sábado, septiembre 01, 2007


¿Es posible la Felicidad?


Los utópicos, o dicho de otro modo, los amantes de las utopías han estado siempre ofreciéndonos la fórmula perfecta de la “felicidad”. Estos autores que se han dedicado a lo largo de los siglos a concebir mundos mejores, han pensado en ellos basándose en una determinada concepción del ser humano (fueran ellos conscientes o no de ello). Tales concepciones han sido más o menos siempre caracterizadas por originarse en observaciones informales o anecdóticas del comportamiento humano.

Por ese motivo, Walden Dos como obra literaria, filosófica y sociológica es quizás la primera en su género que está basada en un conocimiento científico de la conducta animal y humana. B.F. Skinner así como sus homólogos conductistas, pertenecían a una generación de científicos que intentaron desterrar conceptos e ideas confusas sobre las personas. Ellos pensaban que palabras como “alma”, “mente”, “felicidad” etc. Estaban cargadas de múltiples significados, muchas veces contradictorios, y por tanto eran poco útiles para el psicólogo. También quisieron dejar sin trabajo a aquéllos que trataban de hablar sobre la psicología humana sin tener un “sistema” científico sobre el que basarse.

Armándose de valor, estos psicólogos inventaron un nuevo modo de concebir al ser humano. Un modo mucho más cercano a los parientes animales. Un modo basado en que la conducta humana es “comprensible” y “predecible”. Quizás desde el punto de vista politico, esta actitud es un poco ingenua, pero a nivel científico ha abierto las puertas a la ciencia del siglo XXI. Y digo ingenua porque es justo el opuesto de lo que los diferentes grupos sociales intentan hacernos ver. Los psicólogos de a principios del siglo XX intentaron hacer de todos nosotros una “tabula rasa”. ¡Qué inocencia! Estamos en el siglo XXI y todavía tenemos monarcas, papas y estrellas de rock, que se auto-legitiman como seres superiores a los demás, cuando hace más de cien años, ya se encontraron las evidencias científicas de que todos estamos hechos de la misma materia y de la misma condición (biológica y psicológicamente).

Esto demuestra que no hemos comprendido el mensaje de la ciencia. O que no queremos entenderlo porque amenaza nuestra identidad, nuestros intereses. Sin embargo, la ciencia tampoco está libre de intereses y de contradicciones. De hecho, si en el campo intelectual los charlatanes siguen campando a sus anchas, asimismo en el mundo social los explotadores, dictadores, monárquicos, poderosos y demás gentes que intentan favorecer sólo a una clase privilegiada siguen estando en la cima de la pirámide social.

A estas alturas cabe preguntarse, si con todo lo que sabemos y lo que tenemos técnicamente al alcance, sería posible ser felices. Si ésta sociedad en la que vivimos pudiera algún día ofrecer la felicidad a todos nosotros.

A mí me da la impresión de que la sociedad está todavía demasiado fragmentada y dividida para que eso sea posible. Sin embargo, a lo mejor tiene sentido aspirar sino a la “felicidad”, al menos a un “grado de bienestar” satisfactorio para todos. Por la razón que sea, por muchas declaraciones, constituciones y estatutos que se han publicado y escrito, el bienestar de la gente no está garantizado en absoluto. Ni siquiera los derechos más básicos del ser humano; vivienda y trabajo, están al alcance de todos en esta Andalucía del siglo XXI, ni en esta Europa de la Unión. Esto debería de ser la prioridad absoluta de aquellos que hemos votado para que gobiernen, aquellos sobre los que hemos delegado nuestro “poder individual”.

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