martes, marzo 08, 2022

Memorias en el Día de la Mujer

 El joven se prestaba a marcharse con una mochila. En lugar de coger la pistola de su padre y cargárselo de un tiro en la cabeza mientras dormía, decidió tirarse a la calle. Era un sábado por la tarde. Un torrente de pensamientos inundaba su cabeza recordando y repasando porqué era necesario irse repentina y clandestinamente de un lugar que había dejado de ser su hogar hacía tiempo. ¿Cómo podía irse de la casa de un héroe del Grupo 10? ¿de un combatiente que luchaba contra la corrupción sevillana? Llamaría por teléfono a su madre una vez que estuviera bien lejos, quizás en Barcelona.

Hacía pocos meses su padre le había castigado a comer en un cuarto aislado de los demás. Le dijo; -¿porqué te ha puesto tu madre el plato de comida a tí primero? ¿qué te has creído? ¡castigado a comer solo a partir de ahora!- Pero unas cuantas semanas después, su padre ya no se acordaba de nada de eso. Le volvió a abordar; -¿qué haces comiendo solo? ¿qué te has creído? ¡castigado sin salir a la calle hasta nuevo aviso!- Los castigos se sucedían como trenes frenéticos, tratando de chocar contra la mente de un niño que el gran pro-hombre había decidido crear a su imagen y semejanza. Ahora, como un Saturno desbocado, trataba de devorar el alma de su retoño. ¿Pero porqué? 

Le hacía frente a su padre, no se acobardaba ante su furia, sus insultos, sus desprecios y su intimidación constante. El muchacho no quería retar a su padre. Quizás al ser ya tan grande como él, el padre lo sentía como un rival y no como una versión tierna de sí mismo. El hijo simplemente le hablaba con calma. Le disolvía sus pobres argumentos con respuestas sensatas. Su padre sentía una furia descomunal al ver que, la carne de su carne le desafiaba día tras día. Sentía que el niño no era obediente, sentía miedo de su creciente poder, sentía que no era nada al lado de alguien con tantas ganas de gastar energía, mientras él volvía a casa cada vez más abatido y sin fuerzas. El joven detestaba todo lo que hacía el padre. Pero su padre era incapaz de entender porqué. Era un hombre que se daba de bruces a diario con una sociedad putrefacta, y al volver a casa se encontraba con una familia desagradecida, que no le daba paz, ni consuelo. Por el contrario, el joven, su querido hijo, odiaba sus cacerías, el hedor de sus cigarrillos Winston, sus pistolas, su oscuro y ominoso bigote, los toros y su misoginia. Ambos eran incapaces de comprenderse el uno al otro. El padre había interiorizado la teoría de los derechos humanos, y la ejercía con prostitutas y desahuciados, pero era incapaz de aplicarla en su propio hogar. Un impasse insuperable se había apoderado de ellos.

El joven había decidido dejarse el pelo largo. Era el año 1989. Tenía amigos maricones cuando los maricones eran un verdadero estorbo social. Estudiaba física en la facultad, y estaba en contra de las nucleares. No ganaba ninguna partida en ningún terreno del juego de la vida. No entendía a las chicas. Quizás les tenía miedo. Había visto a su musculoso y bigotudo padre abofetear la cara de su madre suficientes veces, como para acabar sintiendo repugnancia de sí mismo. Acercarse a una mujer era peligroso. ¿Y si él también era un monstruo? Las atávicas costumbres y cultura masculina dominante habían acabado por emponzoñar el corazón del joven andaluz, que quería aportar algo, mejorar, pensar libremente. Sin embargo, eso era lo que su padre le había dicho que tenía que hacer. Habíamos superado la dictadura, creado una Andalucía nueva. Era momento de ser y actuar como ciudadanos libres. Pero en realidad no estábamos preparados del todo. Su padre no estaba preparado para abrazar la libertad. En realidad, nadie lo estaba.

El joven se sentía cercado por todas partes. Vivía en un mundo que había decidido ser libre, pero que carecía de la convicción de serlo. Los celos y la desconfianza se apoderaban de aquellos que nos custodiaban. No era posible que la gente pudiera hacer las cosas bien, sin ser vigilados, sin ser reprendidos. Vivíamos un síndrome post-dictadura sin saberlo. 

Su padre lo perseguía con el "Z", el patrullero, como un enajenado Batman de la noche. El uniformado se pasaba por la avenida de Reina Mercedes, como si no tuviera otra cosa mejor que hacer, para ver si "er niño" estaba en el campus. Por las noches espiaba la luz de la habitación en la distancia, a ver si estaba estudiando. Nada era suficiente para complacer al Jefe. Ésta última semana recibió otra bronca porque desde el Z había comprobado que efectivamente er niño estudiaba por las noches. ¡Castigado a no poder estudiar con luz! ¡Hay que estudiar de día para no gastar luz! le dijo el Otelo sevillano.

Estaba terminando de hacer la exigua mochila justo antes de partir, cuando oyó gritar a su madre. Fue al dormitorio y comprobó que su padre estaba dando estertores de muerte. Se estaba marchando al fín, él solo, de un ataque isquémico. El vástago no podía dar crédito a sus ojos. Lo que pasó después fue simplemente surreal. Sus sueños de venganza se habían materializado, pero su mano no había intervenido. Al día siguiente se presentó un ejército de familiares llorando por el héroe, como un coro griego. El hombre bueno que había sucumbido ante el estrés y la lucha por la justicia se rodeó de una muchedumbre al compás flamenco de un llanto desesperado. Pero el joven no podía creer que dicho Titán estuviese muerto; ¡pero si era invencible, indestructible! Quizás era solo otro truco del viejo policía, para probar y ver su reacción.  Entonces, el joven tuvo que hablar, y hablar en alto. Le dijo a todo el mundo que ese hombre acosaba y pegaba a su madre todos los días. Que maltrataba a sus hijos, que era un gentil hombre en la calle y un tirano en su propia casa. Todos quedaron estupefactos y lo miraron avergonzados e incrédulos. No era la clase de cosas que un hijo debería de decir en el velatorio de su padre. Las mujeres fueron las peores y las más ruines en sus respuestas. Tras semejante faena, abandonaron al muchacho y a su madre a su propia suerte. La negrura se apoderó de la familia. Fue un verdadero duelo. El duelo de una familia que ya estaba destruida por completo desde hacía tiempo.

Su amigo mariquita fue el único que se mostró comprensivo. Todos los demás fueron unos extraordinarios hipócritas. Esos que hoy día son pro-maricones, y pro-feminismo y votan a la "izquierda del colegueo" para crear chiringuitos y subvenciones para su propio beneficio.

Ahora el muchacho ya es un hombre. Ha llovido mucho desde entonces. Pero no es un hombre por nada, sino porque mantiene sus valores y cumple sus promesas. Tiene palabra y defiende al débil. Èl ya celebró el día de la mujer cuando tuvo que hacerlo. 

Ahora, una mueca de dolor y desencanto se dibujan su cara al ver las calles decoradas con globos morados y símbolos vacíos (No a la Violencia Machista...¿qué es eso?). Se dice a sí mismo, que ya pueden celebrar el día de la mujer todos los cobardes. Mientras tanto, todas las madres y esposas que tienen en casa a un monstruo por marido, siguen igual de solas. Los maridos-monstruos siguen aislados sin entender lo que les rodea, y nadie les ayuda a salir del armario para que puedan hablar de su fragilidad, su ignorancia y el miedo que sienten ante un mundo que cambia demasiado rápido. Pero las feministas celebrarán un día como hoy haciéndose fotos y celebrando ágapes a costa de nuestro bolsillo, quizás pensando que sus camisetas y pancartas van a detener el ritmo de la historia. No se dan cuenta que como madres, seguirán criando a niños egoístas y frágiles, incapaces de amar a las mujeres. Como esposas, siguen sintiéndose atraídas por hombres poderosos pero insensibles. Su falsa ideología es el nuevo fármaco para eliminar de la conciencia lo que de verdad importa. Solo ambicionan poder, como personas corruptas que son. Porque todos sucumbimos a las perversiones, no solo los hombres. Somos todos iguales.

El hombre que fue aquél niño destruido, cuida ahora de su hija y de su hijo. con amor. Todos merecen amor. Lo dijeron los sabios de la ilustración. Ahora se trata de aplicar la olvidada teoría y no de inventarse cosas que no aportan nada nuevo. El feminismo caerá igual que todas las modas. Los derechos humanos prevalecerán. Nuestros niños tienen la palabra. 

-Querido Papá, te recuerdo hoy. Ya no eres un monstruo. Sólo eras un hombre, un hombre destruido. Naciste en el momento y lugar equivocados. Yo te perdono...en el día de la Mujer- 


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