domingo, agosto 23, 2009


Grow Beauty in the Garden of Your Mind

Cuando las sombras cayeron sobre la ciudad, Jack se sintió aliviado. El sabía que los humanos odian la oscuridad porque en ella se vuelven lentos y torpes. Por tanto, para alguien como él, temeroso de los humanos, estar entre sombras suponía un modo de mantenerse apartado de ellos.

Después de un largo día lleno de caos y angustia, Jack abrazó la oscuridad como a una amante. Se zambullía en ella todas las noches, para buscar tesoros inexplorados. Para el resto de los mortales, esos 'tesoros' quizás no eran de gran valor, pero para Jack eran la única fuente de satisfación y razón de vida. Después de cenar se perdía por las calles peor iluminadas de la ciudad para poder pensar con claridad, para no dejar de ser él mismo.

Esa noche, descubrió un jardín perfumado en un lugar recóndito de la ciudad. Era una parte cercana al campo. Un área poco explorada y conocida para un urbanitas como Jack. Al rodear el largo muro del jardín, se vio atraído por su frescura y silencio. Sin dudarlo un momento y a pesar de estar en la oscuridad más absoluta, saltó el viejo muro de ladrillos sin dificultad. El contacto con la hierba fresca tranquilizó al muchacho. Aunque no veía nada, giró las palmas de sus manos hacia la cara como para recordar la sensación de agarrarse a los gastados ladrillos del muro. Jack se tomó su tiempo para recorrer aquél espacio oscuro. Al recorrerlo a ciegas, Jack reconstruyó el lugar mentalmente como un pequeño laberinto de plantas aromáticas. El roce con las plantas al pasar cerca de ellas liberaba aún más perfume, y su leve contacto con las suaves hojas eran casi como una caricia para Jack.

El lugar no debía de ser mayor de una manzana de casas. Sin embargo, la forma del jardín parecía cambiar al compás del agua que brotaba de la fuente alojada en el centro del mismo. Al rato de estar allí, Jack percibió que el agua corría por todos lados, De hecho, todo el jardín estaba lleno de pequeños canales que como arterias, daban vida y frescura al lugar. Visto como un perfecto microcosmos, podría decirse que el jardín era el lugar idóneo para conversar y para pensar, para ver y ser visto. El jardín ayudó a Jack a sentirse transportado a otra época en la que la gente podía mirarse a la cara.

Sin necesidad de verlo, Jack encontró un pequeño y tosco banco de madera debajo de un árbol. Se sentó allí y dejó pasar el tiempo hasta que éste se fue enlenteciendo, tal y como lo hacía el latido de su corazón. Pronto empezó a sentir la compañía de las aves nocturnas, de los pequeños mamíferos y otras criaturas temerosas del hombre. Después de esa noche, Jack supo que este sería un refugio ideal para su alma, y que volvería a él cada noche.

Nadie podría lastimarlo allí donde el tiempo y el espacio iban al compás. Después de años de tormentos, la belleza volvería a brotar en su mente.


1 comentario:

Polzic dijo...

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Saludos