jueves, mayo 01, 2008

La Lógica Humana

Andrew podría haber comprado un billete de avión de una línea de bajo coste, haberse metido en el avión y simplemente gritar -¡tengo una bomba!-. Con eso le hubiera bastado para pasar un buena temporada en la cárcel. O simplemente quemar un edificio publico o bajarse musica ilegalmente por internet. Hubiera ido a la cárcel sin el menor esfuerzo.
Sin embargo Andrew había preferido complicar la vida a los demás. Hacer sentir una enorme humillación y dolor a otros. Esa humillación que le había perseguido durante toda su vida. Ese dolor que una madre puede legar al hijo que abandona. Un día, descubrió que arriconando a mujeres en una esquina y violándolas le proporcionaba bastante placer. No necesariamente sexual, sino simplemente, el placer de sentirse importante, poderoso. La policía lo había enchironado un par de veces durante un total de 14 años por un par de asaltos de este calibre. Y ahora estaba otra vez en la calle.
El gobierno le mantenía con una pensión, y la policía lo tenía vigilado a corta distancia. Pero él estaba solo. Se le impedía trabajar y su último emplazamiento le había colocado en una ciudad desconocida para él. Sí, en teoría tenía garantizado el anonimato, pero estaba más solo que la una.
Andrew era un hombre indignado con el mundo. Estaba en contra de todo y de todos. Sólo había encontrado paz en la cárcel. Allí había conseguido un estatus. Estaba acompañado. Tenía una rutina. Ahora en la calle no era nada. La paranoia social era tan grande que la gente de un modo u otro empezó a sospechar de él en el barrio. Y los jóvenes empezaron a apedrear su casa y a hacerle la vida un infierno. Atrincherado en casa, se sentía como un cochino acechado por una ralea de perros rabiosos. Estaba tan desesperado que empezó a pensar en el suicidio como una alternativa. Nick, el oficial de policía que estaba asignado para monitorizarlo se percató de esto y pidió una valoración de su salud mental. Andrew dijo al personal que fue a visitarle que estaba muy deprimido y que iba a matarse si nadie hacía algo por él. Consecuentemente, fue ingresado en un hospital.
Andrew llegó por la tarde a la planta del hospital. Había más de veinte pacientes, muchos de ellos muy sedados y vulnerables, yendo de un lado a otro en una sala enorme. Prácticamente nadie reparó en él, o volvió la cabeza para ver quién era el nuevo paciente. Cada uno siguió abotargado en su propio mundo de miedos y angustias, y Andrew simplemente fue conducido a su habitación después de haber escuchado de la enfermera jefe las normas de la planta. Mujeres y hombres machacados por la vida, estaban esparcidos por doquier en aquél lugar, como frutas esperando ser cosechadas. Y Andrew se frotó las manos. Su depresión se desvaneció por momentos. Cerró los ojos muy despacio, y empezó a visualizar un plan de ataque, o dos, o tres. Se dio cuenta de que había 'material' suficiente para pasar otra buena temporada en chirona.

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