domingo, septiembre 04, 2022

Mentideros y Pasados Inexistentes

Había venido algo mosqueado porque por la autovía no había más que carteles publicitarios en inglés. Me pregunté en qué país estábamos y no tuve una respuesta clara. 

Bueno, al menos llegamos sin retrasos. Muchos, miles de personas llegamos de todas partes. Sin incidentes. Por fin estábamos todos allí en el concierto. Jóvenes y menos jóvenes. Sin empujones ni altercados. Como nunca había ido a un evento de tal naturaleza, me pareció todo extraño. Una extrañeza como las expresiones de las caras de los guiris paseando por nuestras calles. Todo estaba muy organizado, era sorprendente. Nada de violencia. Montones de guardias de seguridad. Guardia civil con perros a la entrada...parecía otro país. Pero claro, esto debía ser porque estábamos en Málaga, en Mijas. Si estuviéramos en Cádiz quizá hubiera fallado algo. 

Aunque no abundaban, al moverme a pie por allí, encontré más tías buenas por metro cuadrado que en todo mi viaje veraniego a Galicia. Es que en aquella comunidad autónoma nada más que tienen Estrella de Galicia. Cada uno tiene lo que se merece. También había gente estridente y casposa; alguna que otra pareja de feas agarradas de la mano y algún calvo bigotudo amanerado con chaqueta de lentejuelas. Los tiempos cambian y ahora los reaccionarios e impostados son otros. Y como decían los de la Mode; se acaban las princesas, y se nos mueren las hadas. ¡Protesto!

El caso es que yo estaba allí por Kraftwerk. Todo lo demás no me importaba lo más mínimo. Hasta fui grosero con mi amigo el periodista Rocky Rockwell, que fue allí ilusionado para informar sobre  todo de su adorado Nick Cave con los Bad Seeds, ese australiano que aún sigue en pie tras cincuenta años sobre el escenario. Y yo que estuve con Rocky una hora aguantando estoicamente el absurdo y vacío contenido musical de semejante inútil, no tuve mejor cosa que hacer que criticarlo a voces (debido lógicamente a los enormes altavoces que ponen en los conciertos de esta categoría) diciéndole a mi pobre Rocky que me repugnaba la hegemonía cultural angloparlante. Lo bueno es que Rocky ha perdido un 50% de oído debido a sus frecuentes asistencias a conciertos de rock. Seguro que se enteró de la mitad de mi crítica nada más. 

Al muy cerdo de Nick no se le ocurrió otra cosa que empezar la noche saludando en inglés. Ni una palabra cercana como -hola, buenas noches, gracias...- nada. ¿Para qué? si hasta las advertencias y peligros de los productos que importamos no vienen en nuestra lengua. Porque si nos envenenamos o recibimos una descarga eléctrica, es culpa nuestra no hablar un puto idioma extranjero. De hecho, para adornar más, los subnormales de los británicos llenaban la audiencia. No se puede ser más tonto. Es como si yo me desplazo a Londres para ver a Alaska. Rocky, que a parte de periodista es una buena persona (son dos categorías humanas que raramente se dan juntas), se defendió con serenidad y aguantando los golpes, como le corresponde a su nombre y a un hombre medio sordo. Después empezó a llover. Daba igual, era verano. El imbécil de Nick quedó al fondo con su voz de aguardiente diciendo -everything is beautiful and you are fucking beautiful!-....¡qué nivel poético madre mía!...que paguemos por esa basura es aún más doloroso.

Rocky no sabía ni como comprar un poco de agua. El festival era tan moderno que con una aplicación cargabas una cantidad de dinero como monedero y podías pagar con tu pulserita electrónica, en cualquier kiosco de los muchos que se desparramaban por el gigantesco espacio dedicado a los conciertos simultáneos. Yo no quería reconocer que Rocky era tan carca. Pero lo era. Menos mal que vine con un andaluz de pro, José Miguel, el cual a parte de ser mucho más guapo, tenía un nombre normal. Por tanto y con buen criterio, aconsejó que nos marcháramos a otro escenario (había cuatro en total), para escuchar algo de música electrónica, antes de que empezara Kraftwerk. Gracias a Dios mi amigo me sacó del apuro y pude abandonar la pestilente música anglosajona con una buena excusa. Le compré a Rocky una botella de agua y para nosotros nos pedimos unas Victorias (la mía sin gluten). De esta guisa abandonamos al pobre diablo sin sentimientos de culpa, tras una leve cortina de fina lluvia de canícula, mientras mojábamos nuestras gargantas con una excelente cerveza fría.

Al darle la espalda bajo las románticas gotas de agua a ese escenario dantesco, con la convicción de un "nunca mais", sentí náuseas al pensar en algo contradictorio. Por una parte, el flamenco, la música antigua, la ópera, etc son manifestaciones culturales que no soportan éste nivel de ignorancia y catetismo. Jamás veremos masas de tontos andando sin propósito aparente, de un escenario a otro de flamenco. Uno atiende a un concierto serio y va disfrutando de cada artista uno a uno. Es como cuando hay buffé libre y la gente se descontrola. Eso es porque el buffé es barato y malo. Y los que acuden a ese buffé son unos tiesos o analfabetos dietéticos. La música es para otra cosa, y aquello en su mayoría no era sino ruido. Por otra parte, deseaba que los andaluces dejaran de escuchar esa cacofonía de inglés, que es la lengua bastarda de Europa. Pero los tontos son la mayoría, y la mayoría hace lo que se le dice que hagan. No podía reconciliar mi deseo de ver masas de personas inteligentes haciendo cosas inteligentes. Es una pena, pero es un sueño imposible. Borrado.

La lluvia cesó al poco y al fin libres, estuvimos viendo a varios DJ´s españoles con sus "composiciones" nada de difíciles, animar el ambiente. La fauna era muy similar, aunque sin británicos porque ellos ¿cómo van a escuchar algo que no sea de lo suyo?, incluso si no hay más que sonido y nada de palabras. En cualquier caso, olvidémonos de esos xenófobos. Todo el mundo iba a lo suyo, sin molestar. Al menos eso era bueno. 

Por fin llegó la hora de Kraftwerk. Ésta banda de música electrónica no pegaba nada entre tanta vulgaridad. Sentí un gran alivio al verlos, aún sabiendo que de los cuatro solo quedaba uno de los originales. Supongo que los otros eran replicantes o ciborgs. Tomé nota de cómo de falsamente especial me percibí entre miles de personas. Otro efecto psicológico del aborregamiento del populacho. Nos colocamos en el lado izquierdo a una buena distancia del escenario y aquello empezó como lo he visto durante años en los vídeos de Youtube. No sonaba muy bien. Menos mal que José Miguel es a parte de DJ, electricista. Todo sirve. Comentó que hacía bastante viento y que quizás nos debíamos de desplazar hacia el centro, entre los altavoces. Aquello mejoró muchísimo y además podía ver mejor las facciones de los cuatro provectos que anunciaban el apocalipsis con sus canciones contra la radioactividad. Curiosamente, a mí la radioactividad me gusta y las centrales nucleares mucho más. Creo que son muy útiles. Dan electricidad barata y si se saben usar, no son peligrosas. Lo digo porque mucha gente no lo sabe. Por cierto, los alemanes han perdido cociente intelectual en los últimos años. Se nota bastante...eso de abandonar la energía nuclear es una de las estupideces más grandes que he tenido que contemplar en mi vida, y la prueba está en lo que está pasando en nuestro Viejo Continente gracias a los rusos. Los rusos siempre están ahí para recordarnos lo poco que pensamos. Una pena, porque al lado de Nick Cave, esos cuatro jinetes teutones eran como gigantes de la cultura europea. En sus canciones había frases en ruso, alemán, inglés, francés. No había castellano, supongo que es por lo de la leyenda negra. No quiero pensar mal de gente que canta en cuatro idiomas pero no sienta bien llegar aquí y no decir tampoco ni hola ni nada por el estilo. Al menos pusieron un mapa del mundo señalando a Cala Mijas. Algo es algo. Vielen Dank.

Por último, el tobogán del karma me dejó caer de nuevo en los infiernos británicos para tener que aguantar a los cavernícolas de los Chemical Brothers. Allí en Inglaterra la gente no come pipas mientras ven la TV, sino que prefieren las pastillas psicodélicas. Por eso hay tantos esquizofrénicos en su país. Dicen que los Chemicals se cayeron al nacer en un cubo de anfetaminas. Nadie les explicó a los padres, que las anfetas son para las ocasiones. Creo que eran yonkis, quiero decir, los padres, por tanto, lo mismo es todo genético. Cambiando de tema. La masa de oyentes era tan cebollina que a mitad de su frenético concierto, pusieron un pequeño anuncio al parar brevemente diciendo -¡agarraos fuerte!- como prometiendo más de lo mismo. La gente casi que empezó a largarse...yo me partía el culo, por dentro claro. Es que lo pusieron en inglés....Hold on tight Cala Mijas!...¡que panda de cromañones!, los del escenario y los que no entendieron. Valió la pena al menos reírme algo del espectáculo esquizofreniforme. 

A pesar de todo, me recuerdo a mí mismo que tengo que dejar urgentemente el odio a los británicos. Cada vez que odio algo, lo pago bien caro. Efectivamente, a día de hoy sabemos que el sentimiento más caro que existe es el odio. Es mejor no gastar mucho odio, que después no hay dinero para gastar en el amor. A ver si paso de ellos y nunca más vuelvo a cruzarme con un británico, eso ayudaría. Pero a pesar de los pesares y de la ciencia, me veo obligado a continuar mi odio hacia Hacienda. A esos sí que no los perdono. Me reservo ese odio por encima de todas las cosas. Que Dios me asista.

El concierto terminó y me pude quedar con un buen sabor de boca gracias a los viejunos Kraftwerk. No me atreví a hacer el esfuerzo por recordar aquellos maravillosos años setenta y ochenta. Es que no me acuerdo muy bien. Hubiera sido como reconectar con un pasado que nunca existió. Un inservible antídoto contra la baja autoestima. Yo nunca fui a ningún concierto cuando era joven porque no tenía un duro. Tampoco teníamos TV en casa, lo juro. En el concierto conecté con una época en la que no estuve (me dedicaba a leer libros prestados de biblioteca, ya sabes, una de esas actividades que son como una buena compresa...ni se ve, ni se nota), de modo que rellené con el concierto un hueco de mi memoria colectiva con mínimo costo, para mentirme a mí mismo. Los mentideros son lugares comunes, todo hay que decirlo. Yo no me dejo influenciar por ellos. Así que, salí de allí satisfecho, como todos los puretas que acudieron aquella noche con llovizna británica. Después de dormir la mona y levantarnos algo tarde, José Miguel y yo nos fuimos al pueblo. Pero no era un pueblo. Era una especie de parque temático para guiris. No pude ni sentarme para tomar un zumo de naranja. Indirectamente ayudé a José Miguel a realizar un ayuno intermitente involuntario. Sentí tanto asco de aquél espectáculo viscoso y deshumanizador que huimos hacia el mar. La playa igual de guirizada... Málaga se tiene que plantear continuar de esta guisa o perecer como lugar decadente que es. Hacen dinero pero, esto se está pareciendo mucho al norte de Europa. Están todos muertos, pero no por la radioactividad.

Epílogo de un Replicante Andaluz: 

Nosotros en éste país nunca hemos sido como los norte europeos. Pero quizás todos vamos encaminados a hacer lo que hice aquella noche. Hacernos creer a nosotros mismos que somos como los demás. Rellenar la memoria con mentiras. Quiero más nucleares y menos imbecilidad. ¿Será pedir mucho? 


2 comentarios:

Paul Winterwind dijo...

!Qué a gusto te has quedado! :)

Andalu dijo...

Uff, no he dejado títere con cabeza....jajaja