jueves, enero 03, 2019

Gestionando el Deseo

Siempre desde fuera, aquella tienda era simplemente espectacular. Una gozada a la vista, que ya de por sí, estaba sobrecargada por encontrarse dicho negocio, en un barrio de encanto sin igual. Sus calles, comercios e iglesias, tenían una belleza castiza y antigua. La tienda de juguetes era una más de las innumerables esquinas de una parte de la ciudad, que como imbuida en una burbuja mágica, susurraba secretos y derrochaba fantasía. 

Pasaban los años, y el que fue niño una vez, y paseaba obligadamente bajo la custodia de sus padres, se convirtió en un joven, que abrazaba no ya a sus progenitores, sino a su compañera sentimental. Sin embargo, sus sueños continuaban reflejados en aquel barrio viejísimo, y a través de aquellos enormes escaparates de la tienda de juguetes, que no se atrevía a visitar. El joven dejó de serlo,  y por pura necesidad, marchó a otros lugares, quizás demasiado lejanos. Acabó por cerrar esos capítulos de su vida, hasta que un día, de visita por su ciudad natal, se tropezó de nuevo con la tienda de juguetes. Al encontrarse de nuevo con la tienda, se dio cuenta de que ya había perdido su inocencia, su niñez, su juventud. Quizás demasiadas cosas. Paradójicamente, eran cosas que de algún modo ansió perder para poder convertirse en un hombre. Ahora que ya lo era, y se había distanciado mucho de las tiernas edades, el hombre que era seguía sintiendo la misma curiosidad y nerviosismo al ver los escaparates de la fabulosa tienda, una vez más. Parecía que su magia no podía extinguirse. Sin embargo, al acercarse un poco más, el hombre se percató de que los escaparates estaban anormalmente vacíos. De hecho, pudo comprobar que había un cartel anunciando un cierre inminente, que asestó un sutil pero certero golpe a su frágil mundo interior. 

Como afectado por un terremoto repentino, el hombre se sintió confuso, se sintió presa del miedo y casi sin pensarlo se precipitó hacia el interior de la tienda, por primera vez en su vida. 

Lo que le aguardaba allí, fue una continuación de lo anterior. Se encontró una tienda medio vacía de juguetes, pero atestada de cajas, y de objetos algo desordenados. Había vitrinas con soldados de plomo, y números sueltos de viejas revistas amontonadas sin ningún orden. Todo parecía desangelado, quizás en crisis, como el propio Yo de nuestro hombre. Otros curiosos que también habían entrado por motivos similares escuchaban a uno de los dependientes decir que la tienda continuaría su servicio digitalmente, pero esto no proporcionó mucho desahogo a nuestro hombre. 

Después de un buen rato, y cuando los ánimos se fueron apaciguando, el hombre comprobó que era momento de salir de allí. Sin mirar atrás, se fue hacia el interior del Casco Antiguo de la ciudad, quizás para reponerse de la experiencia. Se marchó de allí, intentando no comprender lo que había vivido, pero inevitablemente, la sombra de la razón, invadió su corazón, para encajarlo dentro del orden lógico de la vida. A pesar de su tenaz razonamiento, en sus sueños seguiría experimentando tremendas dudas; ¿debería no haber cruzado nunca el umbral de la puerta de aquella tienda? ¿o quizás debería de haberla cruzado muchos años antes....?  

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