martes, diciembre 14, 2021

La Semi-Diosa

 

 

Era de piel morena pero se veía iluminada por alguna bendición divina, que la hacía relucir alrededor de una penumbra tremenda. Esa penumbra era el resultado de vivir permanentemente en un pozo emocional. Pero ella no lo sabía. Su encanto y energía parecían inagotables, pero su agitar de alas tenía los limites del colibrí; justo para poder absorber algo de alimento y sino perecer. De este modo la hermosa Blanca iba de flor en flor buscando un dulce néctar divino que confirmase su naturaleza y su papel primordial en este mundo. Pero todo lo que encontraba eran licores amargos.  Y se iba agotando su paciencia. De hecho, con el paso del tiempo, ella misma se fue haciendo suspicaz y amarga como los licores de los que bebía, pero eso no le permitía madurar y transformarse en un ser humano, mortal. Seguía y seguía viviendo como una semi-diosa, sin poder materializarse como una mujer de carne y hueso, y luchaba contra los hombres que conocía, como si fueran todos despreciables. En el fondo seguía el plan trazado por su malvado padre, el cual, ególatra y acaparador, había insertado en su mente la creencia de que él era el único hombre en el que podía confiar, y él era el único modelo a seguir. De este modo Blanca siempre se encontraba la misma situación tras conocer a un hombre. Siempre sentía que no era suficiente, que no era especial, como su padre.

Un día conoció a un hombre especial. Pero estaba casado. Era un tipo difícil de encasillar, quizás no llevaba el manual de instrucciones a mano, para que Blanca pudiera encontrar los fallos y limitaciones a los que estaba acostumbrada. El hombre era atento, inteligente, dulce, creativo. Blanca se encontró con un problema moral, porque sabía que las circunstancias eran adversas. Pero su impulso la llevó a probar del néctar…y le gustó. Sin embargo, aquello la arrastró a una espiral incontrolada de emociones. Se sentía abandonada por un hombre que tenía que dormir en otro nido. Las horas eran demasiado largas sin la compañía de ese hombre, del que era dueño otra mujer. Y la mujer que empujaba por salir de la crisálida del Yo, en el interior de su alma, lloraba y lloraba, implorando salir. Esa mujer sabía que era su oportunidad. Pero Blanca no tuvo paciencia, ni fé. Era demasiado desconfiada. No supo darse cuenta que podía haber rescatado de un matrimonio fracasado, al hombre que amaba. Así hubiera brillado su lucero real, y hubiera sido la heroína que deseaba ser. De repente, decidió un día simplemente abandonarlo tras muchas lágrimas y peleas consigo misma.

En el fondo hizo bien, porque Blanca era una carcelera y tenía aprisionada a su mujer, a la que no dejaba salir. La escondía en lo más oscuro de su alma. Jamás la dejaría avanzar y salir al mundo real para vivir como una adulta. Jamás se atrevería a compartir lo cotidiano con un igual y respetar su libertad, porque ella misma tenía a su alma esclava. Jamás podría ceder o confiar, porque su personalidad infantil exigía rendición incondicional, un sueño adolescente de amor imposible. Un sueño basado en la promesa de lealtad que su propio padre le hizo jurar. De este modo Blanca prosiguió su camino de semi-diosa eternamente adolescente, para seguir con sus encantamientos y embrujos, para engatusar a los hombres y después defenestrarlos de su vida. Había que exponer sus defectos, humillarlos y de este modo probar que solo podía amar a su padre. Que solo él era el único en quien confiar. Blanca se alejó del hombre casado-amargado, dejando el rastro místico de una epifanía, un sueño inalcanzable para un mortal al fin y al cabo, por muy especial que éste hombre fuese. Y el hombre quedó hecho pedazos, pero no importa. Así es como tiene que ser. Los hombres están para hacerse pedazos. Y el padre de Blanca quedó como ganador supremo, destrozando al último hombre que podría haberle hecho frente. Y es que este mundo es imposible de comprender del todo. Para Blanca, su historia narra la hegemonía masculina. Para el casado-amargado, la hegemonía recae en la fuerza de las mujeres. ¿Quién tiene razón? Nunca lo sabremos. Pero hay que seguir viviendo a pesar de todo.