domingo, octubre 18, 2015

Miserias y Milagros




Después de haber pasado ya aquellos años en que intentaba en vano educar a sus congéneres sobre los más variados y útiles principios de la vida, decidió cambiar las tornas. Había ya llegado una época en la que había tanta faena, tanto por hacer, que simplemente no había tiempo para que los demás abusaran en el postureo típico de cócteles y barbacoas. Esos lugares donde uno puede decir lo que quiera, incluso una mentira, y parece que no pasa tiempo alguno antes de que alguien salga muy lustroso llevándote la contraria. Es como el parlamento pero a nivel de andar por casa.

Andaba demasiado ocupado con mantener su integridad y camino personal como para entrar al toro con todos y con todo.  Un exceso de frentes, estaba agotando a ese que un día creyó ser un incansable soldado de combate para el saber. A pesar de ello, conforme más aprendía y más experiencia ganaba, más deseo tenía de compartirlo todo con los demás. Pero al mismo tiempo, a modo de ejemplo, el solo abrir su cuenta de Facebook o cualquier otra red social y ver el potaje de ignorancia y otras malas hierbas que se cuecen por ahí, le hacía salir huyendo directamente hacia su propia biblioteca en busca de la compañía de aquellos que se lo piensan antes de hablar.

Durante los cotidianos encuentros con otros congéneres intentaba cerrar los ojos de la mente, y hacer como que todo es espontáneo e impredecible. Pero al igual que un adulto al ver una película infantil, el bostezo no se hacía esperar y claro, fuera de su entorno profesional, era visto como un ser insulso. Realmente, provocar un leve rechazo es mejor que llamar la atención o ser odiado. Es muy ventajoso pasar desapercibido. Y realmente debe ser una bendición, pero es imposible hacerlo completamente, sobre todo para los que te conocen. De modo que la vida consistía en una huída hacia adelante. Una religiosa rutina de carácter contemporáneo en la que el "ora et labora" se había transmutado en "labora et labora". 

Un día, volviendo de la oficina, se encontró su casa abierta y patas arriba. Fue un espectáculo sórdido el ver tu vida de par en par y tirada por los suelos como las colillas. Habían partido la madera del marco de la puerta y por ahí habrían hecho tanta fuerza con una palanca, que la puerta había quedado completamente destrozada. Nadie se había molestado en avisarle y el piso había quedado ahí todo desvencijado, como el cadáver de un buque encallado en una playa tras la tormenta. Entró despacio en el salón, como dudando, y tras ir reconociendo varios de los objetos que yacían por doquier sonó el teléfono móvil en su chaqueta. Pegó un respingo, y tras un largo suspiro decidió responder.

Era la voz de una mujer. Desconocida y muy sensual. Dijo que una compañera le había pasado el número y pedía consejo sobre un asunto profesional. Absorbido por el tema, no dudó en quedar a tomar un café y quitarse de en medio. Al fin y al cabo el daño estaba hecho, y lo que hubieran querido llevarse, era lo único de valor que podría uno sustraer del inmueble. Así que, se fue a la ducha, recogió un poco el dormitorio y se echó a la calle. La mujer se encontraba puntual y serenamente sentada en la cafetería que acordaron. Al pasar el umbral de la puerta, percibió el agradable silencio de una cafetería recién inaugurada, reluciente y con todas las mesas libres. Acertó al quedar en dicho lugar. La mujer se expresaba con una soltura poco usual, y sus gestos delicados y expresivos le ayudaron a comprender la naturaleza de su problema con gran rapidez. Casi sin darse cuenta, se estaba sintiendo embrujado pero no sabía si era por su voz, su gran atractivo o por la mezcla de todas y cada una de las cosas que estaban pasando allí en ese momento. Fugazmente le venían imágenes del espectáculo del piso todo reventado, como a ráfagas. Pero al momento intentaba volver a donde estaba y recuperar rápidamente el breve instante que había perdido de esa voz magnética, que casi le susurraba sobre un asunto realmente complejo. Tras darle una respuesta concisa y profesional, la mujer expresó su agradecimiento de manera muy humilde. Se sorprendió de cómo ella desplegaba toda una serie de dotes de la expresión verbal para mostrar cuánto de útil había sido su consejo y tras un receso, ambos decidieron dar por concluida la reunión.

Esa misma noche, tras dejar el piso medio decente, se dispuso a mandar un whatssap a la mujer, como reconocimiento al buen rato compartido. Esto generó una serie de intercambios afectuosos a los que no estaba acostumbrado. Su pelo se erizaba con cada nuevo mensaje que recibía. Aquella noche acabó exhausto de emociones y consiguió dormir mejor que nunca. ¡Su vida estaba dando un giro hacia un lugar inesperado! Al fin, se entregó al abrazo de Morfeo en un escenario de desorden general, como si nada hubiera sucedido.

A la mañana siguiente, encontró que junto a su cama yacía esa misma mujer, sin vida y sin ropa. Quedó paralizado de miedo, con un estupor desconocido para él hasta ese momento. Alguien le había tendido una trampa. ¿Pero con qué objeto? No recordaba nada con claridad del día anterior. Al cabo de un rato, se marchó de la habitación para poder reunir fuerzas y tratar de recomponer lo que había acontecido en las últimas horas. ¿Y si él mismo realmente había asesinado a la chica? Casi se desvaneció al dejar pasar esos pensamientos por su mente. Intentó recuperar fuerzas lanzándose hacia la ventana, como para absorber la luz e intentar conectar con un atisbo de realidad del mundo exterior.  La cabeza empezó a darle vueltas y sintió náuseas. Cuando se despertó estaba en una celda. Una larga espera, retorcida como un signo de interrogación se enroscó en su pecho y no le dejó respirar en paz, hasta que en un momento dado, un policía apareció y le dejó salir.

Le condujeron a un recinto donde interrogarle y todo lo que sucedió después fue mucho peor que la larga espera, que encontrarse el piso patas arriba y después despertarse con un cadáver a su vera. Parece ser que el mundo lo estaba aplastando con una bota acusadora, y no había posibilidad de ser otra cosa que un gusano bien aplastado contra el suelo. Quizás pasaron días y noches, pero dio completamente igual, porque tras esa hilera de golpes inflingidos por la confusión, el miedo y la angustia, vino un internamiento en una prisión, de la cual nunca había oído.

El planeta debía de seguir dando vueltas, pero el tiempo parecía haberse contraído en aquél lugar gris hormigón. Era lo normal. En una cárcel se vive como si se estuviera más allá de un horizonte de sucesos. Atrapado gravitacionalmente de manera indefinida sufrió una distorsión de su propia personalidad. Vivir en un lugar que sufre un colapso infinito y concentra maldad y angustia en cada poro o átomo de esa implosión humana llamada "Talego" no es ninguna broma. No existía la sensación de movimiento, no existía la sensación de progreso o secuencia. Cada momento era exactamente igual, de hecho no se sabía si todo lo experimentado, era en realidad un mismo momento. Allí empezó a valorar la importancia de su vida o la falta de importancia de una vida atrapada en el tiempo. De hecho no se sabe, por tanto, cuánto tiempo permaneció allí.

Cuando salió, todo era diferente e imposible de digerir. Las cosas y las gentes se movían con  inusual velocidad y le resultaba difícil y arriesgado intentar predecir el comportamiento de los otros. Incluso permanecer en la calle resultaba una tarea sumamente agotadora. Había perdido la capacidad para ignorar las cosas y los eventos irrelevantes. Todo se cernía girando como un trepidante tornado que tenía como epicentro su propia consciencia.

El mundo lo había hecho finalmente invisible, inviable, desapercibido. Se había vuelto transparente, inestable y chispeante como un chorro de electrones. Se había transformado en una partícula elemental, libre para atravesar cualquier cuerpo y no enredarse en la química de las relaciones interpersonales. A partir de entonces, el tiempo no marcaba el paso. A la velocidad de la luz, había alcanzado una meta imposible. Podía estar en todos lados y en ninguna parte. La incertidumbre se había convertido en su mejor aliado y decidió volar por donde los campos de fuerzas o las isobaras le marcaran el paso.

Tocaba todas las cuerdas, sonaba en todas las canciones y brillaba en todos los ojos. Un milagro había sucedido y había que tomarlo como real. La liturgia clásica de la existencia había dado paso un mundo multidimensional, un multiverso membranoso y permeable sobre el que nadar sin miedos.