martes, mayo 08, 2012

Arriba y Abajo


Recuerdo que a principios de los años noventa empecé a escuchar entre círculos de la Universidad de Sevilla que eso de la 'política' había dejado de existir para dar paso a la 'economía', quizás dando a entender que las ideas dejaron de tener valor alguno. A mí esto me sorprendió puesto que siempre había pensado que la política trataría sobre la defensa de los intereses de grupos y personas y no tanto de ideas (como si de creencias se tratara la cosa), pero bueno. Poco después empecé a notar que mucha gente la emprendió con lo de la 'izquierda y la derecha' y con la connotación implícita de que eso también es una creencia. Ahora después de muchos años se continúa con la misma cantinela, como si no lo hubiéramos oído lo suficiente. Según se dice por esos lugares comunes, no existe tal orientación, y el que lo asevera suele hacerlo con una mueca de gran convicción. Sin embargo, no se les nota preocupación alguna. Y esto no es necesariamente un signo de estulticia, es otra cosa. Ilustrémoslo con un ejemplo en el campo de la religión. Si por ejemplo un creyente católico dijera a un ateo que Dios no existe, el diálogo resultante sería bastante difícil de predecir. De hecho sería más fácil imaginar dicha conversación en el mundo de Alicia que a este lado del espejo. Aún en el caso en el que eso sucediera en el mundo de los vivos, nunca se le notaría una mueca de placer al católico tras regustar dicha frase, ¿verdad? Por lo tanto, aquél que dice que la 'derecha y la izquierda no existen' debe ser de este modo un creyente de algún tipo de sistema, el cual quiere que la gente crea que esa división no sea palpable, o que se considere un cuento de niños, como el del 'cielo y el infierno' o el de 'Dios'. Pongamos que la 'izquierda y la derecha' no existen. ¿Existe el 'arriba y abajo'? ¿Han desaparecido los ricos, magnates, aristócratas y poderosos? Porque si estos no han dejado de existir, al menos si que existe un 'arriba y un abajo'. El que el poder de la izquierda sea menudo no significa que no exista. Pero sí que debe ser cierto que ahora parece incluso más ridículo e inefectivo que cuando los sindicatos y los partidos obreros amenazaban con dar un vuelco a la sociedad. Esto era sólo una amenaza, puesto que la sociedad funciona con 'arriba y abajo'. Quizás eso es lo que importa, puesto que aquellos que se referían a la economía como la nueva fuente de poder, a lo mejor estaban queriendo decir que son los ricos los que mandan. ¿Pero es esto algo nuevo? La gente parece tener una idea de la política parecida a la del fútbol. Sólo pueden haber dos contrincantes que en el fondo y en la superficie son lo mismo. Sin embargo la vida social moderna no tiene porqué ser así. Cada uno tiene sus intereses y hay que intentar buscar el modo de que estos intereses estén representados de alguna manera en la sociedad. No se trata de ganar o perder o de matar o ser eliminado. Se trata de sentarse todos a la mesa y comer juntos a la misma altura todos. Esa vieja serie de televisión donde los sirvientes vivían en el subsuelo de la mansión refleja una situación en la que la clase obrera carecía de la posibilidad de ejercer influencia alguna dentro de su microcosmos. Estaban como los perros, para servir y comer bajo la mesa. Eran sencillamente marionetas subhumanas. ¿Cuánto han cambiado las cosas desde esa época que dicha serie nos retrata? Nada. Por tanto, cada acto de rebeldía, de concienciación, cada acto reflexivo por parte de un esclavo no es reflejo de ninguna creencia. Es reflejo de su situación. No es cuestión de negar la existencia de las ideas, la cuestión es negar los derechos, negar la posibilidad de tener voz y voto. Convencer y convencer con propaganda a los subyugados, que continúen siendo como son: seguidores ciegos de un sistema jerárquico con una cuota limitada para privilegiados. Por eso la cantinela se repite una y otra vez. Hay que prometer que cuando todos estemos difuntos y pasemos a mejor vida, alli si que habrá igualdad, porque en este mundo la igualdad si que es una creencia y no se puede permitir que se traduzca a conductas ni a hechos. Son los poderosos los que quieren que todo se convierta en un debate de ideas, porque como la psicología demuestra, lo importante no es lo que uno piensa sino lo que uno hace. Y ellos lo que quieren es que sigamos haciendo lo de siempre: servirles a ellos. Que pensemos esto o lo otro les da exactamente lo mismo. Es la conducta la que marca la pauta y ahí es donde ellos ponen el mayor esfuerzo de control. Es por lo tanto nuestra conducta social la que tiene que ser cada vez más sofisticada y más efectiva si queremos levantarnos del suelo y aprender a comer en la mesa con cuchara y tenedor.


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