jueves, mayo 07, 2009



Responsabilidad Personal

Las ideas políticas parecen alejadas de la vida cotidiana. Sin embargo, las ideas políticas reflejan intereses de individuos y grupos. Definen la identidad de la gente y guían la conducta para organizarla en el contexto de una comunidad humana.

La identidad puede ser la génesis de una voluntad política genuina. Puesto que ésta puede anclarse en lo que se entiende como responsabilidad personal. A través de la responsabilidad personal, la conducta humana se ha regulado previamente con efectividad. Históricamente tenemos el ejemplo de la religión y su método punitivo para poder modular el comportamiento del sujeto. El problema de este método y de su teoría de fondo, es que esa responsabilidad personal está basada en el egoísmo, en el ‘sálvese usted como pueda’. No hay una base sólida o un espacio para el bien común de la especie como un todo. Es un truco de los poderosos para mantener un sistema jerárquico y abusivo. La identidad es de este modo pervertida y alienada. Se subordina a la identidad de los que son superiores a un mismo.

En un mundo moderno la responsabilidad personal puede tener un valor diferente. Una responsabilidad personal que se genere a partir del individuo, como contraposición a esa responsabilidad religiosa en la que el punto final es el individuo a controlar. La responsabilidad personal moderna podría generar conexión con los otros, con los iguales a un nivel paralelo y no jerárquico. Se crea para establecer una comunidad, no necesariamente una familia. Una comunidad de personas, de intereses y un espacio donde se pueda recrear un escenario cultural. Una comunidad de personas responsables en contraposición a una comunidad histórica. Entiendo en este contexto como comunidad histórica, la que se ve abocada a mantener los intereses acumulados de una serie de privilegiados.

Ser andaluz requiere esta responsabilidad personal. En un mundo inundado de burócratas, parásitos, mediocres y conformistas, no basta con un partido nacionalista andaluz. No basta con la existencia de un movimiento político visible en la sociedad (aunque esto todavía ni siquiera exista en Andalucía). Hace falta un principio ético íntimamente relacionado con nuestra identidad nacional. Un principio de la lealtad a la comunidad desde el interior del ‘yo’. La identidad es aquello que da salida a este principio, ya que canaliza y facilita la pertenencia a la comunidad, y la compartición de emociones con esa sociedad, que es la sociedad andaluza.

Un individuo entregado a Andalucía, no tiene que ser ‘convencido’, ni ‘convertido’ a un partido nacionalista andaluz. Cuando intentamos convencer a los ciudadanos de a pie de la importancia de nuestros partidos nacionales, sólo estamos intentando vender un producto. Nunca vamos a llegar lejos con este método. Creo que el individuo andaluz tiene que respirar Andalucía. Tiene que vivir Andalucía como si Andalucía fuera su pulmón. Andalucía es la matriz a través de la cual se ve el mundo, es el tejido que se pone en contacto con la realidad.

Personalmente no tengo ninguna prisa en que Andalucía tenga un gran partido nacional. Las cosas van tan despacio que esto es verdaderamente una expectativa poco realista en estos momentos. Andalucía en el presente no vive su identidad más que como una evidencia de su inferioridad en relación a otras comunidades. Nadie quiere ser andaluz, porque ser andaluz es ser simplemente un desaventajado. Un andaluz tarda poco en perder su lengua al emigrar a otro lugar de la Península. Por el contrario, un castellano hablante nunca perderá su lengua en Andalucía. El siempre estará hablando la lengua ‘correcta’.

Pero ser andaluz es en realidad un privilegio. Y como tal, tiene que ser ganado. La adoración acrítica del vencedor y del agresor por parte del vencido, sólo muestra su debilidad como víctima, y no la legitimidad del crimen. Admitir lo castellano como válido y como canon, es tolerar la usurpación de nuestra identidad.

Ser andaluz es vivir una experiencia interior. Es un estado de la mente. Personalmente compruebo día a día, que para mí ha sido más fácil dejar florecer esa experiencia en un medio completamente ajeno y culturalmente alejado, que en mi propia tierra. Esto me ha reforzado aún más en mi creencia de la enorme y sistemática opresión cultural que experimenta Andalucía. Sólo cuando he salido al mundo exterior, he visto que no puedo ser otra cosa que andaluz. Y no hay nada más ni mejor que pueda definirme como persona. Por desgracia también compruebo que seguir en el exilio me resulta más fácil que volver puesto que en Andalucía la opresión social es asfixiante. Es por eso y no por otra cosa por la que los partidos nacionalista andaluces tienen una tarea tan difícil para reclutar simpatizantes. A lo mejor una marea lenta y silenciosa de emigrantes modernos podría ser una esperanza para Andalucía. Quizás los andaluces emigrantes un día podamos influir desde el exterior.


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