El doctor Galdar había conseguido un extraño triunfo. Su renombre le había supuesto llegar a todos los confines del reino, pero también iluminar los oscuros rincones del poder. No mucho después de haber alterado los ánimos de varios gerifaltes, y debido a sus cuestionables experimentos y descubrimientos científicos, fue invitado solemnemente a abandonarlo todo y exiliarse en una isla lejana.
A su llegada a la isla, le esperaba el doctor Kraus. Tenía a su alrededor un selecto equipo de enormes jóvenes que miraban ominosamente a Galdar desde la zona de desembarque.
-¡Doctor Kraus! Me alegro de verle. Creo que no era necesario traer a tantos mozos a ayudarme con las maletas. Solo he traído dos...
-Doctor Galdar, bienvenido a Aruca. Le encantará conocer su nueva residencia.
El doctor Kraus recibió con frialdad la ironía de Galdar y tras su breve recibimiento condujo al hombre a un vehículo de color negro que esperaba a la salida del puerto. Una vez dentro del coche, Kraus se mostró más amable, quizás acusando el hecho de que su presa ya no podría escapar.
-Doctor Galdar, su trabajo es impresionante. Tengo que decir que es un honor tenerlo entre nosotros. Nadie antes de usted, ha podido exponer con tal claridad las íntimas relaciones que existen entre la capacidad humana de mentir, y sus beneficios para la evolución humana. Sin embargo, es un tema tan complejo que dudo mucho que tenga algún impacto, más allá de unos cuantos expertos, como yo, por ejemplo.
-Gracias doctor Kraus, pero guárdese su estúpida amabilidad para otra ocasión. Sus mentiras y falsedades, le han llevado a coronarse como director de un infame hospital psiquiátrico donde encierra a todo librepensante de éste país, al dictado de sus corruptos sátrapas.
-Por favor, no se enfade, usted se ha ganado a pulso éstas vacaciones eternas. Verá qué rápido se acostumbra a su nueva vida. El hospital tiene unas vistas espectaculares. Es un lugar muy romántico. De hecho, se dice que muchos de sus residentes acaban enamorándose...
Kraus prosiguió su monólogo posiblemente hasta llegar al hospital. Para entonces Galdar estaba ya sumido en una especie de autohipnosis que había generado para resistir los poderosos medicamentos que le serían aplicados como una camisa de fuerza química. Al llegar, los grandes enfermeros que habían esperado con Kraus en el puerto, habían saltado rápidamente desde otro vehículo y formado una fila, para asegurarse que Galdar entraría por la puerta del siniestro hospital sin realizar ningún vano intento de escape.
Cuando llegó a su habitación, se le fue entregado un uniforme y unas chanclas. Efectivamente, la ventana miraba hacia el mar. Era hermoso. Una de las paredes estaba forrada de estanterías y repleta de libros y material de escritura. Al menos sus captores se dignarían en dejarlo escapar con el pensamiento, se dijo a sí mismo. Al poco rato de llegar, varios de los enfermeros gigantes acudieron para administrarle una dosis de un fármaco experimental. Se trataba de un inhibidor de la actividad cortical, especialmente del área prefrontal ventromedial. Preparado para semejante invasión encefálica, se entregó a ella sin resistencia. Al cabo de un tiempo lo dejaron salir a las zonas comunes para así poder poco a poco trabar amistad con los otros cerebros del país.
Al otro lado del océano, el país se derretía de júbilo. El Festival de la Libertad había dado su comienzo. Millones de personas se lanzaban a la calle a expresar su libre albedrío y disfrutar de si mismos gozando de todos los placeres que la vista, el gusto y el tacto pueden proporcionar. El rey había anunciado el fin del miedo, la ira y la tristeza. La felicidad triunfaría por fín y definitivamente. Los ciudadanos solo debían de tomar diariamente unos complementos alimenticios que les ayudarían a dejar para siempre atrás esas emociones tan repugnantes. El principio de una nueva humanidad estaba dispuesto como una deslumbrante alfombra roja ante el pueblo elegido, y ellos serían una vez más, por la gracia de Dios, los pioneros de semejante logro.
2 comentarios:
El hospital de las mentirás, un lugar que tendríamos que inventar, dónde curarte del engaño o aprender a mentir, sin químicos.
Mentimos y nos mentimos a diario, ya que de otro modo no pasaríamos el corte.
Tomate una crucampo bro, te la has ganao
Jajaja, que bueno, otro tema para un cuento, mentimos una y otra vez, pero no se lo digas a nadie, un abrazooo
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