sábado, julio 17, 2021

La Precesión de los Equinoccios

 

Llevaba varios meses en la base lunar que estaba a unos 5km al sur del cráter Clavius. El lugar era un pozo natural, que permitía el escondrijo perfecto para los terrícolas, evitando así el constante bombardeo de pequeños meteoritos y la reducción del efecto a largo plazo de la exposición a los rayos cósmicos. Aún así, las colonias lunares estaban en su estado embrionario y había mucho que aprender. El ingeniero Rodrigo Tenedor, estaba muy preocupado con su salud. No estaba muy seguro de que la Luna fuera un lugar apropiado para la vida humana, o al menos todavía. España tenía trece plantas dentro la caverna de Clavius. Había varias cavernas habitadas en diferentes regiones lunares. Clavius era la más antigua. La caverna tenía unos cien metros de diámetro, con unos ochenta metros cuadrados habitables en cada planta. En realidad, los colonos vivían cómodamente dentro de las cavernas. O todo lo cómodo que se puede estar, teniendo en cuenta que uno está a unos seis días en nave espacial de la Tierra. En la Tierra los llamaban ya, “selenitas”, porque los humanos habían conseguido estar ya más de un año viviendo de forma continuada en el satélite. Tenedor andaba angustiado y sin ganas de nada. El psicólogo clínico del equipo médico internacional, le había dado varios consejos, y estaba monitorizando su progreso. Pero Tenedor no las tenía todas consigo. El tema de las fotopsias lo tenía muy agobiado. No le gustaba nada ir como un colgado, experimentando destellos de luz y puntos luminosos que no existen. Por supuesto, se había excluido toda patología ocular o cerebral. Pero Tenedor se encontraba cada vez más inquieto y amilanado con ello. Nadie estaba seguro de si sus fotopsias era producto del estrés o de algo más, y esto le causaba mayor preocupación. Desde el programa Apolo de la NASA, los astronautas se quejaban de que, en la oscuridad, podían percibir luces, puntitos y nubes, con una frecuencia aproximada de uno cada tres minutos. El fenómeno no desaparece al cerrar los ojos, y en el caso de Tenedor, esto interfería con su sueño. Todavía no se había esclarecido si las cascadas de luz se creaban al sufrir el humor vítreo, o el nervio óptico, el impacto de un rayo cósmico. Tampoco quedaba claro si los centros de procesamiento visual cerebrales estarían afectados por la radiación ionizante. El pasar tanto tiempo en el espacio, podría aumentar las posibilidades de que un núcleo atómico pesado alterase las células de la materia gris. Allí todo el mundo asumía los riesgos y estaba claro que una menor gravedad, una falta de atmósfera natural y salidas esporádicas a la superficie lunar no podían sentarle bien a nadie. Pero Tenedor se encontró no sólo con fotopsias, sino también con sus miedos, justo a las pocas semanas de llegar a la base Clavius. Y sus miedos no eran fáciles de gestionar.  

En las plantas bajo el mando español convivían cincuenta hombres y mujeres. La planta siete estaba ocupada con laboratorios de España, y desde la planta ocho hasta la diecinueve, estaban destinadas para alojamiento y gestión de todas las funciones vitales. Las plantas cincuenta y cincuenta y uno, tenían un gimnasio y un restaurante-cafetería donde se podían congregar al mismo tiempo, una sexta parte de los trescientos habitantes de la base. Eran las plantas que Tenedor frecuentaba, pero todo el mundo podía ir a los otros restaurantes y gimnasios para mezclarse con los demás residentes. Tenedor se llevaba bastante bien con su equipo y en especial con los del mando argentino. Toda la base era de habla hispánica, con lo cual, se había establecido una gran amistad entre todos, quizás una excepción con respecto al resto de las bases lunares, que no eran tan dadas a la alegría y a la expresión de afecto. Tenedor disfrutaba de la compañía de sus compañeros y frecuentaba tanto los restaurantes como los gimnasios. No dudó en compartir sus problemas con los más allegados y confirmó que podía confiar en todos. El psicólogo era argentino, y se había ganado el respeto de los residentes espaciales. Era el doctor Juan Zamora. Al fin y al cabo, hacía falta un gran profesional que fuera capaz de absorber la manifestación de toda tensión y todo problema, y el doctor Zamora era precisamente el hombre para el puesto. Tenedor y Zamora se encontraron una vez más en el restaurante. Se apartaron de los demás para buscar un sitio tranquilo y poder hablar sin trabas.

-¿Cómo sigues con las fotopsias?- Tenedor se quedó pensativo, y esperó un rato antes de contestar. En realidad, se sentía muy agradecido por el interés genuino del doctor, y también quería procesar esa sensación de afecto tan importante, que se convierte en una gema de preciado valor en un lugar tan hostil como el espacio exterior. –Pues no muy bien doctor, la verdad es que cada vez estoy más preocupado por el asunto- . Zamora se quedó mirándolo con preocupación. Él sabía que Tenedor era un hombre íntegro, y su preocupación era totalmente honesta. Tenedor le contó que las cosas se estaban poniendo muy feas. A parte de las fotopsias, en las últimas horas estaba experimentando un miedo desaforado, algo que nunca había vivido antes. –Sé que no es natural, pero me produce vívidas pesadillas, y un estado de alerta difícil de soportar-. Tenedor sentía como si los núcleos límbicos de su cerebro encargados de hacerle experimentar miedo se hubieran desatado completamente. Era un miedo completamente absurdo desde un punto de vista racional. Pero de tal intensidad, que sentía pavor hasta de respirar. Cualquier cosa podía ser una amenaza. Pero eso no era lo peor. Tenedor le explicó que estaba sintiendo el mero hecho de existir como algo ominoso. Percibía una horrible sensación que le anticipaba que algo absolutamente devastador fuera a suceder…y él no iba a poder evitarlo. Zamora se inquietó muchísimo. Trató de consolar a Tenedor y tras el almuerzo se puso en contacto con los oficiales médicos de las otras bases, así como con el control central en la Tierra. Nadie estaba seguro de cómo proceder. En realidad, Tenedor no mostraba signo exterior de ansiedad, ni expresaba pensamientos de inminente descontrol que pudiera de alguna manera ponerlo a él o al equipo en peligro. La hipótesis de los rayos cósmicos alterando el procesamiento cognitivo y emocional del paciente podían suponer un estudio altamente interesante, pero a la vez bastante inquietante.

Al día siguiente, de nuevo en la cafetería, todo el mundo se quedó mudo ante lo que vieron. Estaban todos allí, no faltaba nadie. Había una pantalla enorme desde donde la Tierra retransmitía las noticias más relevantes del día. Una oficial de las agencias espaciales internacionales informó que la Tierra estaba sufriendo un colapso electromagnético. La actividad solar se había incrementado a niveles catastróficos, y el viento solar era ahora una especie de aliento letal, que iba a freír el planeta azul en unos días. Era extraño, pero al igual que varios fenómenos se habían puesto de acuerdo para garantizar la vida en nuestro planeta durante mucho tiempo, ahora esos mismos procesos se habían conjurado para borrarla de la faz de la Tierra. Todos los hombres y mujeres de la base Clavius se pusieron de pie. Algunos empezaron a llorar y a abrazarse. La oficial continuó con gravedad, dando más detalles. Dijo que el movimiento de precesión de la Tierra se iba a acelerar, posiblemente alterando de manera errática los ciclos día-noche, aumentando así el nivel de caos global y de amenaza a la biosfera. Tenedor sintió como si su corazón se desplomase al suelo. Las piernas empezaron a temblarle y tuvo que tirarse al suelo para sentir algo de estabilidad. Zamora estaba a su lado,  ahora tenía la cara de color azul, y su expresión estaba congelada. Todos estaban aterrados. Pensaron que era el fin de todo lo que conocían. Y tenían razón. Ahora era el principio de una nueva humanidad. Los tres mil habitantes de la Luna iban a ser el único legado humano vivo de todo el sistema solar. Zamora se extrañó de sus propios pensamientos. Quizás debería de estar preocupándose exclusivamente del destino de su familia en la Tierra, cosa que hizo. Pero también le asaltaron otras cavilaciones. Quizás Tenedor había sufrido una especie de aceleración y vertiginoso procesamiento de datos ayudado por los rayos cósmicos. A lo mejor, sus miedos fueron un presagio, una anticipación ante una catástrofe, que su mente inconsciente había predicho, pero que su Yo consciente no podía aceptar o incluso comprender. Ambos se miraron con gran pesar, como leyéndose el pensamiento.

   

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