viernes, julio 25, 2008


El Modelo Social Europeo en Andalucía


Poul Nyrup Rasmussen, ex primer ministro de Dinamarca y presidente del Partido de los Socialistas Europeos (PSE), sostiene que "no es una coincidencia que los Estados de bienestar más fuertes, las sociedades escandinavas, figuren entre las economías más competitivas". Rasmussen considera que la razón está en que las sociedades de bienestar invierten en la educación y en la formación de las personas y tienen políticas activas que ayudan a los trabajadores a pasar de un empleo a otro, y en donde el diálogo social entre trabajadores, empresarios y Gobiernos es esencial para lograr una buena productividad y una elevada cualificación". ¿Cómo se traduce esto en Andalucía? A la vista está que el gobierno andaluz ha conseguido importantes fondos europeos para formar a andaluces y andaluzas durante años, pero la realidad es que el resultado no ha sido tan brillante como en países más al norte de Europa. Quizás, la segunda fase que requiere este modelo sea lo que falla en Andalucía; esto es, el empleo. Ha habido formación gratuita en muchos campos pero después no ha habido correspondencia de esta formación con salida laboral. A lo mejor habría que haber mentalizado a los estudiantes a tener que aprender idiomas y emigrar a otros países con más tejido industrial.
Si los países nórdicos han desarrollado este modelo de manera más eficiente es porque estaban pensando en el trabajo y no exclusivamente en obtener fondos. Para Rasmussen la cuestión está en trabajar de manera más inteligente, no más dura, no con bajos salarios, sino con elevada cualificación. En su informe La Nueva Europa Social, realizado junto a Jacques Delors, argumenta que "en la economía competitiva y globalizada de hoy no puede haber garantía de un trabajo de por vida". En Inglaterra por ejemplo, el concepto de life learning implica una constante formación para facilitar al trabajador una movilidad horizontal a través de distintos trabajos y compensar esa incertidumbre crónica que desde hace ya años nos invade.

Analizar la calidad de la educación y el grado de eficiencia de los recursos empleados en la formación es también importante. Uno de los resultados más llamativos es que los mejores resultados obtenidos en los países nórdicos de la UE dependen mucho más de la eficiencia y la efectividad del gasto que de su cuantía. Finlandia es el país que obtiene mejor puntuación, con un gasto en educación más bien modesto, del 2,5% del PIB, muy inferior al de España, que dedica el 3,5%, y que junto a Italia y Portugal registra los peores resultados. Estados Unidos figura también con una puntuación muy pobre, aunque tampoco arriesga muchos recursos para la enseñanza. De nuevo, el concepto de calidad educativa implica auditorías, control y monitorización del proceso de enseñanza. En Andalucía, donde se considera que el estudiante es el único responsable de su aprendizaje, no hay lugar para esto. Sólo hay que mirar a las reacciones del profesorado universitario ante las críticas de su carente capacidad pedagógica y los malos resultados que durante años facultades como física, biología, química o farmacia han mostrado, sin que haya habido el más mínimo cambio docente o educativo. Sin quitar este factor, también puede ser importante pensar en la motivación de los estudiantes ante un panorama futuro de empleo prácticamente nulo.


Para resumir, si en Andalucía se aplicara el sistema social europeo al 100% no podría fallar, pero lo que falla es la cultura de los andaluces, centrada en el enchufismo y carente de industria e iniciativa para crear empresas, así como de visión para identificar fuentes de empleo, la falta de profesionalidad en muchos sectores y en el salir del paso y vivir al día, sin comprometerse con la comunidad.

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