Era de piel morena pero se veía iluminada por alguna
bendición divina, que la hacía relucir alrededor de una penumbra tremenda. Esa
penumbra era el resultado de vivir permanentemente en un pozo emocional. Pero
ella no lo sabía. Su encanto y energía parecían inagotables, pero su agitar de
alas tenía los limites del colibrí; justo para poder absorber algo de alimento
y sino perecer. De este modo la hermosa Blanca iba de flor en flor buscando
un dulce néctar divino que confirmase su naturaleza y su papel primordial en
este mundo. Pero todo lo que encontraba eran licores amargos. Y se iba agotando su paciencia. De hecho, con
el paso del tiempo, ella misma se fue haciendo suspicaz y amarga como los
licores de los que bebía, pero eso no le permitía madurar y transformarse en un
ser humano, mortal. Seguía y seguía viviendo como una semi-diosa, sin poder
materializarse como una mujer de carne y hueso, y luchaba contra los hombres
que conocía, como si fueran todos despreciables. En el fondo seguía el plan
trazado por su malvado padre, el cual, ególatra y acaparador, había insertado
en su mente la creencia de que él era el único hombre en el que podía confiar,
y él era el único modelo a seguir. De este modo Blanca siempre se
encontraba la misma situación tras conocer a un hombre. Siempre sentía que no
era suficiente, que no era especial, como su padre.
Un día conoció a un hombre especial. Pero estaba casado. Era
un tipo difícil de encasillar, quizás no llevaba el manual de instrucciones a
mano, para que Blanca pudiera encontrar los fallos y limitaciones a los que
estaba acostumbrada. El hombre era atento, inteligente, dulce, creativo. Blanca se encontró con un problema moral, porque sabía que las circunstancias
eran adversas. Pero su impulso la llevó a probar del néctar…y le gustó. Sin
embargo, aquello la arrastró a una espiral incontrolada de emociones. Se sentía
abandonada por un hombre que tenía que dormir en otro nido. Las horas eran
demasiado largas sin la compañía de ese hombre, del que era dueño otra mujer. Y
la mujer que empujaba por salir de la crisálida del Yo, en el interior de su
alma, lloraba y lloraba, implorando salir. Esa mujer sabía que era su
oportunidad. Pero Blanca no tuvo paciencia, ni fé. Era demasiado
desconfiada. No supo darse cuenta que podía haber rescatado de un matrimonio
fracasado, al hombre que amaba. Así hubiera brillado su lucero real, y hubiera
sido la heroína que deseaba ser. De repente, decidió un día simplemente
abandonarlo tras muchas lágrimas y peleas consigo misma.
En el fondo hizo bien, porque Blanca era una carcelera y
tenía aprisionada a su mujer, a la que no dejaba salir. La escondía en lo más
oscuro de su alma. Jamás la dejaría avanzar y salir al mundo real para vivir
como una adulta. Jamás se atrevería a compartir lo cotidiano con un igual y
respetar su libertad, porque ella misma tenía a su alma esclava. Jamás podría
ceder o confiar, porque su personalidad infantil exigía rendición
incondicional, un sueño adolescente de amor imposible. Un sueño basado en la
promesa de lealtad que su propio padre le hizo jurar. De este modo Blanca
prosiguió su camino de semi-diosa eternamente adolescente, para seguir con sus
encantamientos y embrujos, para engatusar a los hombres y después
defenestrarlos de su vida. Había que exponer sus defectos, humillarlos y de
este modo probar que solo podía amar a su padre. Que solo él era el único en
quien confiar. Blanca se alejó del hombre casado-amargado, dejando el
rastro místico de una epifanía, un sueño inalcanzable para un mortal al fin y
al cabo, por muy especial que éste hombre fuese. Y el hombre quedó hecho pedazos,
pero no importa. Así es como tiene que ser. Los hombres están para hacerse
pedazos. Y el padre de Blanca quedó como ganador supremo, destrozando al último hombre que podría haberle hecho frente. Y es que este mundo es imposible de comprender del todo. Para Blanca, su historia narra la hegemonía masculina. Para el casado-amargado, la hegemonía recae en la fuerza de las mujeres. ¿Quién tiene razón? Nunca lo sabremos. Pero hay que seguir viviendo a pesar de todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario