tener en casa a Remigio. Tuvo que hacer un esfuerzo para establecer un guión y preguntarle por su familia y repasar todos esos asuntos necesarios para poder despejarlos rápidamente y dedicarse luego a tratar asuntos más importantes para él. Remigio no percibió la alfombra comunicativa que su amigo le estaba preparando. Le daba exactamente igual todo. Quería un poco de esa magia y encanto que su espléndido amigo le iba a entregar en breve. </p><p style="text-align: justify;">Cuando se terminaron los brebajes, se miraron el uno al otro con complicidad. Habían sido compañeros en tiempos de universidad. Lo habían compartido todo. Sin necesidad de hablar salieron a fuera a recoger la ropa tendida. Era sábado y la señora de la limpieza no iba a rescatar la limpia colada de la amenazante tromba que iba a desatarse en unos momentos. De hecho, Domingo le había dado vacaciones y no aparecía por allí desde hacía semanas. Recogieron las prendas con parsimonia, disfrutando del entorno silenciado por los truenos. La gente parece desaparecer en días de lluvia, cosa que hace a la ciudad algo más serena lo acostumbrado. Incluso los bulliciosos insectívoros que visitaban el bello vergel se habían quedado mudos. Sólo vencejos y aviones planeaban insensibles a la incipiente tormenta. Como Domingo se hizo cargo de la cesta de la ropa, Remigio aprovechó para picar de aquí y allá algunas uvas y zarzamoras que colgaban en setos y también de las pérgolas mientras retornaban al interior del hogar.</p><p style="text-align: justify;">Tras la relajante actividad se dirigieron a un salón con chimenea. El lugar tenía preciosos sillones de cuero oscuro, con una mesa que era al mismo tiempo un tablero de ajedrez, construido al estilo granadino. De las paredes colgaban un par de cuadros expresionistas ejecutados por otro viejo amigo, Virgilio. Se sentaron el uno frente al otro con visible satisfacción. Remigio intuyó la suave voz de la música en otra habitación, ésa en la que Domingo pasa mucho tiempo. No dijo nada. Simplemente registró cómo se estaba colando a través de las paredes, mientras se ajustaba la pistolera de una pequeña Star modelo Fire de 9 milímetros, que llevaba escondida en la pantorrilla derecha. Al agachar la cabeza hacia adelante, pudo leer los lomos de varios de los libros que estaban sobre la mesa-tablero. Había trabajos de Benedicto Espinosa, Stefan Zweig y otro de Douglas Murray. Su gesto hizo a Domingo notarse naturalmente seguro, percibió el significado de estar vinculado a un amigo militarizado. -Son los hombres de armas los que construyen la paz. -Se dijo a sí mismo. El difunto padre de Domingo había sido policía, lo cual daba a Remigio una aureola de poder y autoridad muy patriarcal y reconfortante. Tras los gestos y movimientos de orientación, aquél acogedor lugar detonó en ambos el deseo de jugar una partida de ajedrez. Mientras colocaban las piezas, sonó el teléfono. Era Virgilio, avisando de que estaba en camino. Domingo comentó con placer; -nos da tiempo a acabar la partida antes de que llegue. El otro asintió con exagerada tensión de los risorios y orbiculares, prácticamente llegando a cerrar los ojos. </p><p style="text-align: justify;">Virgilio llegó mojado y partiéndose de risa. Se reía de sí mismo, viéndose ridículo ante el poder del aguacero. Abrazó a sus amigos, acabando el recibimiento con un empapamiento y contagio general de su cachonda actitud. Los tres se dirigieron a la cocina para sustraer del congelador las cervezas y algunas viandas livianas para animar la charla. Volvieron al salón de nuevo, donde cada uno ocupó su lugar en el sillón que le correspondía. Los tres se pusieron al día de manera animada. Virgilio les contó que venía de la India con muchas ideas para nuevos trabajos pictóricos y esperaba entregar también a Domingo muchas anécdotas y experiencias que pudieran excitar su ya creativa imaginación. Rieron a carcajadas y dejándose llevar por el grandullón de Virgilio, tan dado a lo espontáneo y lo erótico, cosa que contrastaba mucho con los otros dos, que eran algo más reservados y reflexivos. Formaban un buen conjunto en realidad. Tras animarse con las primeras cervezas se fueron al rincón de la música y cada uno cogió su instrumento. Después de afinar y ajustar los altavoces empezaron a tocar algunas canciones que habían compuesto para así calentar. Se notaron algo descoordinados, pero era normal. No se habían visto desde hacía más de un mes. Virgilio era el cantante y guitarrista, mientras que Remigio era el batería y Domingo el bajista. Se inspiraban en Triana, Medina Azahara, sin despreciar a Derbi Motoreta´s y otros referentes más contemporáneos. Cuando ya estaban en su momento álgido, decidieron parar para preparar algo más contundente que unas meras aceitunas. Ya era hora del almuerzo. Volvieron a la cocina y automáticamente dividieron el trabajo. Uno sacaba latas de melva canutera y otro cortaba boniatos para ponerlos después al horno. El tercero hacía una ensalada y un sofrito. No hablaron mucho mientras preparaban todo, porque estaban cavilando sobre la sesión y cómo la habían encajado. Almorzaron allí mismo, continuando con unos finos y manzanillas la ya iniciada trayectoria alcohólica. Cuando estaban a las alturas de saborear un palo cortao, alguien llamó al timbre. Se podía notar el repiqueteo más suave de la lluvia, tras horas de mayor intensidad. Los tres se quedaron algo perplejos. No esperaban a nadie.</p><p style="text-align: justify;">Domingo se dirigió a la entrada. Unos truenos lejanos se dejaron oír justo antes de abrir la puerta. Para su sorpresa había dos hombres, uno con bigote y otro con perilla frente a él. Llevaban sombreros de bombín y paraguas. Vestían de negro. Lo miraban con una expresión mezcla entre lo sombrío y lo hierático, es decir; eran en ese momento inescrutables. El de la perilla llevaba un monóculo en su ojo izquierdo. El hombre de la izquierda, que llevaba bigote, dijo que si podían pasar, hablando en alemán con acento austríaco. Sin saber porqué, Domingo no pudo evitar que entraran en la casa. Dejaron las chaquetas en el perchero como si conocieran el lugar y se fueron tranquilamente hacia la cocina. Domingo los siguió como hipnotizado. El silencio que precedió a la llegada de los dos extraños a la cocina, alertó a Virgilio y a Remigio. Éste último tuvo un suave ademán para colocar su mano izquierda cerca de la Star. Ambos estaban tras una mesa que ocupaba el centro de la cocina y no era posible ver el movimiento de Remigio.</p><p style="text-align: justify;">Cuando Domingo se situó dándole la espalda a la ventana y reposando sobre el fregadero, el hombre del monóculo empezó a hablar. No hubo presentaciones, ni más preámbulos. </p><p style="text-align: justify;">-Las cosas están cambiando. Están cambiando radicalmente. Cambian demasiado deprisa. El régimen de vida se está desvirtuando y el mundo ya no es lo que era. Los pilares de nuestra existencia se han desplomado y ahora hay que vivir entre escombros de lo que antes fue una civilización. Es cierto que la historia humana es más circular que rectilínea y ya hemos vivido periodos semejantes. Ahora contamos con algo nuevo. El hombre dejó que el del bigote continuara.</p><p style="text-align: justify;">-La tecnología, la ciencia han cambiado el devenir de la historia humana. No sabemos en qué dirección vamos a continuar. Siempre hemos dado vueltas, como las damos alrededor del sol. Siempre ha sido así. Ahora estamos ante un gran interrogante. No sabemos si los ciborgs irrumpirán alterando la consciencia humana o si caeremos en un tórpido pero inevitable precipicio de vicios y comportamientos aberrantes. Es verdad que la guerra trae inventos y oportunidades. No sólo mata a millones de personas. Pero la guerra a la que nos vamos a enfrentar a partir de ahora, aniquilará a la gente sin matarla. Sin sustraerles de sus cuerpos. Sin arrebatarles sus mentes del todo. Ahora le tocó el turno al del monóculo.</p><p style="text-align: justify;">-Exacto. A partir de ahora sufriremos millones de bajas sin realmente llevar nadie al cementerio. Se convertirán en inútiles maquiníes sin alma, marionetas dispuestas a entregar sus cuerpos y sus pensamientos al capricho de una moda dictada por la destructividad más agresiva. La gente alterará y modificará sus cuerpos como si alterasen la decoración de sus casas. Destruirán su actividad mental y sus costumbres con rituales y acciones suicidas, como abandonar la familia como unidad nuclear de la sociedad. Estamos al principio de ésta crisis. No hemos venido motivados por la nostalgia del mundo que se fue, sino para advertiros de la clase de mundo que va a venir. Los dos hombres dieron media vuelta mientras se volvían a colocar los sombreros y se marcharon bajo la lluvia sin decir adiós. </p><p style="text-align: justify;">Cuando la sangre volvió al brazo de Remigio, pudo percatarse de que efectivamente la Star no estaba cargada. No hubiera servido de mucho desenfundarla. Los tres se miraron con preocupación. Tímidamente Virgilio le preguntó a Domingo si podría traducir el discurso de los alienígenas. -Creo que sonaba a alemán dijo, para animar a Domingo a que intentara resumir lo que habían dicho. Tras realizar la tarea y dejar que los dos amigos procesaran la información, se percataron que había una persona en la entrada de la cocina. No salieron de su asombro cuando efectivamente, otra extraña criatura había aparecido, aunque ésta vez se materializó directamente desde la nada. Se miraron los tres con ojos como platos como para estar seguros de que aquello estaba sucediendo. </p><p style="text-align: justify;">Era como un hombre disfrazado con bastante mal gusto. Iba como si fuera una mujer, o algo incluso más horrendo. El travesti comenzó a hablar con su voz impostada. Cuando terminó su alocución se quitó la peluca y la lanzó hacia atrás furiosamente. Todo fue un espectáculo medio entendido, dado que el alien hablaba como un neoyorkino. Al final se dio media vuelta y se marchó. En ésta ocasión decidieron dejar la traducción a Virgilio, que acababa de venir de la India. Tras una discusión de varios minutos en voz baja con la asistencia del palo cortao, retornaron al salón para seguir tocando. Luces de relámpagos iluminaban de forma ominosa y repentina la habitación. Trabajaron muy concentrados y ensimismados. No hubo bromas ni cachondeo, como suele suceder en sus encuentros musicales. Cuando acabaron, era tarde y estaba oscuro. Dejaron los instrumentos muy despacio, sin hacer ningún ruido. Ahora que la burbuja de música se había roto, tenían miedo de que algo volviera a irrumpir en la casa. En esos minutos de silencio, la sinuosa llamada de la musiquilla de la habitación secreta se hizo notar. </p><p style="text-align: justify;">Por primera vez Domingo decidió invitar a sus amigos a ese espacio tan personal. Pero antes les instó a que se pertrecharan bien de bebidas y comida. Se metieron a toda prisa en aquél lugar esperando no ser perturbados. Querían aislarse para poder aclarar sus ideas y definitivamente sacudir de sus mentes todas las dudas que los estaban acechando por momentos. Afuera seguía tronando. La lluvia era tan fina que empezó a formar una bruma a la altura del suelo. No hacía nada de frío.</p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p> </p>Unknownnoreply@blogger.com0