martes, noviembre 08, 2011

Sobre Banderas, Propaganda y Vergüenza

Siguiendo una vez más con la idea de que lo que se presenta y ofrece al público es un producto que puede ser aceptado o rechazado (dos extremos de un contínuo), me pregunté el otro día si sería inapropiado colgar banderas en el cumpleaño de mi hijo Avicena. Al fin y al cabo ellos y su madre se vuelven a Andalucía muy pronto. Desde el primer momento como hasta el último sentí vergüenza al pensar sobre la idea. Me imaginaba la cara de los ingleses con acierto: autismo y shock, rechazo y silencio. Los españoles: caras de decepción y críticas, muchas críticas. Esto es todo lo que me encontré. Sin embargo, al mismo tiempo pensé que si en lugar de ser andaluza, mi mujer hubiera sido de Estados Unidos, ¿cómo hubiera reaccionado el personal si hubiera colocado banderitas gringas? Pues muy distinto, de hecho nadie hubiera puesto caras raras. Esto y mucho más me motiva a ser como soy. Una fiesta privada no es lugar para propaganda, pero tampoco es lugar para el rechazo. Por lo tanto, no podemos dejar a los gringos y los británicos ser los únicos en mostrar símbolos, que al fin y al cabo los han inventado los andaluces. Las banderas andaluzas son los primeros estandartes europeos. No tiene sentido esconderlos envueltos en vergüenza. Hay que airear la vergüenza y dejar que se seque, bien seca. Y las arbondairas, que son banderas de paz, que ondeen y que luzcan como buenas mozas.

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