domingo, julio 04, 2021

Las Mujeres Son Lo Único que Importa

Por entonces tenía unos veinticinco años. Corrió detrás de uno de los atracadores que se había caído de la moto robada. El hombre estaba levemente herido y tras una agotadora carrera, sucumbió en el medio del páramo, donde cayó de bruces totalmente exhausto. El joven lo fue a agarrar cuando el ladrón sacó una pistola y le apuntó con tembloroso pulso. El muchacho hizo un rápido gesto para inútilmente evitar un disparo a bocajarro, pero solo se oyó un clic, o quizás varios clics. La pistola no estaba cargada. Instantes después llegaron los demás perseguidores, que empezaron a zurrar al maldito zopenco que había tirado a una chica de su moto para quitársela, hiriéndola de mala manera. Nuestro héroe, pudo haber sido mortalmente herido simplemente por tratar de hacer justicia, él solo. Su rabia al ver a la mujer tirada en el suelo, inyectó en sus venas suficiente adrenalina como para ganarle a cualquiera, una carrera de cien metros lisos. Ahora a los cincuenta y tantos, reflexiona con su amigo de toda la vida, lo que esto significa desde una perspectiva algo más conservadora. En realidad, los dos, se habían metido en muchos líos parecidos, pero ahora ya estaban cansados y sólo están ya para confesarse algunos de los pocos secretos que no han compartido todavía.  Ambos, se dan cuenta dónde están y de dónde vienen. O al menos lo intentan. De hecho, saben bien que todo es una cuestión de hermenéutica, y eso es una ciencia interminable. Es siempre difícil, sino imposible, saber dónde uno se ubica a nivel existencial. Tiene uno que apartarse de ese lugar para realmente comprender dónde se encontraba, y ver así qué era realmente lo que estaba pasando. Así es cómo los dos amigos, empezaron a recapitular en un sudoroso sábado de Julio sobre sus trayectorias, sus derroteros por el mundo, para poder pasar del mero conocimiento de los hechos, a la sabiduría y la comprensión profunda de sus vidas. Ahora, quizás, si enfrentados al mismo dilema del robo de la moto, probablemente hubieran hecho uso de sus móviles, para cómodamente informar a la policía de los hechos. En el fondo, el acto hubiera tenido el mismo valor, pero las consecuencias no son las mismas. Los dos canosos tienen ahora más miedo por sus vidas y menos músculo. Tales debilidades despiertan sin duda la creatividad y una búsqueda de soluciones completamente diferente. Pero aún así, la valentía todavía está en sus corazones. La conversación se estableció entre unas Cruzcampos y unos soberbios caracoles, que como míticos toros, habían perecido todos con los cuernos apuntando al sol…ninguno quedó acobardado en su concha, para deleite de los dos amigos. Además, habían elegido bien, porque en lugar de estar expuestos a los estragos del verano, tomaron refugio en el mercado de abastos del barrio, donde hay aire acondicionado…y sombra. Y bajo ese maravilloso mecenazgo cultural, ambos prosiguieron con su tertulia, examinando su camino existencial, de origen más que humilde. Ahora, los dos celebran su pasado y su presente. Hombres trabajadores, generosos y sobre todo de izquierdas. Esa izquierda que no cuenta para nada. La de los entregados a su trabajo. La que guarda su orgullo en su interior, y si acaso, sólo muestra agradecimiento a los gigantes que labraron la pacífica tierra donde viven. Nadie les da las gracias, y nadie les dedica un día, porque son solo hombres…ni falta que hace. Al contrario, están más que agradecidos ellos, de todo lo que se les ha dado. Y si hay algún orgullo de hombre que celebrar, es el orgullo de tener una larga relación con sus mujeres. Personas maravillosas. Las mujeres, en realidad, son la gente que de verdad importan, y por las que los hombres arriesgan sus vidas. Incluso si es la vida de una mujer desconocida como la chica de la moto. Desde ahí, los dos hombres brindaron varias veces con Cruzcampo; una cerveza bien fría y sabrosa. El segundo hombre terminó la tertulia contando una pequeña anécdota suya. Fue cuando hace unos quince años acudió a una unión civil capitaneada por una bandera arcoíris de la progresía. El hermano de uno de los contrayentes, ignorando el trasfondo electoral de toda acción política progre en la cual estaba enmarcada la celebración, comentó altanero, lo valiente de celebrar un evento de esa categoría, a lo cual nuestro protagonista le respondió, que quizás lo más valiente es asumir la responsabilidad de cuidar de una mujer. –Para eso sí que hay que tener agallas-, remarcó mirando al suelo, como el que no quiere la cosa. El sabía que su obligación era hacer una exégesis del momento a pesar de las circunstancias. Estaba rodeado de estómagos agradecidos y demás carroña, por los cuatro costados. Lo que aconteció después, lo dejamos para la imaginación.      

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