lunes, octubre 29, 2007


Cuando los Sueños se Hacen Realidad



Ni la realidad humana fue nunca un problema, ni los sueños eran pesadillas para mí. Siempre quise luchar en favor de una causa justa, o aspirar a algo imposible. Los sueños me guiaban y las carencias de la vida en Andalucía me hacían seguir adelante. Un día me marché de mi tierra y decidí que no volvería hasta que hubiera conquistado cosas imposibles. El gran problema fue cuando mis sueños empezaron a hacerse realidad.



Las utopías habían reinado libremente en mi corazón, y todos los sitios del mundo menos mi barrio, eran misteriosos. El Parque Alcosa de Sevilla había sido mi cárcel, mi prisión eterna en la que permanecí hasta los 25 años. Terminé tan asqueado que me prometí no volver a pisar aquél lugar hasta que mereciera volver a mi colegio, el Joaquín Benjumea Burín para contarle a los niños del barrio mis aventuras por el mundo. Ahora que tengo 37 años, me cuestiono todo eso. Y pienso si ha valido la pena irme, o si incluso quizás me he realmente movido de sitio.



Hace poco fui a Oxford invitado por una pareja de aquél lugar. Julian es catedrático de bioquímica de dicha universidad. Estuve con él y su mujer dando una vuelta por todos los recovecos secretos de la universidad, allí donde los turistas no pueden llegar. Y la visita me recordó el año anterior cuando estuve en uno de los colleges haciendo un curso sobre marginalidad y minorías étnicas. Me siento abrumado por estas experiencias y pienso si me merezco todo esto. Creo que me conformo con poco, que no soy ambicioso. Porque no sé a dónde ir ahora.



El escapar de tu hogar, un hogar opresivo, no te aleja de él. Puede que escapes de él, pero el lugar se va contigo. Lo llevas en la memoria y te persigue. Y te dice que tú solamente eres un chico de barrio. Que esto no es para tí. Y cuando los sueños se hacen realidad, te das cuenta que en realidad eres el mismo niño del barrio del Parque Alcosa que quería escapar soñando, pero que sentía que los límites de su barrio eran el fín del mundo. El niño ahora es grande, pero se asusta y se siente perdido en el futuro, donde los límites de su barrio delimitan un agujero negro donde verter los recuerdos innombrables de la niñez y la adolescencia. El niño ya no puede vivir en sus sueños. Tiene que vivir la realidad.




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