Lo siguiente es la transcripción de una reflexión que un
muchacho andaluz de diecisiete años compartió con su padre. Le daremos un
nombre ficticio para proteger su identidad. El chico se llama Isósceles, en
honor a ese maravilloso triángulo que nos sugiere la existencia de una
arquitectura profunda que subyace bajo los fenómenos observables, es decir, de
la geometría. Isósceles es un chico muy inteligente. Su pensamiento parece
producto de alguien más maduro. Pero él es sólo un joven con curiosidad y con
ganas de aprender.
Isósceles quiso compartir con su padre, algunas
preocupaciones acuciantes, ahora que es un adolescente y casi un joven adulto.
Isósceles se encuentra muy inseguro e incómodo en una sociedad como la nuestra.
Es algo extraño, porque dicen que vivimos en un mundo libre, diverso y con
igualdad a través de los géneros. Resulta asombroso e inquietante que un joven
inteligente se sienta un extraño, e incluso un excluido, en una sociedad que
presume de gozar de las más modernas libertades y valores. En cualquier caso, dejemos
que las palabras de nuestro protagonista revelen su visión del mundo, y nos
impregnen de su frescura e inocencia.
Isósceles; -Papá, quisiera comentarte una serie de cosas que
he estado pensando últimamente y que, aunque me preocupaban desde hace tiempo,
no he podido expresar hasta ahora-.
Padre; -claro hijo mío, por favor, cuéntame-.
Isósceles; -Verás he estado pensando sobre esa nueva cultura
que veo en el instituto y que se proclama a viva voz, como si fuera una
especie de revelación religiosa. Son ideas, pero las formulan como si fueran
verdades. De hecho, esas ideas no permiten que yo, por ejemplo, pueda expresar
otras ideas, aunque los profesores y los alumnos “modernos” dicen que debemos
de dejar que la libertad predomine. No lo entiendo. Hablan de sus valores con
tanta vehemencia que me recuerda a lo que he estudiado sobre la época de la
Inquisición. Al mismo tiempo siento miedo y vergüenza por mis pensamientos. Veo
que esta gente huye de la ciencia y aunque parecen denostar la religión, están
calcando el discurso más casposo que puedo recordar. Esos que tú me cuentas,
cuando te refieres a la época de Franco, o cuando en nuestro país había tantos
machistas, que lo sabían todo, y controlaban a todo el mundo; pues estos
progres son iguales-.
Padre; -Vaya, pues parece que es un problema. Si es verdad
lo que dices, suena a contradicción-.
Isósceles; -Efectivamente. Por ejemplo, si una persona
decide salir de un armario, por lo visto, hay que celebrarlo. Es bueno y es
normal salir de los armarios, porque cada uno debe poder hacer lo que quiera,
especialmente salir de los armarios, que es lo más importante y normal del
mundo. Lo demás no es ni importante ni normal. De hecho, si a una persona le
gusta estar en el armario, parece que eso no es bueno. De hecho, hay jóvenes
que se sienten confusos porque les gusta estar en el armario. Se sienten mal,
porque resulta que las buenas personas, nos dicen, son las que salen del
armario. De modo que, como te dije anteriormente, sólo una idea es aceptable y
esta creencia es unilateral. Tampoco está muy claro, porqué es necesario salir
del armario para mostrar que uno es libre. Nadie parece sentirse libre
manifestando el deseo de escuchar, o de aceptar lo que piensan los demás. No
parece importante aceptar las reglas del mundo que nos rodea, porque por lo
visto esas cosas son un constructo social. Parece que la libertad consiste exclusivamente
en obligar a los demás a aceptar que uno puede y debe salir del armario. Todo
lo demás no tiene conexión con la libertad, y lo que es peor, con la realidad.
Por ejemplo, respetar a una persona que niega la existencia del armario y de la
salida del armario. Como he dicho antes, todo es una invención social que
procede de las mentes de hombres machistas. Pero lo del armario es verdad, es
muy real. Yo nunca he estado en el armario y tampoco puedo salir de él, porque
no existe para mí. Es muy difícil vivir con gente que sólo ve armarios de los
cuales hay que salir. Creo que esta gente piensa que estoy enfermo, porque no
puedo ver los armarios, y que mi trastorno consiste en negar que estoy encerrado
en uno. Me llaman “el negacionista”-.
Padre; -lo siento mucho hijo mío, a mí me pasa lo mismo. Yo
tampoco he vivido nunca en un armario, por lo tanto, tampoco puedo elegir si
quiero salir de algo que no existe. Te comprendo. Sin embargo, tenemos una gran
ventaja para resolver este apuro-.
Isósceles; -Pues me encantaría saber qué ventaja tenemos,
porque me siento muy estresado y aislado por todo esto-.
Padre; -Encantado de ayudarte y contento de saber que puedo
hacer algo al respecto. En realidad es muy sencillo. Todo el problema parece
basarse en falacias, ya que se basan en argumentos sin validez. Por ejemplo, las
personas que ahora ejercen el poder en nuestra sociedad niegan que están ahí para
ejercer dicho poder. Les falta tanta honestidad como a los que estaban ocupando
dicho puesto hasta ahora. Por otra parte, dicen preocuparse mucho sobre cómo
debemos de hablar y cómo debemos de actuar, cosa que está muy bien en principio,
aunque como en el caso del poder, eso tampoco es ninguna novedad. De modo que sabiendo la existencia de estos procesos, y dándote cuenta de que en realidad, pensar es algo tan divergente, que es imposible de controlar, verás que la crisis que vives es pasajera. Ellos pasarán de moda, como todos los anteriores regímenes. Nosotros prevaleceremos. Todos los que ejercen el poder intentan atenuar el pensamiento de los que no están en el poder, y hoy más que nunca. Pero a la larga es imposible.
Como ves, el problema central que generan los modernos que detentan el poder a día de hoy, es que creen fervientemente que
para hacernos libres deben de censurar la libertad de pensamiento a través de lo que ellos llaman, la corrección política. Todos
debemos ser un espejo de su credo. Piensan que hay una única fórmula para todos,
que informe cómo comportarse socialmente de manera homogénea. Esa fórmula no es
revisable, y es unilateral. Con ello se justifica que pueden prohibir cualquier
muestra de disensión. Esto hace que se crean dueños de nuestro comportamiento. Dicho
credo, es antidemocrático, pero su poder ha subvertido los valores de la
transición, y ahora, la libertad de pensamiento se ha acabado. Nos
intentan proteger de nosotros mismos, para hacernos libres. Pero nos hacen
libres para hacer sólo lo que ellos consideran aceptable. El hombre no es libre
para pensar. Otros hombres deben de decirles lo que deben de pensar. Solo de
este modo serán libres. ¿Qué hay de nuevo en ello? Nada.
De estas premisas inválidas, se generan una multitud de
falacias. Te puedo dar algún ejemplo. Es una falacia del falso dilema decir que
hay que elegir entre estar o salir del armario, porque se niega la existencia
de alternativas, como la que tu propones. Otra sería, si no estás de acuerdo
con el feminismo, entonces eres un machista. Esa es una falacia que añade una conclusión
irrelevante a una premisa, incluso cuando la persona tiene una opinión
distinta.
Todas estas falacias tienen como objetivo la obediencia
ciega a un credo que si se cuestiona, supone una infracción legal. Es decir, a
parte de ser argumentos sin validez, se trata de darles valor legal para
castigar la libertad de pensamiento y expresión. Son gentes nuevas vistiendo el mismo traje, el traje del poder...los jugadores cambian, pero el juego...el juego siempre es el mismo-.
Isósceles; -gracias papá, me alegro de haberte contado mi
problema. Te agradezco tus palabras. Tienen sentido y hacen que me sienta libre
en mi mente. Creo que voy a poder vivir
mejor en el borreguismo moderno en el que nos encontramos. Lo que no entiendo
es que cómo es posible que ahora seamos más libres que antes, si todo sigue
igual-.
Padre; -gracias a ti hijo, por darme ocasión de compartir
mis pensamientos y de escucharme. Con respecto a tu observación sobre la
libertad, te diría que una verdad es algo que te han repetido mil veces...su propaganda es decir que te están haciendo libres, cariño mío-.
Isósceles; -eso es, te dicen que eres libre, para hacerte sentirte bien en sus encorsetado mundo de armarios. Un mundo ficticio e infantil, en el cual te hacen creer que puedes ser un rebelde, aun cuando no eres más que un borrego. Si señor, ahora lo entiendo. No se dan cuenta que lo más importante es pensar y sentir, porque esas experiencias son las que dan sentido a la vida, ya que eso es lo que nos permite percibirnos como individuos. Y eso no pueden cambiarlo. Quizás no nos permitan hablar en público como queremos, ni podamos actuar como deseamos, porque entonces seremos individuos y no un agregado colectivo sin alma, que es lo que pretenden que seamos. A pesar de todo, no pueden evitar que pensemos y sintamos de acuerdo a nuestros valores, si nos damos cuenta del enorme universo que existe en nuestras mentes. De modo que, nuestro sentido de las cosas puede permanecer intacto, así como nuestra individualidad. Seamos discretos y evitemos el conflicto directo con los necios-.
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