viernes, junio 27, 2008


Shame and Ideology (ideología y vergüenza)


En psicología hay históricamente un número de afectos y emociones que se han estudiado desde hace tiempo. Sin embargo, el sentirse avergonzado es curiosamente una emoción poco conocida.


Hay cada vez más publicaciones sugiriendo la importancia de esta emoción en la formación y mantenimiento de muchos problemas psicológicos. Como este blog está muy politizado, es lógico que también queramos ver que en el contexto de la ideología, el sentimiento de vergüenza esté también presente y sea causa de mucha confrontación y confusión innecesaria (o 'miscommunication' en inglés).


Creo que sentirse avergonzado tiene que ver con los valores de la persona en un sentido social. Mostrarse desnudo, o poner a la vista imperfecciones de nuestro cuerpo, nos causa vergüenza. Quizás porque asumimos que exponernos de tal manera supone dar cuenta de la fragilidad, desigualdad y vulnerabilidad del ser humano. Lo curioso es que al igual que nos avergonzamos de nosotros mismos, también nos avergonzamos de otros. En cualquier caso, creo que el sentimiento es el mismo. La diferencia es que cuando la tomamos con nosotros, nos castigamos sin que nadie lo sepa. Cuando nos avergonzamos de los demás esto puede traer diversas consecuencias.


A mí me parece que en el campo de la ideología política, la vergüenza ajena justifica agresiones, malentendidos, intolerancia, censura, y un sinfín de cosas en las que incluyo fanatismo, autoritarismo, y muchas cosas peores aún. Conocer las emociones humanas nos podría facilitar ver que el sentir vergüenza tanto propia como ajena, es algo natural y que no debería de generar necesariamente ninguna acción autolesiva o lesiva con el prójimo.


El ver las declaraciones de un facha, o de un monárquico, por muy ridículas que sean son declaraciones de otros. Y si dan vergüenza ajena quizás sea porque en el fondo ponen de manifiesto la fragilidad de la mente humana. Su relatividad, su imperfección, su torpeza. No deberíamos castigar a los que piensan diferente. Sino más bien entender que la diferencia, al igual que la imperfección son cualidades humanas.


Si nos creemos mejores que otros, al menos no debería de darnos vergüenza de ellos. Porque sino acabaremos haciendo como los padres que antiguamente escondían en una habitación a los hijos con retraso mental. Y ahí se quedaban toda la vida. Las vergüenzas hay que airearlas igual que la ropa. Y para superar lo imperfecto hay que estar dispuesto a admitirlo primero.


Lo que se hace en España es darle la espalda a la diversidad ideológica y cultural. Nos avergonzamos de ella, y la queremos esconder como el que esconde una verruga. No nos debería de preocupar si hay andalucistas radicales de izquierda (antimonárquicos, federalistas, iberistas). Deberíamos hablar con ellos ver lo que piensan y entenderlos. De paso también esto nos ayudaría a comprendernos a nosotros mismos.


Pero claro, todos actuamos a nivel personal como las organizaciones. Nos convertimos en políticos y grupos políticos en miniatura, queriendo adquirir nuestra propia clientela y voto. Hacernos populares entraña el edulcorar el discurso y agradar a todo el mundo. Eso conlleva disminuir el profundo sentido de la vergüenza que la gente tiene a base de crear un discurso conservador y 'correcto' y así ganar audiencia. A mí esto no me interesa para nada.


Como siempre, desde este blog, intentamos seguir al pie de la letra lo que creemos y nos negamos a crear clientela con nuestros lectores. Este blog se basa en la fidelidad a los pensamientos y no a los intereses o a los sentimientos de inferioridad. Lo que aquí se expone es crudo y por tanto honesto. Y esto inevitablemente genera vergüenza ajena.


Pero como siempre alguien tiene que ser el primero en salir en pelotas o salir del armario. Y después cuando ya deja de ser un espectáculo, nadie se acuerda del primero que pasó tanta vergüenza. Algún día a los andaluces no nos dará ninguna vergüenza ser lo que somos. Y tampoco nos dará vergüenza tener de vecinos a los castellanos, vascos, valencianos, catalanes, portugueses, gallegos y marroquíes. Tenemos que aprender a manejar la vergüenza, y que la vergüenza no nos maneje a nosotros.


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