sábado, noviembre 14, 2009




¡Qué Bergoña!

Creía que no tenía tiempo ni para sentir vergüenza. En estos días en los que ya voy aceptando que soy padre de dos hijos, voy perdiendo ya la conciencia de mi propio Yo, la memoria y todo cuanto sabía. También he perdido la motivación para intentar recuperar el aliento y ponerme al día. Ahora he dejado de vivir para mí y he empezado a vivir para 'ellos'. Pero, ¿he abandonado mis más absurdas creencias? Los estereotipos siguen funcionando, pero lo peor es cuando uno mismo es el que se los cree. Una prueba de que este esquema mental marca la vida de uno, es intentar salir a la calle para hacer recados.

He ido esta mañana al centro de Witham para arreglar un asunto en el banco. Me preguntan con qué banco tengo la hipoteca (pero no me acuerdo). La señora de la ventanilla pone cara rara, comprueba el ordenador y me dice que la tengo con ellos. Después me pide mis datos personales y le digo que no me acuerdo de mí número de teléfono. Más caras raras.

Salgo del banco humillado y voy después a la casa SEAT. Los motivos: un icono amarillo aparece cada vez que arranco. Se supone que indica que la presión de las ruedas no está bien, aunque lo he comprobado ya cien veces. También voy porque el niño se ha cargado la función que hacía que el coche cerrara los espejos retrovisores automáticamente. Me atienden rápido. Llega el mecánico y con dos toques de botón arregla las dos cosas. Le digo gracias al tipo, sin mirarle a la cara. Me meto en el coche a toda velocidad para ver si la sensación de ser gilipollas se me va más rápido.

La emoción es un fenomeno difícil de controlar. No me podía explicar porqué tengo que sentirme avergonzado, pero la realidad es que siendo hombre y no tener ni idea de coches es algo poco usual. Lo mejor de todo es que no tengo la más mínima intención de saber de coches. Por otro lado las hipotecas y los números de teléfono tampoco son mi fuerte. ¡Que le den por culo a todo!

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