El teniente Cuadrado era un tipo impulsivo. Mirando atrás,
es difícil saber cómo pudo llegar a alistarse como cosmonauta. Sin embargo,
allí estaba. Años atrás, y gracias a la generosa ayuda de un familiar muy
allegado, se enroló en un curso privado de piloto comercial, y tras mil y una
peripecias que nunca le avergonzaron lo más mínimo, llegó hasta convertirse en
un piloto militar de cazas supersónicos. Se supone que, durante su formación,
debería de haber pasado un exigente escrutinio, pero a pesar de todo llegó a
colarse entre la reducida plantilla de pilotos aeroespaciales. Tampoco es que
supiera muchos idiomas. De hecho, no manejaba bien el ruso, ni el chino, asunto
difícil de comprender. El único argumento a esgrimir, se encuentra en la
cultura dominante de “el que quiere, puede”, es decir, traducido a un lenguaje
honesto; “los tontos pueden llegar a todos lados, si se empeñan”.
Efectivamente, con esa fórmula, era posible entender cómo, el teniente Cuadrado
se encontraba pilotando una nave espacial que costaba un buen trozo de la exigua
inversión que hacía nuestro país por aquellas épocas en la industria del
espacio. Sus compañeros le temían, y
esperaban lo peor de él, pero claro, nadie tenía autoridad para cuestionar a
otro hombre que supuestamente había llegado al techo de su carrera…con gran
esfuerzo. Desde un punto de vista psicológico, Cuadrado nunca hubiera pasado
una entrevista clínica, pero en España, los psicólogos son una especie de tribu
de charlatanes que no sirven nada más que para estorbar, según el ejército.
Quizás algún psiquiatra habría hablado con él, pero ¿qué saben los psiquiatras
de psicología?
Cuadrado debía de llevar a la tripulación a la nueva
estación espacial china, Tiangong, que había permitido a nuestro país instalar
un pequeño laboratorio en la misma, a cambio de suculentos contratos
comerciales allá en la Tierra. Lleno de ímpetu, su archiconocido espíritu de
Narciso tenía a todos temblando ya desde que la lanzadera hervía, preparándose
para el lanzamiento. Una vez que Cuadrado asumió el control manual de la nave,
empezaron los problemas. La nave parecía a ojos de Cuadrado una máquina
ingobernable, a pesar de las miles de veces que había simulado un atraque a la
estación. No sincronizaba bien su órbita, ni siquiera con el esmero de los
ingenieros de control, que le repetían una y otra vez las instrucciones. Chocó
varias veces con la zona de anclaje de la estación espacial, hasta que, por
fin, se estableció el ensamblaje. Sin embargo, Cuadrado no sudó, ni se preocupó
lo más mínimo. De hecho, su desprecio por el riesgo, era su mejor baza.
Habiendo llevado a la tripulación sana y salva a
cuatrocientos kilómetros de altitud y transportarla hasta el gigantesco
laboratorio flotante que orbita nuestro planeta, fue para él un logro sublime,
que le hizo entrar triunfante en la cabina de despresurización. Los chinos ya
de por sí, extremadamente cautos y precavidos, no lo recibieron calurosamente.
Cuadrado se sorprendió de la frialdad de los asiáticos y se giró de un lado a
otro, con una ceja arqueada, mientras flotaba ingrávido, como buscando la
complicidad de sus compañeros. –En fín-, se dijo a sí mismo, murmurando. –Estoy
rodeado de frikis y empollones, ¿para qué voy a esperar? -Y acto seguido, se
aplaudió a sí mismo. Los chinos pensaron que Cuadrado estaba haciendo un signo
de reconocimiento y saludo español, tras lo cual, empezaron a aplaudir también.
Esto generó un coro de aplausos por toda la estación espacial. Una vez más,
Cuadrado conseguía camelar a toda la tropa, sin haber marcado un gol.
A pesar de hablar chino telegráficamente, y de estar
intercalando palabras en ruso y castellano, Cuadrado consiguió entablar una
relación cordial con los chinos. O al menos, eso pensó él. No paraba de hablar,
y hacer frecuentes comentarios ramplones, que él mismo describía como reflejo
de su sinceridad. Los chinos habían captado que Cuadrado era el típico torero
español. Al fin y al cabo, para estar en el espacio había que tener muchos
cojones. Y Cuadrado los tenía. Conforme pasaron los días, los chinos empezaron
a darse cuenta de que Cuadrado les estaba vacilando. A los dueños de la nave,
eso no les hizo ni puta gracia. Para entonces, Cuadrado se creía ya, el
caudillo y señor de la nao.
Veinte días después del abordaje de la nave española, Liu
Boming, el comandante de la estación espacial, detectó un escape que estaba haciendo
perder oxígeno a la Tiangong. Puede que los choques de la nave española con el
puerto de atraque, hubiera afectado a la estructura de la estación, haciéndola
vulnerable a fisuras. Pero Liu no quiso hacer mención a dicho evento como el
detonante del problema, aunque el ingeniero Tang Hongbo, ya le había avisado de
que esto era probable que ocurriera. Nie Haisheng, astrofísico, no pudo evitar
hacer comentarios sobre estos problemas a la tripulación española, la cual
asintió compungida y con aflicción. No era para menos. Sin embargo, Cuadrado no
se dio por aludido. Es más, tuvo la osadía de comentar que el piloto Yang
Liwei, era el culpable de que él no hubiera podido sincronizar bien el atraque.
Los chinos y los españoles estaban ya muy alienados cuando se desató una
discusión acalorada, que acabó en una pelea. Cuadrado retó a todos y exigió que
le permitieran salir al exterior a reparar la fisura, con la supervisión del
ingeniero Tang. Esto dejó a todo el mundo perplejo, y por un momento la pelea
pasó a un silencio espectral. Una vez más, Cuadrado había paralizado a todo el
grupo con sus extrañas artes. Sin dilación, y con mucha pompa y más
gesticulaciones, se dirigió al compartimento de los trajes espaciales
arrastrando consigo a Tang. No se sabe muy bien cómo, pero Cuadrado consiguió
arreglar la fisura. Todos suponen que fue Tang, el que magistralmente dirigió
la reparación, pero Cuadrado no le dejó explicar nada a los demás. El mérito
fue suyo exclusivamente.
Tras su triunfo y resolución de la crisis, Cuadrado dejó a
todo el mundo en paz durante unos días. La mayoría eran grandes profesionales,
y fueron capaces de absorber el conflicto con Cuadrado sin que ello pudiera
reverberar allá abajo, en los centros de control terrestres. Al fin y al cabo,
nadie quería problemas. Pero al cabo de un tiempo, Cuadrado volvió a la carga.
Estaba aburrido. El era un piloto, y al fin y al cabo, no tenía gran cosa que
hacer. Quedaban algunos días para concluir los experimentos científicos y él
estaba cada vez más nervioso.
Lian Chang, era una astrobióloga, bastante atractiva y
segura de sí misma. Cuadrado la había marcado desde un principio, pero intentó
mantenerse al margen, ya que él estaba casado y no quería problemas de mujeres
en el espacio. Pero estaba aburrido, y nervioso. En un momento dado, se le
ocurrió acercarse a la bella mujer y fingir interés en la astrobiología. Lian,
que era muy inteligente, se dio cuenta de las tretas de Cuadrado. Pero le
siguió la bola. Cuadrado, lógicamente interpretó su conducta como que tenía vía
libre, y rápidamente le fue dando cada vez más carrete, hasta que su carburador
inyectó tanta testosterona en los motores que cuelgan entre las piernas, que no
tuvo más remedio que masajear los senos de doña Lian, para así domeñar su
voluntad. La agarró desde atrás, para hacer así una cuchara, de modo que Lian
pudiera sentirlo en toda su gloria eréctil. Lian no llevaba sujetador, y sus
abultados senos fueron un gran enervador energético en las manos del piloto. En
esos instantes Lian se dio cuenta de que se iba a armar un lío de tres mil
pares de cojones. Lian estaba casada con el comandante Liu, pero su relación no
iba bien. Pensó que compartiendo la misión, estrecharía su vínculo con el
marido, pero se equivocó. El flirteo con el español también se fue de madres.
De hecho, ¿cómo se puede echar un polvo en una nave espacial? ¿Y sin que nadie
se de cuenta? El caso es que Cuadrado, como todo el mundo puede suponer a estas
alturas, era un ruina y un jeta. Tras amagar un polvo galáctico en el
laboratorio de astrobiología, fueron sorprendidos por Jiao Kuang, la oficial
médico de la Tiangong. Cuadrado no tuvo otra idea que balbucear algo sobre sus
abundantes conocimientos médicos y comentar que tras la petición de Lian, había
palpado sus senos. Su exámen había encontrado una dureza en el seno derecho,
cosa que como podía comprobar Jiao, todavía se encontraba investigando en el momento
de en que ambos fueron sorprendidos. Jiao se sintió presa de una doble treta,
pero ante el descaro de Cuadrado, no pudo evitar también examinar
cuidadosamente el estado del seno derecho de Lian. Para su pasmo y vergüenza,
Jiao tuvo que reconocer que había una formación dura en la región inferior
derecha cercana a la aureola. Quizás fuera resultado de la inflamación de
algunas glándulas de Montgomery, pensó la oficial. Entre tanto, Cuadrado
experimentó una enorme erección sorpresa, como resultado del trio imaginario
que pudo vislumbrar en su perversa mente. Por su puesto, el teniente no tuvo la
más mínima sensación de ridículo durante toda la escena. Y de hecho, se
consideró a sí mismo como un gran compañero al haber ayudado a Lian a detectar
una malformación mamaria.
Habiendo salido ileso de otra faena tremendamente temeraria,
Cuadrado percibió que podía esperar hasta la conclusión de todas las
actividades científicas, sin meterse en más desaguisados. De hecho, así fue y
tras devolver a su tripulación sana y salva a la Tierra, y ser aclamado en
España, nunca más se supo de él. Las autoridades chinas explican haberlo
invitado a dar unas clases a los alumnos del Centro Aeroespacial de Wuhan. Al
parecer Cuadrado tuvo tanto éxito como docente, que le han ofrecido un contrato
indefinido, imposible de rechazar. Las malas lenguas apuntan a que la
inteligencia china se ha deshecho del piloto, tras el escándalo con Lian y la
humillación de Liu. Algún periodista español ha intentado en vano ponerse en
contacto con Cuadrado, que según los periódicos nacionales, es uno de los
héroes españoles que han ayudado a la astronáutica a proseguir con su meteórico
ascenso en las ciencias del espacio. Los diplomáticos españoles están
debatiendo con gran preocupación, qué actitud tomar ante el gobierno chino,
tras la misteriosa desaparición de Cuadrado de la escena pública. La esposa de
Cuadrado sospecha que se ha fugado con Lian.
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