martes, junio 14, 2022

En Busca de la Paz Interior

Salió del cuartelillo hacia ninguna parte porque tenía el día libre. No conocía Zafarraya ni sus alrededores. Aunque era de Sevilla, había estado sirviendo en muchos pueblos a pesar de su corta edad. No quería echar raíces. Estaba como perdido. Quizás no sabía lo que quería. Tenía más preguntas que respuestas. Era un hombre joven y soltero, con dudas sobre su propio devenir.

Cuando se retiró lo bastante del pueblo, se sintió suficientemente ensimismado como para olvidar todos los asuntos cotidianos. Poco a poco se dio cuenta que dirigía su paso hacia la elevación montañosa más cercana. Quiso fijar su vista en ello. Absorber los detalles y darse cuenta de los millones de veces que la Tierra habría circundado el astro Rey para acabar tallando semejante drama pétreo. Deseó que su carne se transformara en otra clase de materia que pudiera sobrevivir la lenta pero inevitable falla de sus órganos y células. Así, presenciando día tras día los ínfimos cambios que suceden en todo momento, podría entender mejor cómo emergen los montes o porqué se hunden en el mar. Fijándose en las fracturas y emergencias de las rocas sedimentarias, se sintió él mismo, frágil y quebradizo. Percibió su existencia como el brillo fugaz de un diminuto meteorito que a la par que se muestra digno de nuestra atención, se desintegra mientras intenta abrazar el planeta. Su ansia, le hizo buscar a alguien que lo calmara, que le afirmara al suelo, que lo clavara a la tierra para que no se esfumara o desvaneciera sin dejar señal. Se apresuró por el camino hacia el monte. Entre los árboles vio a un hombre alrededor de unas ovejas. Llevaba boina y tenía un gran mostacho gris por bigote. Estaba apoyado en un bastón de roble, con sus poderosas manos. Su mentón descansaba en el dorso de las mismas. Estaba vigilando a sus animales. No se inquietó al ver al joven aproximarse, como tampoco lo hizo el mastín que reposaba a su lado. Quiso darle algo más que un saludo. Fijó su vista en los ojos del hombre moreno, pero no encontró respuesta. Esperaba la revelación de un secreto, pero en lugar de eso, encontró un alma transparente, quizás todavía sin consciencia de sí misma. Las arrugas y cicatrices del hombre no eran las puertas, ni los quicios del saber. Su noble frente y rotunda pose no destilarían más que algún silbido de pastor, canciones y algún amor prohibido. El guardia civil se alejó con una sonrisa de agradecimiento, sin haber intercambiado una sola palabra con él. Luego agachó la cabeza y se sintió más solo aún, teniendo que soportar su propia levedad y la del pastor.

Ahora el calor hostigaba a los vivos y a todo lo que asomara bajo el sol. Un leve viento hizo que algunas retamas lo saludaran al llegar a un rececho. Allí quedó, y se giró sobre sí mismo, para ahora examinar con cuidado el trazado ordenado de Zafarraya desde lo alto. Pensó en los antepasados que poblaron aquellos lugares. Trató de imaginar cómo cuidarían de su entorno, de sus animales, de cómo adorarían al Sol y a la Luna. Esto le dio fuerzas para continuar ascendiendo y adentrarse más por el monte escarpado. Siguió haciendo un semicírculo suave con el que alcanzar la zona más alta de la sierra, para después encontrar con gran sorpresa una cueva de gran belleza. La entrada parecía una hendidura enorme realizada por un titán furioso. En su interior tomó refugio y decidió quedarse dormido, tan cansado estaba por el calor y la caminata. La caverna le proporcionó tal sensación de paz que sintióse en el mismo vientre de la madre tierra. Allí pudo encontrar el refugio que necesitaba, y su ansia se disipó entre la niebla de los sueños. En las tinieblas de su mente alcanzó a observar a los primigenios señores de los montes y valles. Cazó con ellos y pudo al fin atisbar su comprensión del origen de nuestras costumbres, y el temor a la muerte. Los avatares, la historia y la final desaparición de todos esos hombres había dejado una leve huella en el interior de la montaña, con la que el joven pudo conectar. Se despertó muy temprano al día siguiente, muy repuesto y con más ganas de vivir.  Volvió al pueblo sin esfuerzo, como nuevo. Había un nuevo horizonte para él.

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