Angel es un hombre casado, feliz en su trabajo, contento con su vida y sus circunstancias. Quizás él no lo sepa, pero tiende un poco al aislamiento. Le gusta su propia compañía y a veces se olvida de su familia. Pero en general, es un hombre bueno, que disfruta de su esposa y de su perra Chispa.
Angel nunca ha tenido buenos hábitos de salud, pero también es verdad, que sus padres tampoco le insistieron demasiado en crecer sano y hacer un esfuerzo en cuidarse. El caso es que creció comiendo Bollicaos, Donuts y patatas fritas. Nadie prestó suficiente atención a cómo se alimentaba, especialmente a partir de la adolescencia, cuando uno empieza a vivir de forma algo más autónoma. De modo que así fue creciendo. Poco después aprendió a fumar y fue un hábito que adquirió de forma natural, porque vio a su padre fumar y después a su madre. No importó que su padre hubiera muerto cuando él tenía tan solo catorce años de edad y que la causa de su fallecimiento tuviera mucho que ver con que se fumaba tres paquetes diarios de Winston. Su hermano mayor le advirtió de los peligros del fumar, pero a lo mejor no estuvo lo suficiente encima como para poder contrarrestar los efectos de la normalización y la aceptación general que el fumar tiene en la sociedad. De hecho, su hermano Juan Antonio, el tercero y más pequeño que Angel, empezó a fumar todavía antes que él.
Pasaron los años y Angel experimentó muchas aventuras y avatares. Y con ello viene el estrés y claro, el tabaco es una tentación en épocas de estrés. Y las patatas fritas.
Angel no se dio cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. En efecto, mirando atrás ahora se da cuenta de los años que ha debido de pasar fumando y alimentándose con comida basura. Pero es fácil mirar o incluso mirar de refilón, sobre todo si no te ha pasado nada. En Septiembre del año pasado tuvo que pasar por bastante presión, porque legalmente tenían que hacerlo fijo en su trabajo, pero no fue fácil. En un momento dado pensó que podría perder el trabajo y se sintió muy mal. Pero ésta vez no era como en ocasiones anteriores. Ahora tenía cuarenta y siete años, y con muchos años a sus espaldas de sedentarismo, tabaquismo y...patatas fritas.
Tras ir afrontando la incertidumbre de su empleo, y gestionando todo lo mejor que pudo, consiguió su merecido contrato indefinido y se organizó muy bien para coger unos días de vacaciones para celebrarlo. Pensó que podría ir con su pareja a Sierra Morena con su furgo y para ello necesitaba ir a Decathlon para comprar algunas cosillas propias para equiparse bien en sus excursiones por las montañas. Cuando estaba en la zona de calzado, se empezó a sentir mal. Su esposa, Anna, vio que se ponía blanco. Angel se tuvo que sentar en un banco y le dijo a su mujer que sentía mucho agobio y calor. En pocos minutos estaba en el suelo, medio inconsciente. Los trabajadores de Decathlon no duraron un momento y en poco rato arribó una ambulancia que lo trasladó al Hospital Punta de Europa.
Allí tuvieron que ponerle varias mallas en el corazón a lo largo de varios días. Tuvo que permanecer en la Unidad de Cuidados Intensivos donde le trataron de maravilla. A pesar de todo fue duro reconocer lo ocurrido. Anna le contó que durante su estancia hospitalaria dijo entre sollozos que porqué él había sobrevivido y no su padre. Quizás lo olvidó entre tantas emociones. Su hermano mayor le recordó los consejos que le dio en el pasado y le dijo que acababa de renacer. Tenía una segunda oportunidad. Nadie puede salir indemne tras una vida sin cuidarse y encima teniendo un antecedente en la muerte prematura de su padre provocada por el tabaquismo.
Han pasado varios meses y Angel se está recuperando muy bien. Pero recientemente se ha sentido frágil en el trabajo. No tiene ganas de hablar con nadie. Siente ganas de llorar y se ve algo torpe. Al hablar con él, su hermano mayor le ha estado escuchando atentamente. Angel dice que siente miedo a la muerte. Tiende a prestar atención a las noticias y se está dando cuenta de cuánta gente muere por paradas cardíacas. Su hermano le ha dicho que en realidad la mayoría de las muertes certificadas se hacen como paradas cardiacas, pero eso no establece la causa. Angel ha visto tras la conversación, que quizás se está fijando demasiado en detalles que antes pasaba por alto. Quizás está desarrollando una actitud catastrófica.
Tras esto, no acaba de comprender porqué ahora, meses después del infarto, ha empezado a sentirse tan mal. Algún compañero le ha insinuado de si tendrá estrés postraumático.
Después de hablar con un psicólogo, ha podido tomar perspectiva de la necesidad de reconocer que todos nos morimos. El quizás nunca haya podido pensar en eso. Se acuerda de la muerte de su padre. Se acuerda de la muerte de una perra que tuvieron en casa cuando él era muy pequeño. Pero nunca ha sabido cómo enfocar éste tema tan escabroso. La muerte sucede, y no vamos a morirnos así porque sí, sólo por pensar en ello. No moriremos antes, ni tan siquiera después de experimentar una angina de pecho, porque nos preocupemos por ello. Nos moriremos por fumar, por las patatas fritas, por el sedentarismo, y sobre todo...porque algún día nos tendremos que morir de viejos.
Ha aprendido que su reacción emocional ha sido algo lenta, pero al final tenía que digerir lo que ha pasado. Su cuerpo y su mente se lo estaban pidiendo. No tenía ningún trauma psicológico. En realidad, necesitaba explorar asuntos difíciles, como el morir, el ser frágiles y el no saber qué va a pasar con nosotros.
Hay que dedicarle tiempo a entender lo que ha pasado y desde luego no puede encontrar respuestas adecuadas si se aisla. Eso es lo que dice que ha aprendido. Y ha aprendido bien. Ojalá desde hoy, disfrute del resto de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario