Llevaba varios meses en la base lunar que estaba a unos 5km al
sur del cráter Clavius. El lugar era un pozo natural, que permitía el
escondrijo perfecto para los terrícolas, evitando así el constante bombardeo de
pequeños meteoritos y la reducción del efecto a largo plazo de la exposición a
los rayos cósmicos. Aún así, las colonias lunares estaban en su estado
embrionario y había mucho que aprender. El ingeniero Rodrigo Tenedor, estaba
muy preocupado con su salud. No estaba muy seguro de que la Luna fuera un lugar
apropiado para la vida humana, o al menos todavía. España tenía trece plantas
dentro la caverna de Clavius. Había varias cavernas habitadas en diferentes
regiones lunares. Clavius era la más antigua. La caverna tenía unos cien metros
de diámetro, con unos ochenta metros cuadrados habitables en cada planta. En
realidad, los colonos vivían cómodamente dentro de las cavernas. O todo lo
cómodo que se puede estar, teniendo en cuenta que uno está a unos seis días en nave
espacial de la Tierra. En la Tierra los llamaban ya, “selenitas”, porque los
humanos habían conseguido estar ya más de un año viviendo de forma continuada
en el satélite. Tenedor andaba angustiado y sin ganas de nada. El psicólogo
clínico del equipo médico internacional, le había dado varios consejos, y
estaba monitorizando su progreso. Pero Tenedor no las tenía todas consigo. El
tema de las fotopsias lo tenía muy agobiado. No le gustaba nada ir como un
colgado, experimentando destellos de luz y puntos luminosos que no existen. Por
supuesto, se había excluido toda patología ocular o cerebral. Pero Tenedor se
encontraba cada vez más inquieto y amilanado con ello. Nadie estaba seguro de
si sus fotopsias era producto del estrés o de algo más, y esto le causaba mayor
preocupación. Desde el programa Apolo de la NASA, los astronautas se quejaban
de que, en la oscuridad, podían percibir luces, puntitos y nubes, con una
frecuencia aproximada de uno cada tres minutos. El fenómeno no desaparece al
cerrar los ojos, y en el caso de Tenedor, esto interfería con su sueño. Todavía
no se había esclarecido si las cascadas de luz se creaban al sufrir el humor
vítreo, o el nervio óptico, el impacto de un rayo cósmico. Tampoco quedaba
claro si los centros de procesamiento visual cerebrales estarían afectados por
la radiación ionizante. El pasar tanto tiempo en el espacio, podría aumentar
las posibilidades de que un núcleo atómico pesado alterase las células de la
materia gris. Allí todo el mundo asumía los riesgos y estaba claro que una
menor gravedad, una falta de atmósfera natural y salidas esporádicas a la
superficie lunar no podían sentarle bien a nadie. Pero Tenedor se encontró no
sólo con fotopsias, sino también con sus miedos, justo a las pocas semanas de
llegar a la base Clavius. Y sus miedos no eran fáciles de gestionar.
En las plantas bajo el mando español convivían cincuenta
hombres y mujeres. La planta siete estaba ocupada con laboratorios de España, y
desde la planta ocho hasta la diecinueve, estaban destinadas para alojamiento y gestión de todas las funciones vitales. Las plantas cincuenta y
cincuenta y uno, tenían un gimnasio y un restaurante-cafetería donde se podían
congregar al mismo tiempo, una sexta parte de los trescientos habitantes de la
base. Eran las plantas que Tenedor frecuentaba, pero todo el mundo podía ir a
los otros restaurantes y gimnasios para mezclarse con los demás residentes.
Tenedor se llevaba bastante bien con su equipo y en especial con los del mando
argentino. Toda la base era de habla hispánica, con lo cual, se había
establecido una gran amistad entre todos, quizás una excepción con respecto al
resto de las bases lunares, que no eran tan dadas a la alegría y a la expresión
de afecto. Tenedor disfrutaba de la compañía de sus compañeros y frecuentaba
tanto los restaurantes como los gimnasios. No dudó en compartir sus problemas
con los más allegados y confirmó que podía confiar en todos. El psicólogo era
argentino, y se había ganado el respeto de los residentes espaciales. Era el
doctor Juan Zamora. Al fin y al cabo, hacía falta un gran profesional que fuera
capaz de absorber la manifestación de toda tensión y todo problema, y el doctor
Zamora era precisamente el hombre para el puesto. Tenedor y Zamora se
encontraron una vez más en el restaurante. Se apartaron de los demás para
buscar un sitio tranquilo y poder hablar sin trabas.
-¿Cómo sigues con las fotopsias?- Tenedor se quedó
pensativo, y esperó un rato antes de contestar. En realidad, se sentía muy
agradecido por el interés genuino del doctor, y también quería procesar esa
sensación de afecto tan importante, que se convierte en una gema de preciado
valor en un lugar tan hostil como el espacio exterior. –Pues no muy bien
doctor, la verdad es que cada vez estoy más preocupado por el asunto- . Zamora
se quedó mirándolo con preocupación. Él sabía que Tenedor era un hombre
íntegro, y su preocupación era totalmente honesta. Tenedor le contó que las
cosas se estaban poniendo muy feas. A parte de las fotopsias, en las últimas
horas estaba experimentando un miedo desaforado, algo que nunca había vivido
antes. –Sé que no es natural, pero me produce vívidas pesadillas, y un estado
de alerta difícil de soportar-. Tenedor sentía como si los núcleos límbicos de
su cerebro encargados de hacerle experimentar miedo se hubieran desatado
completamente. Era un miedo completamente absurdo desde un punto de vista
racional. Pero de tal intensidad, que sentía pavor hasta de respirar. Cualquier
cosa podía ser una amenaza. Pero eso no era lo peor. Tenedor le explicó que
estaba sintiendo el mero hecho de existir como algo ominoso. Percibía una horrible sensación que le anticipaba que algo
absolutamente devastador fuera a suceder…y él no iba a poder evitarlo. Zamora
se inquietó muchísimo. Trató de consolar a Tenedor y tras el almuerzo se puso
en contacto con los oficiales médicos de las otras bases, así como con el
control central en la Tierra. Nadie estaba seguro de cómo proceder. En
realidad, Tenedor no mostraba signo exterior de ansiedad, ni expresaba
pensamientos de inminente descontrol que pudiera de alguna manera ponerlo a él
o al equipo en peligro. La hipótesis de los rayos cósmicos alterando el
procesamiento cognitivo y emocional del paciente podían suponer un estudio
altamente interesante, pero a la vez bastante inquietante.
Al día siguiente, de nuevo en la cafetería, todo el mundo se
quedó mudo ante lo que vieron. Estaban todos allí, no faltaba nadie. Había una
pantalla enorme desde donde la Tierra retransmitía las noticias más relevantes
del día. Una oficial de las agencias espaciales internacionales informó que la
Tierra estaba sufriendo un colapso electromagnético. La actividad solar se
había incrementado a niveles catastróficos, y el viento solar era ahora una
especie de aliento letal, que iba a freír el planeta azul en unos días. Era
extraño, pero al igual que varios fenómenos se habían puesto de acuerdo para
garantizar la vida en nuestro planeta durante mucho tiempo, ahora esos mismos
procesos se habían conjurado para borrarla de la faz de la Tierra. Todos los hombres
y mujeres de la base Clavius se pusieron de pie. Algunos empezaron a llorar y a
abrazarse. La oficial continuó con gravedad, dando más detalles. Dijo que el
movimiento de precesión de la Tierra se iba a acelerar, posiblemente alterando
de manera errática los ciclos día-noche, aumentando así el nivel de caos global
y de amenaza a la biosfera. Tenedor sintió como si su corazón se desplomase al
suelo. Las piernas empezaron a temblarle y tuvo que tirarse al suelo para
sentir algo de estabilidad. Zamora estaba a su lado, ahora tenía la cara de color azul, y su
expresión estaba congelada. Todos estaban aterrados. Pensaron que era el fin de
todo lo que conocían. Y tenían razón. Ahora era el principio de una nueva
humanidad. Los tres mil habitantes de la Luna iban a ser el único legado humano
vivo de todo el sistema solar. Zamora se extrañó de sus propios pensamientos.
Quizás debería de estar preocupándose exclusivamente del destino de su familia
en la Tierra, cosa que hizo. Pero también le asaltaron otras cavilaciones.
Quizás Tenedor había sufrido una especie de aceleración y vertiginoso
procesamiento de datos ayudado por los rayos cósmicos. A lo mejor, sus miedos
fueron un presagio, una anticipación ante una catástrofe, que su mente
inconsciente había predicho, pero que su Yo consciente no podía aceptar o
incluso comprender. Ambos se miraron con gran pesar, como leyéndose el
pensamiento.
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