viernes, agosto 24, 2007


El Don de la Palabra


Una de las cosas que me hace a veces dudar sobre mi propia cultura es la condenada tendencia que tenemos los andaluces a no escuchar y a imponer nuestra opinión sobre los otros. En relación a esto, muchos andaluces no optan por curiosear por el mundo, dudar sobre sus puntos de vista, y cambiar costumbres trasnochadas. ¿Es esto reflejo de algo más que una mala educación?


Ellos prefieren jactarse de una especie de conocimiento del mundo basado en lo "obvio". Sin embargo, esto es muy poco práctico. No hay más que ver en Andalucía, quiénes son los más atrasados: todos los que siguen a ciegas y a empujones ídolos de madera. Aquellos que idolatran lo tangible son los más vulnerables y explotados. Los abusados y rústicos hombres y mujeres de Andalucía intentan mantener a toda costa una infinidad de costumbres que sólo nos llevan a lo mismo. A mantener la situación social: mantener a los caciques, a los nobles y a la iglesia en el poder.


No es extraño que el hablar andaluz esté tan poblado de expresiones sombrías y pesimistas. No es raro ver que la actitud típica en Andalucía es andarse con pies de plomo. La comunicación verbal refleja toda esa opresión y renuncia al futuro.


Cuando leo los diccionarios de habla inglesa me quedo impresionado de la cantidad de vocabulario hispánico que hay. Cuando escucho a los ingleses, me impacta la ligereza con la que hablan, y cómo disfrutan de una buena conversación. Es un gusto escucharlos pronunciar las palabras con rotundidad y con seguridad. Y da esperanzas el ver que ver que esa rotundidad no les impide utilizar el ingenio para expresarse, y tampoco les impide aprender de lo que otros como yo, traen de otros mundos.


Esta experiencia me ayuda a darme cuenta, de cuánto atraso hay todavía, y cuántas cosas hay que hacer por Andalucía. Los ingleses no parecen tener prejuicios para adoptar palabras de otras lenguas, ni de pedir disculpas cuando se equivocan. Tampoco se avergüenzan de preguntar cuando no saben algo. Sin embargo, los andaluces parecen no querer saber nada de nadie. Lo saben todo, y por supuesto pedir disculpas nunca. Todo esto viene de esa obsesión por ser como sus señores. Ser como un cacique o un duque. Orgullosos y nunca dispuestos a conceder nada.


Romper con valores absolutos y obsoletos es romper también con formas de hablar y de pensar. Hay que recuperar el don de la palabra que un día tuvimos. Y romper con la actitud servil que adoptamos con los que quieren que Andalucía nunca sea libre.

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