miércoles, diciembre 31, 2014

Los Límites de la Tolerancia



En un mundo cada vez más tolerante con el fraude, con la trampa y el cartón, vamos avanzando hacia la confusión y el ninguneo a los que buscan orientarse. Nunca supe de qué trataba el Circo Chino de Manolita Chen, ni me interesa. Pero Manolita Chen es un tío, y si se acepta otra cosa entonces aceptamos un grave fraude. En este mundo travestido, los gurus sustituyen a los profesionales porque la responsabilidad no existe. En este mundo de medallas de plástico y vacas sagradas, los políticos son psicópatas que avanzan a base de codazos. La ilusión del conocimiento, es un sesgo cognitivo que todos tenemos, pero que se está legitimando cada vez más como un talento en lugar de una limitación. Por tanto se está confundiendo el saber con el ser temerario. Se promueven mensajes propagandísticos de "no al miedo", "tu puedes", pero "¿no al miedo de qué?" y "¿tu puedes hacer el qué? La vida humana tiene unos límites y eso deberíamos de aprenderlo ya.

Hay una gran diferencia entre ser tolerante y el tolerar la intolerancia de los que de manera oportunista obtienen una ventaja por mor de igualdad social, y simplemente se dedican a victimizar a todo el que encuentran en su camino. Visto está que las minorías tienen que empezar a crecer y dejar de estupidizar, despreciar y marginar al resto. Para mí el mejor ejemplo es el del colectivo gay, que sentencia que todos somos homosexuales y todavía no nos hemos dado cuenta de ello. Este es el mejor ejemplo de delirio fascista de los últimos tiempos.

Uno no tiene libertad para asesinar a otra persona aunque a uno le apetezca. Uno no tiene libertad para violar y robar. Estas restricciones son necesarias para mantener "las libertades". Del mismo modo el fraude debe tener sus límites. Sino la confianza y el respeto serán sustituidos por la anarquía y el desorden general, esto es la destrucción del orden social. No podemos utilizar el lenguaje de manera imprecisa sin pagar por ello. No podemos vivir fraudulentamente sin engañarnos a nosotros mismos. Pero como todo en la vida, algo de fraude no debería ser dañino. Es cuestión de ponerle límites.

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