lunes, abril 14, 2008


Sueños de Libro

Después de ojearlo un rato, el viejo judío cerró el libro con mucho cuidado y lo envolvió en una tela. Lo miró por última vez como si fuera a llevarse a la cama a un animalito que fuera a dormir un largo invierno. Lo introdujo en un hueco de la pared de su casa, especialmente preparado para la ocasión. Sus nietos le ayudaron a cubrir el agujero con masilla y después lo pintaron del mismo color que tenía la pared. Antes de marcharse le dijo a sus nietos que se acordaran de abrir el agujero de nuevo, cuando vinieran tiempos mejores. El hombre se marchó de Córdoba para no volver nunca jamás. Cedió todas sus posesiones a los que se quedaban y se desapareció silenciosamente una noche, con lágrimas en los ojos. Los más jóvenes de la familia decidieron quedarse y aguantar la invasión española. Eran todavía capaces de adaptarse, y quizás sobrevivir bajo las leyes y creencias cristianas de los españoles que con tanta ambición y tenacidad habían usurpado el país.

Los niños aguardaron año tras año para sacar a la luz el libro que había escrito su abuelo. Fueron muy obedientes, y nunca dijeron a nadie que tenían un libro prohibido en su casa. Pasó el tiempo y los niños se hicieron mayores y tuvieron hijos. Y los hijos tuvieron más hijos. Un día ya no hubo lugar en la mente de nadie para aquél libro. Y simplemente quedó en el olvido. El peso de la ignorancia había aplastado Andalucía y nadie podría escapar de ella por muchos siglos.

El joven arqueólogo metió la mano sudorosa en el hueco de la pared doble que acababa de desenterrar. Su mano traía un libro envuelto en una pieza de tela. Abrió el libro con mucho cuidado y con lágrimas en sus ojos leyó las páginas de un bello tratado de filosofía escrito muchos siglos atrás. Estaba casi intacto. El joven, que era de Córdoba, estaba abriendo al fin el libro que con tanto esmero, su tataratatara…abuelo había escrito para que un día fuera leído. El arqueólogo nunca sabría que en sus manos tenía la herencia de sus antepasados judíos. El joven entregó el libro a las autoridades andaluzas y éstas lo almacenaron en los anaqueles del museo arqueológico. Pasaron los años y el libro de nuevo se perdió entre los pergaminos y documentos del museo. El libro tendria que prepararse para otro prolongado letargo.

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